viernes, 5 de enero de 2024

Anotaciones sobre LOPE DE VEGA


Anotaciones sobre la vida y la obra de Lope de Vega

 

*2 de diciembre de 1562: nace Lope Félix de Vega Carpio en Madrid.

*En 1583 se enamoran perdidamente Elena Osorio y Lope de Vega, que acababa de regresar de una expedición militar a la isla Terceira, en el archipiélago de las Azores. Elena Osorio era hija de Jerónimo Velázquez y de Inés Osorio, y había contraído matrimonio en 1576 con el comediante Cristóbal Calderón, quien, poco tiempo después, emigró a América. Con el sobrenombre de Filis, Lope dedicó bellísimas poesías a Elena Osorio, recreando también este apasionado amor de juventud en La Dorotea (publicada en 1632)

*29 de diciembre de 1587: Lope de Vega es detenido en Madrid, en el Corral de la Cruz, durante una representación, a petición del director de teatro Jerónimo Velázquez, quien lo acusaba de escribir libelos difamatorios contra él y su familia, de tal modo que las primeras semanas de 1588 los pasa en la cárcel. En la noche del 7 al 8 de febrero registran su celda. Los ultrajados volvieron a querellarse. El Tribunal lo condena a «cuatro años de destierro de esta Corte y cinco leguas (no le quebrante, so pena de serle doblado) y en dos años de destierro del reino, y no le quebrante, so pena de muerte». Después de la segunda denuncia de Jerónimo Velázquez, que acusaba a Lope de seguir difamándolo desde la cárcel, los alcaldes endurecieron la primera condena, ya que elevan a ocho los años de destierro de la Corte, que supondría el envío a galeras caso de ser quebrantados, de igual modo que sería condenado a muerte caso de quebrantar los dos años de destierro del reino. El amor por Elena Osorio ha muerto. [Este párrafo se basa en la documentada opinión de Alonso Zamora Vicente].

*10 de mayo de 1588: Lope de Vega se casa por poder, en la iglesia de San Ginés de Madrid, con Isabel de Urbina Alderete y Cortinas, mujer principal y de familia linajuda, hermana de Diego de Ampuero y Urbina, que había sido regidor de Madrid y rey de armas de Felipe II y Felipe III. La relación con Isabel de Urbina debió sobrevenir un poco antes del casamiento, después de la ruptura con Elena Osorio. Debido a su posición social, Isabel de Urbina y Lope de Vega parece ser que acordaron que él la raptaría. La familia de Isabel lo denunció, pero durante el proceso lo perdonó. Es muy de suponer que Lope no se hubiese alejado mucho de Madrid, apenas las cinco leguas impuestas, que volvió a la capital y que quebrantó el destierro (esto último está documentado). [Este párrafo se basa en la documentada opinión de Alonso Zamora Vicente].

*1590-1595: Lope de Vega sirve al V Duque de Alba, don Antonio Álvarez de Toledo y Beaumont, en su corte de Alba de Tormes, y durante esta época comenzó a cultivar el género pastoril (El verdadero amante, Belardo el furioso, Los amores de Albanio y Ismenia; poco después escribió La pastoral de Jacinto y Adonis y Venus). Las comedias lopescas de ambiente bucólico abrieron el paso a sus dramas de honor villano.

*Finales de 1595 o principios de 1596: muerta Isabel de Urbina, Lope abandona su exilio en Alba de Tormes y regresa a Madrid.

*1596 / es procesado por amancebamiento con una viuda alegre, Antonia Trillo de Armenta.

*Finales del decenio de 1590: parece iniciar su doble convivencia con la actriz Micaela de Luján y con Juana de Guardo (con quien se casa en abril de 1598), convivencia que irá desplazándose desde la primacía de la pasión por Micaela hacia la aquietadora influencia doméstica de Juana.

*Desde principios de 1596 hasta abril de 1599 participa activamente en la vida de la Corte.

*abril de 1598: contrae matrimonio con Juana de Guardo. Sevilla, y sobre todo la alternancia Toledo (donde reside Micaela) – Madrid (donde vive con Juana), dan color local a estos años, en los que van naciendo sus hijos, siete de Micaela y tres de Juana. Esta época de su vida durará hasta 1614.

*El alejamiento físico y moral de Lope de la Corte durará desde abril de 1599 (cuando se producen las dobles bodas reales en Valencia de Felipe III y de Isabel Clara Eugenia) hasta 1613, a pesar de que la Corte regresa a Madrid en 1606, y aunque Lope se ha instalado de forma definitiva en Madrid en el verano de 1610. Esas bodas de abril de 1599 trazan uno de los límites posibles del primer Lope.

*1604: se imprime la primera edición de El peregrino en su patria. En esta novela Lope llega a inventariar otras 220 obras de teatro como suyas.

*1605: comienza a apagarse su pasión por Micaela de Luján, puesta de manifiesto en el no reconocimiento de su hija Marcela. En este año se inicia probablemente su relación de amistad con el duque de Sessa, que se consolida en 1607.

*julio de 1605: a los 42 años, Lope de Vega escribe Peribáñez y el Comendador de Ocaña.

*7 de febrero de 1607: es bautizado en Madrid, en la iglesia de San Sebastián, Lope Fénix (Lopito), hijo de Lope de Vega y de Micaela de Luján. El bebé había nacido en enero. La madrina fue la actriz Jerónima de Burgos, primer dato documentado que poseemos de la relación de Lope con esta mujer. A partir del nacimiento de Lopito, según la investigadora italiana Mimma de Salvo [ver: http://www.midesa.it/peninsulas/De%20Salvo%20Notas%20sobre%20Lope%20de%20Vega.htm], se difumina la relación con Micaela de Luján. También se difumina la relación con la propia Jerónima de Burgos, que no reaparece hasta 1611.

*1607-1608: Agustín González de Amezúa sitúa en esos años la relación sentimental de Lope con la actriz Jerónima de Burgos, casada con el autor de comedias y director teatral Pedro de Valdés. La relación de Lope con Valdés y con la actriz fue principalmente profesional.

*verano de 1610: Lope se instala de manera definitiva en Madrid. En septiembre se compra una casa en la calle de Francos.

*A partir de 1611 las cartas de Lope dejan traslucir un interés creciente por la Corte, así como una simpatía nueva por la figura del privado, el duque de Lerma. A ese año corresponde en el epistolario del Fénix la primera alusión clara a Jerónima de Burgos.

*verano-otoño de 1612: muere Carlos-Félix, el hijo muy querido que había tenido en 1606 con Juana de Guardo. Este hecho marca el comienzo de un final en la vida del Fénix.

*Finales de 1612: Fuente Ovejuna.

*verano de 1613: muere Juana de Guardo.

*septiembre de 1613: como muestra de su nuevo acercamiento a la Corte, Lope se integra en la comitiva real en el viaje a Segovia, Burgos y Lerma. En esa misma fecha está documentada la presencia de Jerónima de Burgos en Segovia como actriz. El 23 de ese mes escribe Lope al duque de Sessa diciéndole que había sido huésped de Jerónima y que se lo había pasado muy bien con ella. Por una carta del 21-22 de octubre, redactada en la localidad de Ventosilla (al sur de la actual provincia de Burgos, muy cerca de la villa de Lerma, donde el duque de Lerma tenía un palacete construido por el arquitecto Francisco de Mora en estilo neoescurialense), sabemos que Lope continúa con Jerónima. El 23 de septiembre, junto con Jerónima, se traslada de Segovia a Lerma, donde permanece hasta el 19 de octubre. Estuvieron preparando la representación teatral que debía tener lugar en los jardines de Ventosilla el miércoles 23 de octubre, aunque no sabemos si tuvo lugar debido a la lluvia y el temporal que se desencadenó. A finales de octubre Lope regresa a Madrid desde Lerma, no sabemos si con Jerónima de Burgos (según Agustín González de Amezúa volvieron juntos). En cualquier caso, como señala Mimma de Salvo, Jerónima también se hallaba con su compañía teatral en Madrid en octubre de 1613. También por entonces cuenta con el duradero mecenazgo del duque de Sessa (Luis Fernández de Córdoba y Aragón, 1582-1642), protegido del duque de Lerma. Aquel acercamiento a la Corte coincide con el regreso del duque de Sessa al favor del rey.

Según Juan Oleza y Donald McGrady todo lo relatado en este párrafo en relación a las jornadas de Segovia, Ventosilla y Lerma tiene lugar en 1614.

*30 de octubre de 1613: se concede licencia en Madrid a la obra de teatro La dama boba, en la que el papel de la intelectual Nise es asignado por Lope, cuando la representación, a la actriz Jerónima de Burgos, más parece por razones profesionales que sentimentales, según la estudiosa Mimma de Salvo. No existen pruebas concluyentes de que Lope escribiera esa comedia genial pensando en Jerónima de Burgos.

*1614: fiestas y representaciones teatrales en Lerma, delante del Rey y de la Corte, en las que está presente Lope de Vega. Esta información es de Juan Oleza y Donald McGrady, aunque es distinta la opinión de Mimma de Salvo y de Alonso Zamora Vicente (éste último da como fecha de las jornadas de Segovia, Ventosilla y Lerma el año de 1613). Mimma de Salvo sitúa esas fiestas en la segunda quincena de octubre de 1613, a partir del día 23. Lope escribe un delicioso drama caballeresco, El premio de la hermosura, representado en Lerma (según Juan Oleza y Donald McGrady) el 3 de noviembre de 1614, ante el Rey, la Reina y toda la Corte. Fue un encargo de la Reina, Margarita de Austria, esposa de Felipe III. Lope tuvo un papel en esta obra, el del jardinero Fabio, quien solicita al monarca y al valido obtener la plaza de cronista del reino.

*A partir de 1613-1614 el acento religioso es cada vez mayor en su obra, tanto poética, dramática o en prosa.

*Principios de marzo de 1614 [según Donald McGrady en abril]: es ordenado de los grados canónicos menores en Madrid, marchando a Toledo el 12 o 13 de marzo, donde parece que fue huésped de Jerónima de Burgos (según una carta que le escribió el día 15 al duque de Sessa).

*24 de mayo de 1614: es ordenado sacerdote en la diócesis de Toledo.

*En octubre de 1614 comienza a enfriarse la relación de Lope con Jerónima de Burgos. Ésta lo difama desde esa fecha ante el duque de Sessa, quien, no obstante, siempre protegió a Lope, hasta la muerte del Fénix.

