domingo, 12 de septiembre de 2021

Vasili Rozanov


VASILI ROZANOV


Vasily Vasilievich Rozanov (1856-1919). Escritor, crítico, pensador y ensayista ruso, gran conocedor de la obra de Dostoyevski. Durante varios años estuvo casado con Pólina Súslova [Apollinaria Suslova] (entre 1880 y 1886), amante de Dostoyevski antes de la muerte de su primera esposa. Rozanov comenzó a escribir, poco después del triunfo de la Revolución rusa de octubre de 1917, un breve ensayo titulado El apocalipsis de nuestro tiempo, que terminó a lo largo de 1918. El ensayo está profundamente marcado por el impacto que la Revolución tuvo en el escritor, quien, desde el primer momento, estuvo en contra de ella. Forzando excesivamente en ocasiones el texto de la Biblia, interpretando de un modo muchas veces extravagante los pasajes de las Sagradas Escrituras, consecuencia quizás de un conocimiento teológico poco riguroso, a pesar de su amistad con Pável Florenski, la cuestión es que Rozanov hace afirmaciones y sustenta opiniones que no pueden cimentarse en aquellos libros de la Biblia donde él pretende apoyarse. Su principal tesis es considerar el Apocalipsis de San Juan como el texto fundacional de una nueva religión, opuesta por completo a los cuatro evangelios. El Apocalipsis, de ese modo, se opondría frontalmente a la figura y a la doctrina de Cristo. Al mismo tiempo, establece Rozanov una radical distinción entre el Padre (Dios) y el Hijo, de cuya naturaleza divina parece renegar. Dios, esto es, el Padre, el Dios de los judíos del Antiguo Testamento, sería el único Dios, aunque un Dios incompleto, pues ha tenido que crear al Hijo para alcanzar la plenitud. El Símbolo Atanasiano (Quicumque), es decir, el Credo, dice expresamente que el Hijo, esto es, Jesucristo, ha sido «engendrado de la sustancia del Padre», de igual modo que ha sido «increado»: «El Padre, por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue por solo el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado, sino que procede». Estas palabras del Símbolo Atanasiano no las comparte Rozanov. De hecho, reniega de Cristo, algo difícil de entender en quien tanto admiraba a Dostoyevski. Rozanov ve en Cristo a un ser impotente. No soporta ni comprende su Pasión y su Crucifixión. Es como si, indirectamente, sin mencionarlo, estuviese asintiendo con el pensamiento anticristiano de Nietzsche. Pero eso no significa que Rozanov sea un hombre antirreligioso. Al revés; lo único que para él tiene sentido es la religión, que no puede ser otra que la religión ortodoxa rusa, esto es, el cristianismo. Es como si, ante el derrumbamiento de todo en Rusia tras la Revolución, Rozanov estuviese enfadado con Cristo y con la Iglesia, haciéndolos responsables de lo sucedido. Tampoco distingue entre la Iglesia institucional y la Iglesia como el cuerpo místico de Cristo. El colmo de su arbitrariedad teológica es cuando distingue dos representaciones de Dios en el AT: Elohim y Eloah (cuando todo el mundo sabe que éste último no se menciona jamás en la Biblia). No queda claro, pero parece estar hablando de un Dios masculino y otro Dios femenino. Volvamos a repetirlo: Rozanov es creyente, enemigo acérrimo del ateísmo. Pero hay incoherencia, contradicción, falta de rigor en muchas de sus opiniones. Clara aproximación al Dios judío del AT. Cristo ha castrado a ese Dios judío. Rozanov no admite la extrema dificultad de cumplir la doctrina moral de Cristo. La considera inhumana. Tampoco parece haber comprendido el significado profundo del amor predicado por Cristo. Rozanov ambiciona el poder de Dios, un poder terrenal. Naturalmente, Cristo se halla en los antípodas de esa concepción del poder. Rozanov se pregunta que cómo es posible que quien ha resucitado a Lázaro (pues acepta sin fisuras ese milagro de Jesús) no haya salvado a los mártires, a ninguno de los mártires cristianos que murieron por su fe en Cristo. Sólo hay una respuesta posible ante tal pregunta: Rozanov ignora la libertad intrínseca que Cristo concede al hombre. Un cristiano no puede prescindir de la libertad individual, de la libre elección. No se trata de que Cristo no haya querido salvar a los mártires; se trata de que éstos han escogido ese camino del martirio para dar testimonio de su fe en Cristo.

Rechazo total de los revolucionarios bolcheviques. Rusia, piensa, ha dejado de respetarse a sí misma. En cuestiones de geopolítica, también desbarra. Cree que Alemania dominará Rusia, al vencerla en la Gran Guerra. Alemania se adueñará de Rusia, aunque, en el fondo, será Rusia quien termine educando a los groseros alemanes, incapaces de hacer otra cosa que mandar y administrar. Judíos y rusos tienen mucho parecido como pueblos, especialmente en lo que se refiere a la incapacidad para ejercer el poder. También es peculiar su definición de lo que es el nihilismo: «El nihilismo no es otra cosa que la desesperación que se sufre ante la imposibilidad de realizar aquello para lo que uno carece de vocación alguna».