*A partir de abril de 1615 Lope alude en sus comedias de manera crítica y satírica a Jerónima de Burgos (un buen ejemplo es El galán de la Membrilla, de ese mes, donde su venganza hacia la actriz estallaba con fuerza). Parece que la razón de esta venganza tiene su origen, según Donald McGrady, en la relación que, desde al menos abril de 1615, mantiene Lope con la actriz Lucía de Salcedo (la Loca), futura amante del poeta, relación que motivó la crítica y la venganza de Jerónima en mayo y junio de 1615 (con el mismo propósito de alejarlo del duque de Sessa). Tanto en la citada comedia como en El perro del hortelano (según Donald McGrady de 1613 – 1615; publicada en 1618), Lope ridiculiza a Jerónima. En esta última comedia enfatiza su origen judío y su obesidad. Además, desde abril de 1615 Lope comenzó a entregar sus obras al autor Hernán Sánchez de Vargas, en cuya compañía teatral es probable que actuase Lucía de Salcedo. Por tanto, la ruptura con Jerónima de Burgos acarreó también la ruptura profesional con Pedro de Valdés, quien contrató como dramaturgo oficial a Tirso de Molina, autor criticado desde ese momento por Lope. En una carta de éste fechada en Madrid entre el 25-26 de julio de 1615, Lope ataca a Jerónima y se refiere a Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina, como «desatinada comedia del Merçenario».

*1614 – 1615: El villano en su rincón (fecha según Donald McGrady).

*18 de octubre de 1615: doble matrimonio real por poderes en Burgos: el de Isabel de Borbón, hija de Enrique IV de Francia, con el futuro Felipe IV de España, y el de Ana de Austria, hija de Felipe III de España, con Luis XIII de Francia. Estas dos bodas marcan en Lope el final de la época iniciada en abril de 1599.

*1620-1625: El caballero de Olmedo (según Donald McGrady).

*marzo de 1628: última mención de Jerónima de Burgos en el epistolario de Lope.

*1631: El castigo sin venganza (fecha según Donald McGrady).

*27 de agosto de 1635: Lope de Vega muere en Madrid.

 

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Estudio preliminar de Juan Oleza Simó (Palma de Mallorca, 1946) a Peribáñez y el Comendador de Ocaña (1997)

 

*Juan Oleza prefiere hablar de un primer Lope que del joven Lope, y extender esta primera manera dramática hasta 1599-1600, en que se producirán cambios sustanciales. La vida de Lope comienza a tomar un nuevo giro muy marcado hacia finales del decenio de 1590, cuando parece iniciar su doble convivencia con la actriz Micaela de Luján y con Juana de Guardo (con quien se casa en abril de 1598), convivencia que irá desplazándose desde la primacía de la pasión por Micaela hacia la aquietadora influencia doméstica de Juana.

*Entre 1598 y 1614 ocurren dos acontecimientos decisivos en la vida de Lope. De un lado, su voluntario alejamiento, tanto físico como moral, de la Corte, en cuya agitada vida había participado activamente desde su regreso a Madrid en 1596 hasta la jornada de las bodas reales en Valencia (1599) [se refiere a los enlaces matrimoniales de Felipe III y Margarita de Austria y Alberto de Austria con Isabel Clara Eugenia, ambos acontecidos el 18 de abril de 1599]. El alejamiento de la Corte durará hasta 1613, a pesar de que la Corte regresa a Madrid en 1606, y aunque Lope se ha instalado de forma definitiva en Madrid en el verano de 1610. Lope es, desde al menos 1605, el representante arquetípico de las ideas de una clase media ambigua, a medias burguesa y a medias hidalga, que fue la caballería urbana, la que profesionalizó al Fénix como su dramaturgo.

*En lo que atañe a su obra creativa no dramática, observamos un periodo que transcurre entre 1598-1599 y 1613-1614, en el que abandona los poemas épicos eruditos de su juventud (aunque todavía escriba en el periodo aludido la Jerusalén conquistada), los poemas de circunstancias cortesanas ligados a 1599 y las prosas pastoriles. Son las Rimas (1602 y 1604) las que dan identidad poética a este periodo, que se cerrará con el ademán religioso de los Cuatro Soliloquios (1612) y dará paso a una nueva etapa con las Rimas Sacras (1614). El Arte nuevo de hacer comedias (1609) proporcionará identidad estética al periodo, que se completa con la prosa de El peregrino en su patria (1604), las prosas de Los pastores de Belén (1612) o el poema épico la Jerusalén conquistada (1609).

*Pero es en el terreno del teatro donde el mencionado periodo se delimita con mayor precisión. Entre la propuesta teatral del primer Lope y la del Lope triunfante de 1609, ocurre un hecho decisivo: la suspensión de las representaciones teatrales primero en Madrid y de forma transitoria, el 6 de noviembre de 1597, y desde el 2 de mayo de 1598 en toda España. La autorización para que puedan volver a representarse comedias en los corrales data del 17 de abril de 1599, ya con Felipe III.

*La propuesta dramática del primer Lope, en que cuaja la ruptura de la Comedia nueva con el teatro anterior (la Comedia nueva se iniciaría hacia 1598-1599), se verifica más a lomos de comedia que a pechos de tragedia o tragicomedia, siendo ésta su más llamativa señal de identidad. Cierto es que tal distinción sólo puede establecerse una vez reconocida la condición híbrida, monstruosa y quimérica de la Comedia nueva, esto es, que toda ella es por naturaleza tragicómica, vulnerando así el código aristotélico, al mezclar asuntos graves con personajes bajos o personajes elevados con asuntos cotidianos, o que plantea conflictos trágicos de manera cómica, oscilando con toda libertad entre la historia y la fábula. La Comedia nueva diversifica sus funciones en direcciones alternativas, básicamente dos: a) Comedias (tragicómicas), donde predominan la imaginación, el enredo y el deseo liberado; b) Tragedias (tragicómicas) y Tragicomedias (tragicómicas), caracterizadas por la ejemplaridad, la controversia, el adoctrinamiento y la interrogación sobre la condición humana. Este segundo bloque puede denominarse también como Drama. Si todas son tragicomedias, unas tiran por lo cómico al tiempo que otras lo hacen por lo dramático.

*Los géneros que están llamados a definir el drama del Arte nuevo de hacer comedias en su madurez, los dramas de hechos famosos y los dramas imaginarios del poder y la honra, no están bien configurados todavía antes de 1599, mientras que los géneros que le prestarán su identidad cómica, las comedias urbanas y las palatinas, están ya plenamente definidos antes de 1599.

*Ejemplos de comedias urbanas: Los locos de Valencia, El maestro de danzar, El maestro de danzar, El mesón de la corte, La francesilla o La viuda valenciana. Todas ellas dibujan una divertida acción amorosa, sustanciada en el enredo, el ingenio y la ocultación de la personalidad, en un medio urbano contemporáneo.

*Las comedias palatinas operarán como principal fuerza de choque en la ruptura de la Comedia nueva tanto respecto de la práctica escénica erudita como de la cortesana. Entre ellas, pueden mencionarse Los donaires de Matico, Las burlas de amor, Ursón y Valentín, El príncipe inocente o El rey por semejanza (que no es seguro sea de Lope).

*Pero el primer Lope dispuso su estrategia con apoyos en los flancos, y en el imaginario de las palatinas situó las literaturizadas y artificiosas pastoriles (tan propias del Renacimiento), mientras que extremaba el de las realistas urbanas con las llamadas picarescas.

*Aún habría que añadir otro género cómico, el de la comedia novelesca, que supone la asimilación por Lope de esquemas argumentales ya usados por las compañías italianas y por los actores-autores españoles, como Lope de Rueda.

*A partir de 1599 la comandancia del frente cómico ha pasado a ser desempeñada casi en exclusiva por el subgénero urbano. La obra maestra del periodo (1599-1614) es La dama boba (octubre 1613).

*Junto a las comedias urbanas Lope sigue puntualmente fiel al subgénero picaresco, como El anzuelo de Fenisa (publicada en 1617), de ambiente napolitano.

*Los dramas caballerescos tienden a concentrarse en la primera parte del periodo 1599-1614. Después desaparecen. Ejemplos: Los palacios de Galiana (1597-1602), Las pobrezas de Reinaldos (1599), Angélica en el Catay (1599-1603) y La mocedad de Roldán (1599-1603). No obstante, al final del periodo Lope escribe un delicioso drama caballeresco, El premio de la hermosura, representado en Lerma el 3 de noviembre de 1614, ante el Rey, la Reina y toda la Corte.  Fue un encargo de la Reina, Margarita de Austria, esposa de Felipe III.

*En cuanto a los dramas mitológicos, Lope los abandona a partir de Adonis y Venus (1597-1603), más próximo a 1597 que a 1603. No obstante, aún escribe otro muy notable más tarde, La fábula de Perseo, representado ante la Corte en 1612 o 1613. De igual modo que reactiva el subgénero pastoril con la novela La Arcadia (1610-1615), vuelve de nuevo, después de 1614, a los dramas mitológicos: El laberinto de Creta y Las mujeres sin hombres (ambos en torno a 1615), El marido más firme (1617-1621) y La bella aurora (probablemente de 1620-1625).

*Durante el periodo 1599-1614 se incrementan los dramas de libre invención, especialmente los de corte palatino: El mayordomo de la duquesa de Amalfi (drama palatino muy relacionado con El perro del hortelano, también de ambiente napolitano), La locura por la honra, El juez en su causa, La firmeza en la desdicha, La discordia en los casados y muchos otros.

*De manera parecida a lo que estaba pensando algunos años antes Michel de Montaigne, también Lope, durante el periodo 1599-1614, se entrega a reflexionar acerca del desmoronamiento progresivo de las utopías renacentistas, la exploración casuística de la realidad como fuente de conocimiento, pero sobre todo como guía de conducta frente a las mudanzas de la fortuna, las desigualdades de destino, el triunfo de las apariencias, en un mundo que, del cielo abajo, no se reconoce sino en la arbitrariedad y el desorden.

*Es probable que el cambio más profundo experimentado en la trayectoria del Fénix a partir de 1599 sea el traslado mayoritario de su dramaturgia al campo de la historia. Hasta 1614 el grupo de los dramas historiales es el más numeroso. Una de las explicaciones puede ser una circunstancia de época, la que se creó una vez que se reabrieron los corrales en 1599. Pero también hay que tener en cuenta la sensibilidad de la época, muy consciente de la historicidad de la vida humana, algo que comienza a formarse en el primer Renacimiento y que sufre mutaciones importantes con el surgimiento de una mentalidad barroca. Según José Antonio Maravall, de la constatación de la continuidad entre el pasado y el presente, deriva la utilidad del pasado para conocer y guiarse en el presente. Es así como Maquiavelo extrae las lecciones para su ciencia política del presente del estudio de la Antigüedad. La Historia de España del padre jesuita Juan de Mariana (1536 – 1624), años más tarde, recogerá en forma sintética esta misma tesis. Escribe Maravall que a través de la investigación histórica se busca el proceso de individualización de cada pueblo, de cada comunidad política. Y si la concepción de la Historia, como revelación de lo permanente e igual de la naturaleza humana, apoyó una mayor estimación de lo presente y produjo un alejamiento del mito de los antiguos, esa orientación inversa de la práctica historiográfica hacia lo singular de cada pueblo contribuyó a desarrollar el patriotismo, y con él el entusiasmo por la propia comunidad, exaltando sus valores frente a los de las demás [comunidades], comprendidas entre éstas las de los pueblos clásicos, llevando a pensar que cada pueblo poseía en él mismo su propio paradigma.

De las tesis renacentistas que afirman la continuidad y la universalidad de la historia y el canon del mundo clásico, se desplaza Maravall hacia las tesis que constatan la diversidad de los procesos históricos, la diferencia de la propia historia respecto a la de los demás pueblos, la primacía de lo moderno sobre lo clásico y de lo propio sobre lo ajeno.

*La nueva conciencia de historicidad es inseparable del proyecto de definición de los Estados nacionales, iniciado a finales del siglo XV, pero consolidado plenamente en España después del paréntesis imperial de Carlos V. El papel asignado por el Renacimiento a la Antigüedad grecolatina se traslada ahora al pasado nacional, buscando en él su mitología.

En esta elaboración de los signos de una conciencia histórica, y, a la vez, nacional, es determinante la reactivación por Florián de Ocampo (ca. 1499 – 1558), y, continuándole, por Ambrosio de Morales (1513 – 1591), de la Crónica General de España, la investigación de la cual había quedado interrumpida en la época de Alfonso X el Sabio.

*De todos los géneros en que se diversificó la historia del siglo XVI (relaciones de sucesos militares contemporáneos [Lepanto, rebelión morisca en las Alpujarras, guerras de Alemania, jornada de Portugal, que en el teatro de Lope se reflejan en piezas como Los guanches de Tenerife, La Santa Liga, La nueva victoria del marqués de Santa Cruz, El asalto de Mastrique], biografías y hagiografías [reflejadas en Lope en las comedias de «Vidas» y en las de «Santos»], historias institucionales relacionadas con las Órdenes militares [usadas por Lope en obras como Peribáñez, Fuente Ovejuna y El sol parado]), uno de los más fecundos para el teatro de Lope fue sin duda el de las genealogías, auspiciadas por la nobleza durante el reinado de Felipe II.

*Si Ambrosio de Morales (fraile jerónimo que continuó la Crónica General de España de Florián de Ocampo) y Jerónimo Zurita (autor de Los anales de la Corona de Aragón, redactados entre 1562 y 1580) expresan el eje de avance de la historia hacia la crítica y el rigor científico, la historiografía condensa en el padre Juan de Mariana las posibilidades de la historia como obra de arte, según el canon de Tito Livio, pero también de Salustio y de Tácito, de Polibio y de Plutarco, de los humanistas italianos y españoles, como Sebastián Fox Morcillo (1526 – 1559).

*El paralelo entre Juan de Mariana y Lope de Vega es sugestivo. La concepción de la historia de ambos proporciona indicios de ser notablemente parecida. La historia de Mariana se deja inscribir en esa marea creciente de la conciencia de una identidad nacional que afirma sus raíces en la historia, pero también en la mentalidad popular, en las costumbres, en la intrahistoria, hasta el punto de convertir en protagonista de su relato al «pueblo español en cuanto nación predestinada a grandes destinos» (Antonio Domínguez Ortiz). Ni ese nacionalismo ni ese popularismo son rasgos de historiador humanista, pero sí son rasgos que comparte con el teatro histórico de Lope de Vega, como también comparten la concepción de la utilidad de la historia para el presente, un realismo y un pragmatismo nada especulativos, nacidos de la desintegración de la utopía humanista, un persistente providencialismo cristiano, sus dudas sobre las capacidades de la astrología, su militancia antiislámica y antiprotestante, su alineamiento con buena parte de las actitudes étnicas del casticismo, especialmente con el antijudaísmo, así como esa identificación con las causas populares que lleva a Lope a captar desde su punto de vista algunos de los conflictos de clase de mayor calado de su época, y de mayores consecuencias futuras, como el que contrapone a señores feudales y labradores honrados, o a reyes tiranos y ciudadanos que reclaman sus derechos individuales, y que ha llevado a la historiografía a hablar de los ideales democráticos y hasta republicanos de Mariana, autor del tratado político De rege (De rege et regis institutione, Toledo, 1599), que provocó su encarcelamiento, la condena por el Parlamento de París (después del asesinato de Enrique IV de Francia en mayo de 1610, ya que De rege planteaba de modo polémico la cuestión del tiranicidio) y la prohibición de sus tesis por su propia Orden, la Compañía de Jesús.

Por su parte, Lope quiere obtener del rey la plaza de cronista del reino en 1614 (ver en la tabla cronológica la representación de El premio de la hermosura). En 1620 volvió a insistir sobre el oficio de cronista, pero tampoco lo obtuvo ese año ni en 1629 ni nunca. Él lo atribuyó a su vida desordenada y poco ejemplares costumbres. No obstante, si trabajó intensamente como dramaturgo de la historia, condicionado por un régimen de mecenazgo (el del duque de Sessa).

*Para Lope hacer historia es representarla, resucitar el pasado ante los ojos de los espectadores como si estuviera vivo, volver a producir en el presente aquel efecto que los acontecimientos tuvieron en un tiempo objetivo. Este precepto ya lo había encontrado Lope en Juan de Mariana, y antes en Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527) y en Francesco Guicciardini (1483 – 1540). Sin embargo, la licencia poética le conduce, en muchos casos, a reconvertir la historia en fábula.

*El hispanista estadounidense Stephen Gilman (1917 – 1986) trató de explicar la diferencia entre los «History plays» (obras de teatro históricas) de Shakespeare, con su fidelidad a los acontecimientos, y la libertad de las comedias históricas de Lope, de este modo: «En el caso del español, todo lo contrario; la representación teatral es la verdad, hace la verdad. La fuente no es más que una ‘pintura’ muerta: un punto de partida para la vida liberada, libre, y, por tanto, siempre nueva. Así, Lope siente que tiene pleno derecho de manipular o inventar el pasado según su intuición del momento y las necesidades artísticas de cada comedia». Gilman concluye su argumentación con la hipótesis de que el secreto de la relación de Lope con la historia radica «en un juego, un juego literario-verbal, a veces de una gran delicadeza y refinamiento, a veces grotesco», que Lope aprende en el Romancero y que tiene tres leyes determinantes: el ritmo octosilábico del romance; sus temas, que confieren a los castellanos conciencia de su identidad colectiva; la libertad de creación del poeta del Romancero frente a las leyendas en que se inspira. La hipótesis de Gilman apunta a la bien conocida e intensa relación del drama histórico lopesco y el Romancero, pero resulta incapaz de explicar el proceso de creación de obras que respetan sustancialmente los hechos históricos, y son muchas.

*La gran mayoría de los dramas históricos de Lope pueden ser clasificados como dramas de hechos famosos, que hacen de la teatralización no tanto una lección de historia como una celebración dramática de hechos ya conocidos y famosos.

*Hemos dicho que en lo que atañe a la concepción del drama histórico en Lope, ésta incluye como tercer precepto el de su utilidad para el regimiento del presente. Glosando la definición de la Historia que hizo Cicerón en su De Oratore II, 9, 36 («testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis»:  testigo del tiempo, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, heraldo de la antigüedad), escribe el pensador político español Diego de Saavedra Fajardo (1584 – 1648) en la Empresa XXVIII de su Idea de un príncipe político cristiano (1640): «Gran maestro de príncipes es el tiempo. Hospitales son los siglos pasados, donde la política hace anotomía de los cadáveres de las repúblicas y monarquías que florecieron, para curar mejor las presentes. Cartas son de marear, en que con ajenas borrascas o prósperas navegaciones están reconocidas las riberas, fondeados los golfos, descubiertas las secas[1], advertidos los escollos, y señalados los rumbos de reinar».

*El problema central al que se enfrenta el historiador del siglo XVI es el de la relación entre fábula y verdad, una vez disipado el trascendentalismo medieval.

 

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Prólogo de Donald McGrady a Peribáñez y el Comendador de Ocaña (1997).

 

*Hay razones fundadas para creer que la obra se escribió en julio de 1605. El mismo Lope de Vega, a través del personaje de Belardo, que aparece reiteradamente en sus comedias y representa al propio poeta, nos dice que tenía cuarenta y dos años cuando la escribió (hasta el 2 de diciembre de ese año no cumpliría los cuarenta y tres).

*El hispanista francés Noël Salomon (1917 – 1977), en sus monumentales Recherches sur le thème paysan dans la «Comedia» au temps de Lope de Vega (1965), sigue el procedimiento de explicar el drama a través de la realidad histórica. Salomon sostiene que los temas tratados por el teatro quedan dilucidados por la decadencia de la agricultura española, debida al abandono de los campos por los labradores, que se iban a buscar una vida mejor en la urbe. Comienza señalando que la Comedia del Siglo de Oro concede al campesino una importancia que no alcanza en ningún otro teatro europeo, en ninguna época.

Salomon relaciona la valoración del campesino con el éxodo de los campos, pero lo cierto es que éste se produjo a lo largo de todo el siglo, agudizándose a partir de 1580, mientras que el villano modélico sólo aparece a partir del Peribáñez de Lope.

*[Para ser justos con Noël Salomon, más adelante precisaremos lo que dice acerca del tema campesino en el teatro español del Siglo de Oro. Aquellas monumentales Recherches han sido traducidos por Beatriz Chenot como Lo villano en el teatro del Siglo de Oro, Madrid, Castalia, 1985, reproduciéndose algunos párrafos esenciales en la edición de Fuente Ovejuna que la editorial Crítica realizó en 1993].

*Para Donald McGrady, el campesino de la Comedia no es revolucionario, es decir, no pone en tela de juicio el orden social existente. Sin embargo, en unas pocas obras            -precisamente las más artísticas y célebres- se presenta un antagonismo entre el villano y el noble, en que aquél defiende enérgicamente su derecho a la dignidad personal, su honra, que ciertos caciques tratan de quitarle. Para Salomon los héroes de estos dramas de honor campesino -Peribáñez, Fuente Ovejuna y El mejor alcalde, el rey (1620 – 1623, según Donald McGrady) de Lope de Vega, La Santa Juana y La dama del Olivar de Tirso de Molina, La serrana de la Vera y La luna de la sierra de Luis Vélez de Guevara, El alcalde de Zalamea de Calderón de la Barca, Del rey abajo, ninguno de Francisco de Rojas Zorrilla- son todos labradores pudientes y excepcionales, que corresponden a la clase de villanos ricos que en la realidad española lucharon en los siglos XVI y XVII  con los hidalgos rurales, y que a veces compraron ellos mismos títulos de hidalguía. Pero si bien es cierto que algunos de los héroes de estas comedias son verdaderamente ricos, como el Pedro Crespo de Calderón y el García del Castañar de Rojas Zorrilla, no lo son los protagonistas de Lope: ni Peribáñez (aunque posee una riqueza por encima de la media de sus iguales), ni Frondoso en Fuente Ovejuna, ni Sancho en El mejor alcalde, el rey.