Los rusos no son ni occidentales ni orientales.

Cerrada defensa de la comunidad judía. Los judíos como educadores de Europa. Además de la inteligencia y el carácter industrioso, los judíos han demostrado un alto sentido moral. No siempre había opinado así Rozanov. En 1913, con motivo de un proceso judicial relacionado con un oscuro asunto de asesinato, había mostrado en el periódico reaccionario Zemshina (Nación) claras posiciones antisemitas.

Alaba una pieza teatral en un acto de Pushkin titulada El festín en tiempos de la peste (1830), recogiendo de ella la idea de que la vida terrenal es «prenda de la inmortalidad y de la vida eterna».

Más adelante, cuenta Rozanov un encuentro en su casa con sus amigos el psicólogo Piotr Fiodorovich Kapterev y el sacerdote, pensador y científico Pavel Florenski. Les lanza la pregunta a ambos que con cuál de estos animales puede él ser identificado: la oruga, la crisálida o la mariposa, cada uno de los cuales surge del anterior por un proceso de transformación completa. Florenski responde que con la mariposa, que, para este gran teólogo, es la entelequia de la oruga y de la crisálida. Florenski emplea el término entelequia en sentido aristotélico, esto es, entendiendo por tal la plenitud, la perfección, o, lo que es lo mismo, el ser en acto. Aristóteles había dicho que «el alma es la entelequia del cuerpo». Rozanov concluye diciendo que la «mariposa» constituye en realidad, y por razones misteriosas y metafísicas, el alma de la crisálida y la oruga. Tal descubrimiento lo califica Rozanov de «cosmogónico». Lo que sirve para el mundo de los insectos también es válido para el mundo de los seres humanos.

Rozanov, a continuación, diserta sobre la importancia del acoplamiento entre los seres, de la cópula, del matrimonio (para él un sacramento), de la voluptuosidad, de la sensación que experimentamos dentro de un jardín, un lugar donde liban el néctar determinados insectos, una operación esencial llevada a cabo por insectos, como las mariposas, que carecen de boca y de cualquier otro órgano que les permita beber o tomar alimentos sólidos. Las mariposas carecen de intestino, comentó en aquella reunión Kapterev.

De pronto se le iluminan a Rozanov muchas cosas de la Antigüedad, y, a este propósito, trae a colación una «frase célebre y estremecedora de Dostoyevski que vale, por sí sola, más que todo lo escrito por el “pagano Goethe”»: «Dios tomó la simiente de otros mundos y la sembró en la tierra. Y en ella creció todo lo que alcanzó a crecer. Luego, todo lo que está vivo en esta tierra lo hace gracias al contacto misterioso que mantiene con otros mundos». La frase está extraída de la doctrina del staretz Zósima en la novela Los hermanos Karamazov, de Dostoyevski. A continuación, Rozanov añade que en esta frase del genial escritor tenemos al paganismo en su máxima expresión. Nosotros creemos que podría tratarse de una explicación del paganismo desde una perspectiva cristiana; mejor aún: sólo desde una perspectiva cristiana.

Inmediatamente después Rozanov lleva a cabo una maravillosa comparación, un extraordinario paralelismo entre aquel proceso de transformación operado por la oruga, la crisálida y la mariposa, con la concepción religiosa de la vida de ultratumba de los antiguos egipcios, un pueblo muy antiguo cuya civilización admiraba profundamente Rozanov, según puso de manifiesto en su libro Motivos orientales, publicado fragmentariamente en 1916 y 1917, y en donde se muestra muy crítico con egiptólogos racionalistas como Jean-François Champollion y Gaston Maspero, que no entendieron para él nada de la idea de la muerte entre los egipcios. Éstos creen en la vida después de la muerte, y por eso, aunque el cuerpo momificado es pequeño, el sarcófago que lo guarda es muy grande. De igual modo que, según la advertencia de Kapterev, si una oruga es atravesada por una aguja no puede convertirse en crisálida, y, por tanto, no surgirá tampoco la mariposa (el «alma» de las otras dos, en opinión de Florenski), los antiguos egipcios habían seguido el mismo razonamiento y llegado a idénticas conclusiones que las del propio Rozanov. Los sarcófagos egipcios son como el «capullo» destinado a contener al hombre crisálida. Por eso el cuerpo del muerto se envolvía en vendas, de igual modo que la oruga del gusano de seda «segregando» los hilos de seda. Los ritos funerarios egipcios responden a las fases que atraviesa la oruga para convertirse en crisálida. Por eso para los egipcios el escarabajo, un insecto, es el símbolo del tránsito hacia la vida de ultratumba. El crucial descubrimiento de los egipcios fue la similitud de la vida futura con la vida de los insectos.


Málaga, mayo de 2021.



No hay comentarios:

Publicar un comentario