*Estos héroes de Lope creen en la igualdad esencial de todos los hombres y no están dispuestos a aceptar que nadie -villano o aristócrata- les quite su honor, gozando a su mejer o novia. Ningún comentarista ha sabido apreciar que el labrador de todos los países y todos los tiempos tiene un peculiar modo de pensar, muy diferente del de su primo de la ciudad, y que el rasgo fundamental de este pensamiento es la idea (abundantemente expuesta ya por Jesucristo, el más ilustre de los aldeanos) de la igualdad de todos los hombres, pues todos somos hijos de Dios, y que la riqueza material y la clase económico-social (según clasifican los de la urbe) nada dicen sobre el valor de la persona.

*Pedro Crespo, el héroe de El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, sabe que él es quien es [como también lo sabía Don Quijote: «Yo sé quién soy» (Primera parte, cap. V), que, en última instancia, como comenta Vicente Gaos en una nota al pie de su edición del Quijote, remite a Yahveh en el AT: «Yo soy el que soy», palabras que dice a Moisés en el episodio de la zarza ardiendo, Ex, 3, 14], y que no va a aumentar su valor como hombre ante Dios ni ante su prójimo al pagar buenos dineros por un pergamino [certificado de hidalguía] que pretenda decir que él vale más por haberlo adquirido.

*Las Recherches de Noël Salomon son una riquísima cantera de datos, pero no una infalible guía crítica. Lo que más cundió del hispanista francés entre la crítica fueron las ideas de que la figura del labrador alcanzó auge en el teatro a causa de la crisis agrícola (una crisis que se remonta a muchas décadas atrás y que se agrava a partir de 1580), y que los héroes villanos que defienden su honor en las tablas son todos ricos (ya vimos que no era así en los tres héroes capitales de Lope en los tres grandes dramas de su obra en torno a la honra y al honor: Peribáñez, Frondoso en Fuente Ovejuna y Sancho en El mejor alcalde, el rey). La verdad es que el campesino defensor de su honra aparece en el teatro porque un gran genio -Lope de Vega- creía en el valor humano de toda persona. Lope vio en los villanos, a los que conocía muy bien, un sentimiento de dignidad que nunca había vislumbrado en sus conciudadanos de la urbe.

*1590-1595: Lope de Vega sirve al V Duque de Alba, don Antonio Álvarez de Toledo y Beaumont, en su corte de Alba de Tormes, y durante esta época comenzó a cultivar el género pastoril (El verdadero amante, Belardo el furioso, Los amores de Albanio y Ismenia; poco después escribió La pastoral de Jacinto y Adonis y Venus). Las comedias lopescas de ambiente bucólico abrieron el paso a sus dramas de honor villano. Es evidente que tanto el aristócrata voluntariamente con máscara de pastor como el que se ve obligado a buscar refugio entre verdaderos villanos marcan un paso significativo hacia la futura introducción en escena del labrador de carne y hueso.

*Las principales fuentes de Peribáñez y el Comendador de Ocaña son el relato bíblico de las relaciones adúlteras entre el rey David y Betsabé, la mujer de Urías; el exemplo L del Conde Lucanor de Don Juan Manuel (1282 – 1348, sobrino carnal de Alfonso X el Sabio y nieto de Fernando III el Santo); y el modo de construir la trama de los grandes novellieri italianos de los siglos XIV, XV y XVI [Giovanni Boccaccio, Matteo Bandello (1485 – 1561), Gianfrancesco Straparola, Giambattista Giraldi Cinthio (1504 – 1573), Franco Sacchetti, Masuccio Salernitano (ca. 1410 – 1475), Agnolo Firenzuola, Ortensio Lando, etc].

Hacia 1605, el modo usual del Fénix de construir la trama de una comedia novelesca es el mismo de los grandes novellieri italianos, esto es, combina los núcleos de dos relatos ajenos, eliminando sus detalles accesorios, y luego sobre esta urdimbre teje otros pormenores provenientes de fuentes adicionales, inclusive de su propia inventiva. En el caso de Peribáñez, el material derivado del relato de David, Betsabé y Urías (II Samuel, 11, 2-17), enriquecido por el exemplo L de Don Juan Manuel, sirve a Lope para idear el ochenta por ciento de las grandes líneas del argumento, hasta el verso 2501. El tratamiento que más se parece a Peribáñez es el de Matteo Bandello (II, 15), en que la heroína es campesina, reclama justicia, y decide no hacer ejecutar a su marido violador los elementos más importantes tomados de Bandello por Lope son, pues, la condición de villana de la heroína y su fuerte resistencia al señor que exige sus favores.

De la historia de David, Betsabé y Urías y de Don Juan Manuel toma Lope el motivo del señor que se prenda de una bella casada, vasalla suya, y que, para poder gozarla, envía al marido a la guerra. De Don Juan Manuel proceden igualmente el consejero malvado y la suave pero eficaz resistencia de la mujer al cacique. Este rechazo del seductor probablemente hizo que Lope se acordara de una serie de cuentos italianos, en que un señor viola a una joven cuando ella lo repulsa valientemente; de ahí que el Comendador trate de forzar a Casilda. De importancia capital es que la heroína sea campesina en la versión de este cuento por Bandello, bien que no se desarrolle el motivo. Del tratamiento dado por Masuccio toma Lope los detalles de la traición de la heroína por una mujer miembro de su casa, y la justicia final librada por el Rey en persona. Finalmente, de Giraldi Cinthio procede el incidente del reo que reclama para su mujer el precio ofrecido por su cabeza.

El argumento básico de Peribáñez deriva, entonces, de una fusión del relato bíblico de David, Betsabé y Urías (debidamente refundido por Don Juan Manuel) con novelle italianas de Masuccio Salernitano, Matteo Bandello y Giraldi Cinthio.

Muy palpable en Peribáñez es la influencia de la obra suprema de la literatura española medieval, La Celestina.

*Dentro de la modestia de su estado, Peribáñez y su esposa Casilda poseen toda la ética, dignidad y valor normalmente reservados en la literatura a los nobles. Si bien hay algunos precedentes desteñidos para Casilda (en la novella II, 15 de Matteo Bandello), no los hay para Peribáñez, el villano protector de la joven, que la defiende exactamente como si fuera noble. El personaje del campesino de alma caballerosa, que considera que la honra y la dignidad humana son derechos de todos, y no sólo de los encumbrados, es absolutamente original, no ya en la literatura española, sino en toda la europea. Lope dio un enorme paso adelante al dotar a sus héroes de almas tan elevadas como las de cualquier caballero y su esposa. También es insólita su decisión de otorgar a estos labradores el papel de protagonistas ejemplares de su drama.

*El buen teatro siempre se ha hecho mediante la palabra, limitándose a los accesorios escénicos más elementales. En esta obra y en otras del teatro de Lope de Vega, es preferible hablar de cuadros que de escenas. También hay que señalar la gran variedad métrica empleada en cada obra, un fenómeno sin paralelo en la dramaturgia europea. La caracterización en Peribáñez es sencillamente extraordinaria, y lo sería en el teatro de cualquier época. Menéndez Pelayo declaró que Peribáñez «es un drama profundamente democrático», refiriéndose de este modo al hecho de que fuera un humilde villano el que defiende su honra contra un noble.

*La acción de Peribáñez transcurre en agosto de 1406. El rey es Enrique III el Doliente de Castilla, nacido en Burgos el 4 de octubre de 1379 y soberano desde 1390 hasta su muerte en Toledo el 25 de diciembre de 1406. Enrique III y Catalina de Lancaster fueron los padres de Juan II de Castilla, casado en segundas nupcias con Isabel de Portugal, padres ambos de Isabel la Católica. Enrique III se casó en 1393 con Catalina de Lancaster (Hertford, Inglaterra, 31 marzo 1373 – Valladolid, 2 julio 1418), hija de Juan de Gante y de Constanza de Castilla, segunda hija de Pedro I el Cruel, por lo que Catalina era nieta de éste último y abuela de Isabel la Católica.

 

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Opiniones críticas del hispanista francés Noël Salomon sobre Fuente Ovejuna y otros dramas de honra villana de Lope de Vega

 

* Estudio preliminar de Noël Salomon a Fuente Ovejuna, de Lope de Vega [en realidad se trata de una selección de párrafos de su célebre monografía Recherches sur le thème paysan dans la «Comedia» au temps de Lope de Vega, 1965, traducida al español como Lo villano en el teatro del Siglo de Oro].

Noël Salomon destaca la importancia de lo villano en la comedia española en tiempos de Lope de Vega. En ningún otro teatro europeo, en ninguna otra época, encontramos un ejemplo de tal insistencia, por parte de los dramaturgos, en poner en escena el campo y a sus gentes, sus canciones, sus trajes, sus costumbres y hábitos, sus personajes folclóricos. Shakespeare lo hace en The Winter’s Tale (Cuento de invierno, ca. 1610-1611, aunque publicado en 1623), pero en el teatro español del Siglo de Oro esos dramas suman legión, principalmente en Lope [Peribáñez, Fuente Ovejuna, El mejor alcalde, el rey], pero también en Calderón [El alcalde de Zalamea], en Tirso de Molina [La Santa Juana, La Dama del Olivar] y en otros. Con el creador de la Comedia, a saber, Lope de Vega, el motivo villanesco se instituyó como uno de los temas mayores de la literatura dramática.

Noël Salomon distingue cuatro grandes aspectos de lo villanesco: a) el villano cómico (propio de los dramaturgos primitivos, como Juan del Encina); b) el villano útil y ejemplar (desde 1530); c) el villano pintoresco y lírico; d) el villano libre y digno (Lope de Vega y Calderón de la Barca).

Para Salomon la organización monárquico-señorial de la sociedad castellana o leonesa no fue sino una forma de transición del sistema feudal clásico (tal como se dio en Francia). Cuando hablamos de feudalismo castellano-leonés no podemos dejar de lado el carácter particular que tuvo ese feudalismo en lo jurídico-social. El villano castellano-leonés comparte con el villano de Noruega la originalidad de no haber conocido jamás la verdadera servidumbre. Las tierras de la Reconquista del norte, del oeste y del centro de la Península (Asturias, León y Castilla) no conocieron el sistema señorial absoluto del Occidente y los vínculos de dependencia sólo tuvieron una relativa y parcial vigencia.

Pronto los villanos cristianos se vieron casi exentos de cargos realmente serviles. De esta condición específica de los vínculos sociales en Castilla, León y Asturias, surgió en el villano de estas regiones el sentimiento de ser un hombre, mucho antes que sus hermanos de Aragón o del sur de Francia. A fines del siglo XV, el espíritu de libertad de los campesinos castellanos, leoneses o asturianos se fortaleció con la «revolución» de los Reyes Católicos que sustituyeron a la antigua nobleza medieval, tiránica y guerrera, por otra nueva nobleza de corte, domesticada y amansada. Los villanos tendieron entonces cada vez más a escapar de la tutela señorial para pasar bajo el dominio de la Corona, donde, ya vasallos del rey, se sentían más libres. porque la monarquía, tal como la impusieron los Reyes Católicos, significó desde este punto de vista un elemento de progreso, y el sistema monárquico-señorial constituyó, frente al sistema señorial, un paso adelante. por lo tanto, con la cabeza erguida y con algún adelanto en la emancipación, el villano de Castilla y León entró en los tiempos modernos.

Los principales motivos que han dado la ocasión de que se exprese teatralmente el punto de vista del villano real son esencialmente los del villano rico, del ascenso social, de la dignidad del villano, del conflicto entre nobles y villanos.

A propósito del tema de la dignidad del villano, Noël Salomon ha subrayado en qué medida el drama, en una pieza como Peribáñez y el Comendador de Ocaña, nace de la discordancia entre la teoría y la práctica señorial; intenta demostrar que la rebelión del villano resulta de que el noble quiebra el orden ideal del sistema monárquico-señorial, y, por consiguiente, la institución nobiliaria no es condenada en apariencia, pero demuestra también que este respeto formal de la ideología feudal entraña un antifeudalismo de hecho. Como el Peribáñez de Peribáñez y el Comendador de Ocaña, los villanos de la aldea de Fuenteovejuna, tales como los presenta Lope, no aspiran más que a seguir siendo buenos y leales vasallos bajo la vara de su comendador, Fernán Gómez de Guzmán. Sin embargo, este clima de buenas relaciones desaparecerá rápidamente por culpa del señor. Una primera fase termina cuando el Comendador intenta forzar a la aldeana Laurencia.

Las luchas del campesinado español contra los señores en los siglos XV y XVI fueron violentas. El desprestigio que sufría, cada vez más el título de comendador [de una Orden militar] es una de las razones que hacen plausible las «piezas de comendador» de Lope, imitadas por Tirso de Molina.

En las comedias de comendador de Lope de Vega y de Tirso de Molina, el meollo de la lucha entre el señor y los villanos es una mujer (novia o recién casada) a quien el señor pretende poseer sexualmente. Este tema impactaba al público, ya que los dramaturgos, en especial Lope, lo erigieron en motivo central del conflicto entre vasallo y señor. Si este motivo conmocionaba a tal punto la conciencia trágica del público, es que correspondía a un sentimiento colectivo surgido de las luchas del pueblo; de hecho, es la oposición resuelta y categórica al derecho de pernada por parte del campesino español de la Edad Media la que parece haber proporcionado el terreno histórico de donde brotaba este sentimiento colectivo. Sabido es que algunos señores de Occidente (en el sur de Francia, en el Piamonte) usaron de este jus primae noctis. Hay muchas posibilidades de que fuera practicado como costumbre de hecho en Aragón y Cataluña (más marcados por la impronta feudal).  Tal vez hasta fines del siglo XV.

En realidad, los dramas de la honra villana ponen en juego sentimientos e ideas harto más complejos que en la pastorela medieval, y, sin una referencia al trasfondo de las luchas históricas del campesinado español, sería imposible captar la riqueza de estas acciones teatrales. Conforme a los sentimientos reales de un campesinado que recordaba el papel antiseñorial desempeñado por la monarquía a fines del siglo XV, nuestros campesinos llevan a cabo la lucha en nombre del rey contra los opresores nobles.

 

 

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Prólogo del hispanista estadounidense Donald McGrady a Fuente Ovejuna de Lope de Vega (1993)

 

La fecha más probable para la composición de Fuente Ovejuna es a finales de 1612. Esta obra es uno de los clásicos del teatro universal de todos los tiempos.

La principal fuente de inspiración de nuestro drama fue la segunda parte de la Crónica de las tres órdenes y caballerías de Santiago, Calatrava y Alcántara, escrita por el licenciado Fray Francisco de Rades y Andrada, miembro él mismo de la Orden de Calatrava, y publicada en Toledo en 1572. Hacia 1466 Fernán Gómez de Guzmán, comendador mayor de Calatrava, ocupa Fuenteovejuna (en la actual provincia de Córdoba). Parece probable que abrumara a los villanos con exacciones fiscales y con excesos sexuales. La aldea de Fuenteovejuna se subleva una noche de abril de 1476 (fecha en que transcurre la acción del drama), matando bárbaramente al Comendador. En diciembre de 1474, una vez fallecido Enrique IV de Castilla, el comendador mayor apoya a Isabel y Fernando (casados en Valladolid el 19 de octubre de 1469) en la guerra civil castellana, en tanto que el nuevo maestre de Calatrava, Rodrigo Téllez Girón, toma el partido de Juana la Beltraneja y su esposo, Alfonso V de Portugal. La guerra civil sería ganada por Isabel, quien, mediante el Tratado de Alcaçovas o Alcazobas (4 septiembre 1479) se convirtió en reina legítima de Castilla. Por su parte, su esposo Fernando accedió al trono de Aragón también ese mismo año, al morir su padre Juan II. Inmediatamente después de la sublevación de Fuenteovejuna, Téllez Girón se incorpora a las filas de los futuros Reyes Católicos, mientras que una delegación de fuenteovejeños acude a Córdoba pidiendo volver a la jurisdicción de Isabel, lo cual es concedido con la mayor celeridad. Pero, al cabo de un par de semanas, a petición de unos criados del asesinado, se nombra una comisión para investigar el levantamiento, y en febrero de 1477 se designan jueces para este mismo menester. Según Rades, los jueces interrogaron bajo tortura a muchos pueblerinos, entre ellos mujeres y mozos, exigiendo saber quién mató al comendador, pero ellos sólo respondían que había sido Fuenteovejuna.

Lope de Vega respeta la historia en general, pero lo que más le importa no es la exactitud histórica, sino la verosimilitud dramática, y a este fin introducirá los cambios que le parezcan necesarios. La gran mayoría de las obras literarias que siguen la historia muy de cerca suelen ser mediocres. Sin embargo, Fuente Ovejuna se basa muy estrechamente en un acontecimiento verdadero, y aun así es una excelente pieza de teatro, pues Lope ha acertado con la fórmula precisa para presentar los hechos reales: en vez de ponerlos en boca de personajes menores, imprime forma vital al suceder histórico, haciendo que éste sea representado por personajes de carne y hueso, pero ficticios. Concretamente, de los tres protagonistas principales (los novios, Laurencia y Frondoso, y el malvado Comendador de Calatrava, Fernán Gómez), sólo el último es histórico.

La realidad, según Rades, es que el pesquisidor histórico encontró que Fernán Gómez había cometido grandes desafueros, que justificaban la sublevación, ante lo cual los reyes abandonaron la investigación. Si Lope se hubiera atenido a esta versión del resultado del conflicto entre aldeanos y nobles, con la plena reivindicación del derecho de los humildes a la dignidad humana, hubiera robustecido enormemente el tema de su obra, que es precisamente ése, el derecho de toda persona a la honra. Supuesto que introdujo en el drama un cambio tan radical y tan contrario a sus propósitos estéticos como el indulto extendido solamente para no «matar la villa toda», queda patente que tenía muy poderosas razones extraliterarias para hacerlo. Lope cedió ahí a la circunstancia de que él personalmente dependía económicamente de los nobles.

Raúl García Aguilera y Mariano Hernández Ossorno han señalado (Revuelta y litigio de los villanos de la encomienda de Fuenteobejuna (1476), Madrid, Editora Nacional, 1975) que en 1477 los Reyes Católicos condenaron la rebelión de Fuenteovejuna, mandando castigar a los culpables, acción con la que pretendían apaciguar a los nobles, quejosos de que los monarcas no castigaran a los aldeanos que se atrevieron a matar a su señor. Es posible que Lope tuviera noticia de estos documentos inéditos, pero estos conocimientos históricos no serían la razón por la cual el Fénix modificó su fuente principal (la Crónica de Rades), donde los Reyes reconocían que los oprimidos habían obrado bien al asesinar al tirano. Lo que pasaba era que Lope, al igual que los Reyes Católicos, no podía ofender abiertamente a una poderosa clase social.

El drama, en general, no se distingue de la narrativa por su contenido, sino por su forma. El buen teatro siempre se ha hecho mediante la palabra hablada, con los accesorios escénicos más elementales.

Fuente Ovejuna se representa en el teatro con muy pocos recursos escénicos. En las obras maestras de Lope, suele desempeñar un papel fundamental la función prefigurativa de las canciones. Otra característica de Lope es la gran variedad de metros poéticos que emplea en cada obra, un fenómeno sin paralelo entre los demás dramaturgos europeos. Lope variaba de metro intuitivamente, de acuerdo con su oído musical interior. Si plasmar ágilmente un drama en verso era un logro artístico alcanzable a pocos, verterlo en numerosos metros era una demostración de virtuosismo.

En lo que atañe a la historia de la crítica de Fuente Ovejuna, se han perfilado dos tendencias predominantes: la que se interesa sobre todo por el aspecto histórico-político de la obra, y la que la analiza bajo una perspectiva estética o estructuralista.

La historia de la crítica de Fuente Ovejuna empieza en 1899, con el estudio del gran Menéndez y Pelayo. Don Marcelino apunta la fuente histórica en la Crónica de Rades, realiza unas observaciones válidas sobre el valor estético de la pieza, alaba su descripción del feudalismo y de la anarquía del reinado de Enrique IV, y señala lo acertado de la caracterización y de la evocación del ambiente campesino. Cree que acaso hubo un romance popular sobre la sublevación; que «no hay protagonista individual, no hay más héroe que … el concejo de Fuente Ovejuna»; que «no hay obra más democrática en el Teatro castellano»; y que la pieza encierra un tremendo «arranque revolucionario».

En su ensayo de 1943 sobre Fuente Ovejuna (Revista de Filología Hispánica, V, págs. 13-44; recogido en Estudios sobre el teatro español, Madrid, Gredos, 1981, págs. 24-55), Joaquín Casalduero empieza por rechazar las afirmaciones de Menéndez y Pelayo sobre el contenido ideológico de la obra; para él, lo histórico-político no es sino «el fondo sobre el cual se destaca la acción», que consiste en los amores de Laurencia y Frondoso, frente a las agresiones del Comendador. Éste fue el gran acierto de Casalduero: discernir entre la trama principal y la secundaria, colocando cada elemento en su debido lugar.

El hispanista inglés Alexander Agustine Parker (1908 – 1989) expuso admirablemente en 1953, en menos de dos páginas («Reflections on a New Definition of ‘Baroque’ Drama», Bulletin of Hispanic Studies, XXX, págs. 142-151), lo esencial sobre la unidad y el tema de Fuente Ovejuna. Observó que el tema dominante de la pieza es el derecho de los villanos al honor, y que la acción principal (el triángulo amoroso Laurencia-Frondoso-Comendador) se enlaza con la secundaria (la rebelión de Fernán Gómez de Guzmán contra los Reyes Católicos) al final del acto II. Parker indicó además que el desorden en ambas acciones (por un lado, Fernán Gómez se levanta contra sus amos legítimos, los monarcas, y, por otro, falta a su deber de proteger y favorecer a sus vasallos) proviene de una misma causa: la desmesurada arrogancia del Comendador.

En 1954 apareció el comentario del hispanista inglés Geoffrey W. Ribbans (1927 – 2022) («‘The Meaning and Structure of Lope’s Fuenteovejuna», Bulletin of Hispanic Studies, XXXI, págs. 150-170; traducción, «Significado y estructura de Fuenteovejuna», en El teatro de Lope de Vega: Artículos y estudios, ed. José Francisco Gatti, Universidad de Buenos Aires, 1962, págs. 91-123), en el que despliega una gran sensibilidad crítica y un raro sentido común literario, basado en una honda comprensión de las estructuras sociales de la época y de sus valores. Observa que «esta coherencia temática [de Fuente Ovejuna, precisada por Parker] está apoyada en sus mejores obras [de Lope] por una unidad de tono y una reiteración intuitiva de motivos e imágenes».

De 1965 data el monumental libro de Noël Salomon sobre el campesino en la Comedia.

Un hito muy importante tuvo lugar con la edición verdaderamente crítica y anotada de Victor Frederick Dixon en 1989.

Sabido es que las veinticinco Partes (volúmenes de doce obras cada uno) en que se publicó la mayoría de las comedias de Lope de Vega (entre 1604 y 1647) ofrecen un texto notablemente inferior al de los manuscritos autógrafos. También son inferiores a los manuscritos copiados directamente de los autógrafos.

Lo singular de la Docena parte, en que apareció Fuente Ovejuna, es que se publicó dos veces en Madrid en el mismo año -1619 según la portada (aunque la Tasa lleva la fecha de 22 de diciembre de 1618, lo cual hace pensar que se tiraría la primera edición en los últimos días de este año)-, por el mismo librero (Alonso Pérez), en la misma tipografía (la de la viuda de Alonso Martín). Se diferencian ambas ediciones en el escudo de la portada, por lo que se suelen llamar A y B. Está claro que la edición B se basó sobre algún ejemplar de la A.

La primera edición moderna de Fuente Ovejuna fue publicada por Juan Eugenio Hartzenbusch en 1857. Su influencia como editor fue francamente perniciosa, pues favoreció una actitud demasiado dispuesta a introducir modificaciones modernas, en vez de dedicarse al estudio del lenguaje del Siglo de Oro, a menudo tan distinto del contemporáneo. La herencia de Hartzenbusch había de durar y se advierte palpablemente en otra de las ediciones de mayor difusión, las Obras de Lope editadas por Menéndez y Pelayo (Fuente Ovejuna apareció en el tomo X, en 1899).

Una nueva época en la publicación de las comedias de Lope se abre con la edición de Fuente Ovejuna por Américo Castro en 1919. La gran innovación de Castro consistió sencillamente en restaurar la debida relación entre autor y editor, partiendo de la premisa conforme a la cual la obligación de éste radica en transmitir escueta y fielmente el texto escrito por aquél, con un mínimo de intervención personal. Don Américo reprodujo Fuente Ovejuna de la Docena parte (la edición A), y si bien no vaciló en aceptar las enmiendas de Hartzenbusch cuando éstas eran acertadas, impuso la sana noción según la cual se debe respetar el texto siempre que la filología no indique que se trata de fallos en la transmisión de lo escrito por el autor.

Otra importante edición de nuestro drama fue la de Francisco López Estrada en 1969 (Ediciones Castalia). Reiteramos el hito que supuso la edición de Victor Dixon en 1989, quien años antes descubrió la diversidad de lecturas en los diferentes ejemplares de la edición A.

 



[1] Según el Diccionario de Autoridades una seca es un banco de arena, isleta árida en el mar. El ejemplo que aduce es este mismo pasaje de Saavedra Fajardo.


domingo, 31 de diciembre de 2023

 

Dmitri Merejkovsky: COMPAÑEROS ETERNOS (1897)




Dmitri Merejkovsky. Compañeros eternos. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949.

 

*Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 17 enero 1600 – 25 mayo 1681), junto con Shakespeare y con la tragedia ática, es uno de los verdaderamente grandes exponentes del drama clásico. Las diferencias con Esquilo, Eurípides y Sófocles son muy importantes, pues para los trágicos griegos la principal idea de sus obras es la de «Destino». La tragedia griega nació de los ritos que se realizaban de las fiestas del dios Dioniso. Está basada en la idea mística más profunda del paganismo politeísta: la idea del Destino, de la Justicia sobre la que reposa el mundo, que castiga el crimen, no sólo entre los hombres, sino también entre los dioses. La divinidad impersonal que simboliza el Destino es la Moira. La triple Moira son las Parcas. 

Así como la tragedia griega antigua se enlaza por las fiestas de Dioniso al culto religioso, el drama calderoniano está ligado al culto de la religión católica por la interpretación de los misterios de la Edad Media. Shakespeare ha roto este lazo. En sus dramas reina una absoluta libertad filosófica: no hay ningún rastro de fuente religiosa. Calderón es un místico de los más profundos, pero no hay en él nada de filósofo [esta opinión es más que discutible, como revela, esencialmente La vida es sueño]. El concepto de drama, tal como se dio en los antiguos griegos, en Shakespeare y en Calderón de la Barca, ha quedado prácticamente aniquilado durante el final del siglo XVIII y el siglo XIX, bien sea por lo sublime de una idea filosófica, caso de Federico Schiller y de Goethe; por el brillo y contraste de los colores románticos, como ocurre en Víctor Hugo; por la novedad del análisis psicológico, como vemos en el teatro naturalista de Enrique Ibsen; o por la concesión a la sátira o la fidelidad respecto al ambiente local, caso de Alexander Griboyedov (1795 – 1829) o de Nicolás Gógol. La idea motriz de esa concepción clásica del drama es la noción de voluntad, inspiración esencial de toda acción dramática. En esta imagen de una gran pasión y de la voluntad trágica, ninguno de los dramaturgos del siglo XIX ha igualado a los trágicos griegos a los clásicos ingleses y españoles de los siglos XVI y XVII. Los motivos fundamentales del teatro de Calderón, el amor a la mujer y el honor, entre otros, pueden parecer estrechos, pero no sólo no debilitan la acción, sino que la aumentan. Al igual que Shakespeare, Calderón rompe la unidad de lugar, aunque sin recurrir a cambios de decorado tan frecuentes como en el inglés. La unidad de tiempo la observa hasta cierto punto. Sus dramas se desarrollan en el espacio de tres «jornadas», correspondiéndole un acto a cada una de ellas. Pero Calderón observa siempre, si no la unidad de acción, sí la unidad de pasión, principal motivo psicológico de sus dramas.

Para ilustrar el drama calderoniano, Merejkovsky ha seleccionado en su breve ensayo La Devoción de la Cruz, de ca. 1625, que anuncia de manera temprana toda la concepción del drama en Calderón. Sus protagonistas son Eusebio y Julia, hermanos gemelos que no lo saben, y se aman apasionadamente; Lisardo, hermano de ambos, a quien mata en duelo Eusebio, provocado el combate por el propio Lisardo; y Curcio, el padre de los tres, que, en castigo del Cielo por haber dudado de la fidelidad de su esposa Rosmira, desconocerá que Eusebio es su hijo, quien, finalmente, después de ser herido por unos bandidos, morirá en sus brazos, en el mismo lugar en el que se erige una Cruz, en un paraje agreste y solitario, donde Rosmira estuvo a punto de morir por la mano de su esposo Curcio, dominado por los celos, y donde la propia Rosmira dejó al recién nacido Eusebio, ignorante de quiénes eran sus padres, y que, gracias al señor de una aldea, llamado Eusebio, a donde lo había llevado un pastor, pudo sobrevivir, pues aquél lo acogió en su casa y lo crió. Ambos hermanos Julia y Eusebio, llevan una cruz impresa en el pecho, símbolo que los librará de la muerte en múltiples ocasiones, y que, a pesar de los pecados cometidos por ambos, en el caso de Julia amar a Eusebio, les permitirá reconciliarse con Dios en el momento final de sus vidas. Cuando Eusebio muere, resucitará durante unos instantes, a fin de poder recibir la absolución de un sacerdote, Alberto, que se ha perdido en las montañas. En cuanto a Julia, su padre, Curcio, se opone frontalmente a su amor por Eusebio; con tal propósito la obliga a entrar en un convento, adonde logrará introducirse Eusebio, que permanecerá escondido incluso en la propia celda de su hermana. Pero en ningún momento del drama se consuma nada en ellos, como no podía ser de otro modo, pues de lo contrario habrían cometido, aunque involuntariamente incesto, algo inimaginable en un espíritu como Calderón. Asimismo, cuando Julia va a ser abatida por Curcio, desaparece súbitamente al invocar la Cruz.

Merejkovsky trae a colación la opinión sobre este drama en concreto y sobre los dramas de Calderón en su conjunto, del pensador protestante e historiador alemán Moritz Carrière (1817 – 1895), quien, en su libro El Arte en sus relaciones con el desarrollo general de la cultura (1877 – 1866), se obstina en ver al gran dramaturgo español como una persona dogmática, oscurantista y llena de prejuicios supersticiosos, en quien la concepción religiosa medieval convive con las prácticas de la Inquisición española. Califica su catolicismo de sensual. No sólo demuestra con ello una interpretación esquemática de la religiosidad medieval, sino que ofrece una imagen simplista y caricaturesca de Calderón, sin alcanzar a penetrar en la grandeza de su arte dramático. Considera que Calderón no emplea la Cruz como un símbolo, sino como un fetiche. Para él, Calderón no exige del individuo un comportamiento moral: es como si el atenerse a los dogmas católicos y a los ritos de la Iglesia bastasen. Puede cometer todo tipo de crímenes y de tropelías, y ser finalmente perdonado.

El alma de La Devoción de la Cruz, escribe Merejkovsky, es la idea misma de uno de los fundamentos de la doctrina cristiana. Si no hay fe en Dios, si no hay amor por Él, no hay ni bien ni mal. Las virtudes exteriores, los grandes hechos, no salvarán a aquel cuyo corazón esté alejado de Dios. El propio Cristo lo dejó muy claro: lo primero es amar a Dios por encima de todo, con toda el alma, todo el corazón y toda la inteligencia de que sea capaz el hombre, y, en segundo lugar y como consecuencia de ello, amar al prójimo como a uno mismo. A esta doctrina es a la que se acoge Calderón. Si no hay verdadero arrepentimiento no puede haber perdón. Lo habrá en el caso de Eusebio y de Julia. La historia evangélica del ladrón que se arrepintió en la cruz y fue salvado por un instante de fe, justifica a Calderón. La inspiración de su drama se concentra en la escena en que Eusebio, ya moribundo, dirige a Dios esta oración casi exigente: «¡Debes salvarme!»

En todas las épocas los moralistas han visto el peligro contenido en la doctrina de la fuerza infinita del arrepentimiento y del amor. Ni Goethe ni Carrière entendieron a Calderón. Goethe, el «gran pagano», imbuido del humanismo de la Ilustración, no alcanzó a ver la grandeza de la religiosidad medieval, a la que consideró más bien como un ejemplo de superstición. Es significativo que, durante su primer viaje a Italia (septiembre 1786 – junio 1788), al pasar por Asís, se detuviese en las ruinas del templo de Minerva, en las que se emocionó, pero, sin embargo, pasó de largo ante la basílica de San Francisco, donde pudo haber contemplado esta extraordinaria iglesia gótica italiana y los frescos de Giotto. Aunque Merejkovsky no lo diga, hay que reconocer que sí «redescubrió» mucho antes la arquitectura gótica ante la catedral de Estrasburgo (1770). Sus ideas preconcebidas le impidieron entender a Calderón. De modo muy diferente ante la Edad Media se comportaron historiadores positivistas no creyentes del siglo XIX, tales como Hipólito Taine o Ernesto Renan, cuyo humanismo militante, en el caso de Taine, no le impidió entrar y admirar la iglesia superior de San Francisco en Asís. A diferencia de Voltaire y de Goethe, ambos historiadores positivistas franceses sí estaban liberados del humanismo militante propio del Siglo de las Luces. Es cierto, no obstante, que hay momentos en que Goethe desconfió de la razón, pero no puede olvidarse que se trataba de un científico y de un naturalista, aunque su concepción del mundo está también transida de indefinible e inefable poesía, ajena a la razón ilustrada. Lo que motivó la burla de Voltaire, es explicado tranquilamente por Renan; y después de explicado, comienza a amarlo (se refiere al periodo medieval) y a descubrir una escondida enseñanza moral dotada de eterna vida.

El propio Calderón justificó mejor que nadie su posición: «Dios es espíritu, fuente vida y de sabiduría; creador de todo, ejerce su poder sobre la Naturaleza … El verbo de Dios es Dios mismo … La fuente de toda la sabiduría humana es Él solo; sólo Él engendra la belleza; sólo Él insufla la eternidad en lo que es variable y perecedero».

 

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Por lo que respecta a Cervantes, cae Merejkovsky en el mismo error que el ilustrado español Diego Clemencín, uno de los más eminentes comentaristas del Quijote: que no era consciente del carácter genial de la novela que estaba escribiendo.

Para Cervantes, la naturaleza no existe en absoluto por sí misma, no es el ser viviente y cercano al corazón que en ella ven Shakespeare, Byron, Shelley o Goethe, artistas panteístas del Norte.

Cervantes es un creyente sincero, a pesar de su velada crítica a la Iglesia.

Sancho Panza tiene tanta importancia como Don Quijote. El uno no puede existir sin el otro. Ambos se complementan, pues representan tipos universales distintos.

La significación profunda de la sátira de Cervantes reside por entero en que la superioridad moral de Don Quijote es siempre sacrificada en vano, sin que resulte de ello el menor bien, y que termina en ser una maldición para él mismo, porque no corresponde al grado de cultura intelectual que caracteriza al héroe.

Cervantes nos revela toda la nulidad, la falta de corazón, la hipocresía, la eterna estupidez de los hombres.

 

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Byron (1788 – 1824) es una insólita manifestación de la individualidad, una manifestación del héroe. Byron es una de las cumbres de la cadena rocosa que surge del temblor de tierra de la Gran Revolución.

Goethe tenía razón: «Byron no es ni un clásico ni un romántico, es nuestro tiempo mismo», es la modernidad por excelencia.

Byron representa el individuo que se alza en rebelión contra la sociedad; es el individualismo frente al socialismo.

Si lo eterno reside en Goethe, el presente y el porvenir están en Byron. Y para llegar a lo eterno no hay otro camino que el presente y el porvenir.

Solo contra todos, en la vida y en la muerte, en el tiempo y en la eternidad.

El sentimiento íntimo de Dios que hay en su naturaleza, aun cuando no pueda explicárselo, le parece una prueba de la existencia de Dios.

Se puso del lado de los débiles: de España, de Grecia. Visitó España y se entrevistó con el general Castaños, el vencedor de Bailén.

 

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Las páginas dedicadas a Napoleón se circunscriben a su cautiverio en Santa Elena, donde el Gran Corso hace balance de su vida.

«Si hubiera sido un hombre religioso no hubiera podido hacer lo que he hecho», confesaba un día en aquella perdida isla-prisión.

 

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Para Goethe (1749 – 1832) conocer la naturaleza significa «sentir en ella el soplo de Dios». Cualquier descubrimiento científico es también una revelación religiosa; tal es el pensamiento esencial de Goethe. «La ciencia y la fe existen no para destruirse, sino para completarse». «Siempre he estado convencido de que el mundo no podría existir si no fuera tan simple». «El más alto grado a que puede llegar un hombre en el conocimiento, es un sentimiento de asombrada admiración».

La historia natural es la continuación de la historia sagrada; el libro de la naturaleza es una prolongación de la Biblia y la autenticidad de los dos libros es idéntica.

«Dios pone el mundo en movimiento, la naturaleza está en Él, y Él está en la naturaleza… Si Dios no hubiera animado al pájaro de ese instinto que le lleva hacia sus hijos, si ese mismo instinto no penetrara todo lo que es vivo, el mundo no podría existir… La fuerza divina se derrama en todas partes; en todas partes actúa el eterno amor».

«Dios no ha descansado de su trabajo». La doctrina de la evolución es la de un Dios que no ha tomado reposo, que obra, que continúa creando.

La idea de inmortalidad está para Goethe ligada a la idea de una evolución creadora. «Para mí la convicción de una vida eterna dimana de la noción de una eterna actividad: si trabajo sin descanso hasta el fin, la naturaleza tiene la obligación de concederme otra forma de existencia cuando la vida presente no puede ya retener mi espíritu».

«Al pensar en la muerte, estoy absolutamente tranquilo porque es mi firme convicción que nuestro espíritu es un ser cuya naturaleza permanece indestructible y no cesa de actuar de eternidad en eternidad; nuestro espíritu se parece al sol, que solamente parece ponerse a nuestros ojos, habitantes de la tierra, pero que, de hecho, no se pone jamás».

«Para mí Cristo será siempre un ser altamente significativo, pero problemático». «Por mucho que se eleve el espíritu humano, no llegará a la altura del cristianismo». «La majestad de Cristo es divina hasta el grado en que lo divino puede manifestarse sobre la tierra».

Hay un punto claro, y es que la religión de Goethe no está de acuerdo con el cristianismo. Hay en el cristianismo algo de esencial que él no comprende.

 

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Henrik Ibsen nació el 20 de marzo de 1828 en Skien (Noruega), y murió en Cristianía [desde 1925 Oslo] el 23 de mayo de 1906. Cuando tenía ocho años su padre, un hombre bastante acomodado, se arruinó. Vivió una infancia impropia de su edad, pues apenas participaba en los juegos infantiles con su hermana y otros niños de su edad. A los dieciséis años dejó para siempre a su familia y a su ciudad natal, estableciéndose, como aprendiz de farmacia, en Grimstad, un pueblecito de 800 habitantes. Por entonces ya leía ávidamente, entre otros, a Salustio y a Cicerón. Su primer drama, Catilina, lo escribió en Grimstad en 1849, cuando aún no había leído a Shakespeare, ni a Goethe ni a Byron. En 1850 se lo publicó su amigo el editor Ole Carelius Schulerud, estudiante de Derecho. Ese mismo año se estableció en Cristianía con Schulerud, gracias al dinero obtenido por la compra de un lote de ejemplares de Catilina llevada a cabo por un pequeño comerciante, interesado sólo en el papel con el que el volumen estaba impreso. En 1851, el nuevo teatro de la ciudad de Bergen, al SO de Noruega, lo contrató como poeta dramático, y en 1852 se le asignó, como director del teatro, un sueldo de 200 speciesthalers (unos 450 rublos), con el fin de poder estudiar durante tres meses en el extranjero la práctica del arte escénico. Durante los diez años siguientes, transcurrió la que puede llamarse época romántica en la evolución de Ibsen, coronada por el drama Los guerreros de Helgeland (1858), años en los que participó activamente en el movimiento nacional que se desarrolló en Noruega entre 1840 y 1860.

En 1862 escribió La Comedia del Amor, un drama muy mal recibido por la crítica y por el público, en el que el autor rechaza el matrimonio burgués en nombre de una castidad superior, por el lado divino y desinteresado que hay en el amor. Ibsen, como artista, está completamente fuera de las condiciones prácticas de la vida, mostrándonos un punto de vista desinteresado sobre la vida y seduciéndonos por el lado divino del sentimiento del amor. Los protagonistas del mencionado drama, Falk y Svanilde, se separan de buen grado y sin esperanzas de reunirse, precisamente porque se aman de una manera muy fuerte y muy pura. El amor, para ellos, no es una fuente de felicidad personal, sino una cosa sagrada, una manifestación del infinito. No quieren profanar «la llama desinteresada, celeste, insatisfecha», por el contacto con el espíritu burgués, por la mezquindad de las cuentas de dinero, por la fealdad de la vida real. No se trata de romanticismo, que supone la inexperiencia del adolescente y una ciega ingenuidad. Sin embargo, Falk y Svanilde saben analizar la vida y ven el lado grosero de las relaciones humanas. Son más bien negadores que románticos. Pero negadores en todo lo concerniente a las bases de la filosofía moderna; son más que metafísicos: son místicos en la apoteosis del lado divino del amor. Ibsen hace en este drama una tentativa, en medio del positivismo universal, para renovar el idealismo del amor que encontramos en la Vita Nuova de Dante y en los primeros siglos del cristianismo, cuando el hombre y la mujer que se querían se destinaban a una virginidad voluntaria en nombre de un ideal superior de ascetismo.

En 1862 cerró el teatro de Bergen. Con ello Ibsen perdió su puesto de director y su sueldo anual de 1.200 coronas. El 2 de abril de 1864 se alejó de Cristianía, dirigiéndose a Roma a través de Trieste. En Italia comenzó a escribir el drama en verso Brand, concluido en 1865 y lleno de aversión por el patriotismo. Entró en una lucha abierta con Noruega: «Cada uno de ellos -dice sobre los noruegos-, grande o pequeño, no sabe ser más que un trozo de algo. Nadie tiene la audacia de ser él mismo». Se muestra muy crítico con la democracia contemporánea, en la que vislumbra un fin que no es otro que conducir a todo el mundo a un mismo nivel [igualitarismo].

Este rechazo por la democracia también lo observamos en otra obra suya, La Unión de la Juventud (De unges Forbund, concluida en mayo de 1869). De nuevo le llovieron acerbas críticas de todos lados. Se encontraba en Port-Said (al NE de Egipto, a la entrada del canal de Suez) cuando esta obra fue representada por vez primera en los escenarios noruegos, el 18 de octubre de 1869. En el IV acto, uno de los personajes, Bastian Monsen, dice: «¿Sabes lo que es una nación? Una nación es el pueblo, el simple pueblo; aquellos que nada son y nada poseen; los que viven en la esclavitud». El público asistente estalló como una tormenta furiosa ante tales palabras, continuando el ruido en los corredores y en la calle.

A partir de 1866 el Parlamento noruego (Storting) confirmaba a Ibsen su «pensión de escritor», a pesar de la oposición del Ministro de Cultos. Tras una ausencia de diez años, Ibsen pasó una temporada en Noruega en el verano de 1874. El círculo de hostilidad hacia él se ensanchó aún más. Ahora el poeta se levanta no sólo contra su patria sino contra toda Europa. Las bases de la vida europea son objeto implacable de su crítica a través de sus dramas. La decisión de Nora, la protagonista de Casa de muñecas (estrenada en Copenhague el 21 de diciembre de 1879), de dejar a su marido y a sus hijos en nombre de la propia libertad personal, escandalizó a los críticos, que la tacharon de inmoral. Y cuando apareció Espectros (Gengangere, escrita en 1881 y estrenada en Chicago el 20 de mayo de 1882), los amigos que siempre le habían acompañado retrocedieron espantados ante el abismo que se abría. No menor indignación causó El Pato Salvaje (Vildanden, escrita en 1884 y estrenada en Bergen el 9 de enero de 1885). Cuando, durante el verano de 1886, Ibsen volvió a Noruega, vio con tristeza que sus mejores amigos, por un mezquino odio de partido, habíanse convertido en sus enemigos jurados. Fue entonces cuando dijo con amarga ironía: «En suma, he tenido la impresión de ver en Noruega, no dos millones de hombres, sino dos millones de gatos y perros». Observa que tanto en Noruega como en el resto de Europa la vida y la personalidad humana degeneran profundamente, triunfando la mediocridad y un liberalismo imaginario. Para Ibsen el individuo y todo grupo que pueda ejercer algún poder externo, alguna violencia sobre el individuo, son enemigos irreconciliables. El sueño de una liberación del espíritu se ha alejado inconmensurablemente. Aunque la energía no le abandona, la lucha de Ibsen se vuelve cada vez más desesperada. Se encierra en sí mismo. Todo esto comienza claramente en torno a 1870, cuando la guerra franco-prusiana. «Aquel que está solo -dice Ibsen- es el más fuerte».

Las disonancias interiores, las contradicciones, el odio de los hombres, se resuelven en la armonía que penetra las últimas escenas del más poético de sus dramas, La Mujer del Mar (Fruen fra havet, escrita en 1888). Ha permanecido fiel a sí mismo. La sombría e invariable belleza del Mar del Norte fue para Ibsen, durante toda su vida, el símbolo de la libertad ilimitada que había en vano buscado entre los hombres.

Espectros (escrita en 1881) es una de las obras más fuertes y sombrías de Ibsen. La protagonista, Elena Alving, viuda, ha vivido instalada en la mentira, con tal de proteger la memoria de su depravado marido, el capitán Alving. Con motivo de la inauguración de una institución benéfica costeada por ella, el pastor Manders, un hombre honesto e ingenuo, le recuerda a Elena cómo, gracias a sus consejos, ella, que había dejado la casa familiar horrorizada por la inmoralidad del marido, regresó de nuevo, acción que la ennoblece. Pero llega un momento en que Elena no puede callarse más, y, ante un estupefacto e incrédulo Manders, le narra el infierno que ha sido su vida. Su marido, el fallecido capitán Alving, mantenía relaciones íntimas con la doncella de Elena, fruto de las cuales nació una niña, Regina, que ahora es también doncella de Elena. A pesar de haber ocultado estos hechos durante tanto tiempo, Elena se decide a contárselo todo a Manders. Ha tratado de proteger a su hijo, Oswald, de la sombría atmósfera inmoral de la casa familiar, enviándolo al extranjero. Pero cuando Oswald regresa temporalmente, pues no soporta la bruma, la humedad y la ausencia de sol del Norte, frente a la luminosidad y alegría de vivir del Mediterráneo y del Sur, Elena tendrá ocasión de comprobar horrorizada que la historia de su marido se vuelve a repetir en Oswald, quien desea a Regina, sin saber que se trata de su hermana de padre. No obstante, al comprobar Elena que su hijo está afectado por una grave enfermedad mental, probablemente heredada, y que el único remedio para que la enfermedad se atenúe es consentir en que satisfaga su deseo con Regina, Elena queda sumida en la indecisión, hasta que, finalmente, se decide por aceptar esa relación incestuosa, con tal de proteger a su hijo de la locura y la desesperación. Llega un momento en que para Elena todos son fantasmas, espectros, como si estuviese sumida en la más horrible de las pesadillas. Al tomar Elena tan terrible decisión, el asilo es presa de un pavoroso incendio que lo destruye por completo. Todo lo que era sagrado para Manders arde ahora, y el edificio de las conveniencias, de la mentira virtuosa, se hunde ante él. En la noche iluminada por el resplandor del incendio, se hace sentir la presencia del destino, de lo ineluctable que la vida oculta. En vano se esfuerza Elena en librarse de la mentira. Los fantasmas, los espectros la cercan, la sitian, vengándose de ella. A la filosofía del Norte cristiano, Oswald opone la del Mediodía pagano. En el último acto, en escenas de un pavoroso realismo, sentimos descomponerse el ser intelectual y moral de Oswald bajo la presión de la herencia. Una conciencia extraña a todos los prejuicios, la de Oswald, la conciencia del hombre moderno liberado por la ciencia, lucha contra la fuerza ciega, inexorable, y retrocede. Tal es la realidad, y, a la luz de esta verdad, se desmoronan las últimas bases de la filosofía de hoy [del tiempo de Ibsen en que fue escrita la obra]. La madre trata de justificar ante su hijo, hereditariamente perverso o demente, la vida depravada e insensata de su padre. Diríase que pide a su hijo perdón por las faltas de su marido. Su inmoralidad, según Elena, no es más que la transformación de una fuerza vital que no ha encontrado salida, entre la esposa virtuosa y el piadoso Manders. El último espectro que le queda a Elena es el amor de su hijo, su afecto. Oswald es como un niño, necesita los cuidados de su madre. El médico le ha dicho a Oswald que padece un reblandecimiento del cerebro. A veces, delante de su madre, el rostro dibuja la sonrisa cansada del idiota. Tiene un conato de acceso. Finalmente, saca de su bolsillo un paquete de morfina, con el propósito de que su madre lo envenene, hasta el punto de exigírselo. Le echa en cara a su madre que no le ha pedido la vida, que se la lleve. El último espectro, la santidad del amor materno, queda aniquilado. De pronto, una vez pasada la crisis, Oswald, sentado en un sillón, le pide a su madre, con expresión estúpida, el sol. Elena abraza a su hijo, pero éste no la reconoce ya. Con voz apagada repite: «El sol…, el sol». Ella permanece con el veneno en la mano, luchando contra la tentación de darle muerte.

Oswald es el verdadero hijo de la mentira de conveniencia y la secreta depravación del padre, de la virtuosa cobardía e hipocresía que se apoderan de la sociedad moderna. Perece como una de las primeras víctimas de un mundo condenado.

En otro de sus grandes dramas, Hedda Gabler (1890, estrenada el 31 de enero de 1891 en Munich), encontramos con enorme fuerza la representación del drama interior del hombre contemporáneo, encarnado aquí en la figura de la protagonista. De veintinueve años y de rasgos y porte aristocráticos, Hedda tiene unos ojos que muestran una serena y fría tranquilidad. Su marido, Jørgen Tesman, es un profesor que enseña historia de la cultura. Es la encarnación de la vulgaridad burguesa, de la cobardía y de la falta de talento. Su mujer lo desprecia. Si se casó con él es porque lo encontró mejor y más honesto que los otros, y también por aburrimiento, por indiferencia, porque podía tenerlo de rodillas ante ella. Tesman es un hombre nacido para la vida de familia, bonachón y falto de espíritu. Cada uno de sus actos y palabras son una ofensa para Hedda. No obstante, cuando se trata de ventajas materiales, Tesman se comporta de una manera mezquina, astuta, envidiosa, ruin. Eso no significa que no sienta amor por los libros y por el polvo de los archivos.

Antes de casarse, en la casa de su padre, el general Gabler, Hedda conoció a un joven sabio, Eilert Lövborg, futuro rival de Tesman como candidato a la cátedra de historia de la cultura. Lövborg amaba a Hedda, pero ésta lo rechazó, aunque es muy probable que no le resultase indiferente. Frente a Tesman, Lövborg tiene el valor de ser él mismo. Más que a los libros, ama la ciencia viviente. Es original y osado. Semejante a Hedda, llega hasta los últimos límites de la negación y de la independencia. Es un enemigo declarado de la sociedad burguesa, a la que considera condenada. Pero, a pesar de ello, Hedda no puede amarle, pues algunas particularidades de su carácter hieren en ella su innato instinto de la belleza. Al igual que Oswald en Espectros, aquí Lövborg representa la fuerza del talento que no encuentra salida, lo que le conduce al vicio y a la degeneración. No hay en él ni calma ni moderación. Sería aún capaz de soportar el odio y la persecución, pero la indiferencia universal, el aburrimiento de la vida cotidiana, le empujan a la desesperación. Trata de evadirse entregándose a la bebida y otros excesos. Sus excesos de sensualidad apartan de él a Hedda. Ésta ve en ellos la fealdad, algo que teme más que la muerte. Pero en Hedda hay bastante vecindad con el crimen, demasiados elementos oscuros lindantes con la locura y con el natural vicioso de Lövborg, como para decidirse a tenderle una mano. No tiene valor para enfrentarse a una fuerza grosera e innoble. Cometió un gran error al rechazar a Lövborg, el único hombre al que hubiera podido amar, para casarse con un marido al que desprecia, aunque lo tenga sometido. Hedda es tan incapaz de socorrerse a sí misma como de auxiliar a otro. No sabe ni quiere perdonar a los hombres su vileza. Su corazón solitario, ambicioso, desprovisto de fe, es conducido al odio, a la aversión por la vida, por una última pasión: el infecundo amor de una belleza inaccesible. Esta pasión no está tocada por la gracia, sino que más bien parece una pasión criminal, una enfermedad mortal que agota y desespera. Hedda ama la belleza, pero no cree que sea realizable sobre la tierra.

Todo esto lo sabemos por alusiones, pues Hedda no dice casi nada de su mundo interior. Le gusta escarnecer a los hombres. El dolor ajeno le proporciona placer a su corazón endurecido por la cólera. La extraña y fría belleza en que permanece hasta el final, esta belleza sin alegría, desprende un soplo de muerte.

Lövborg ha sido, temporalmente, salvado por una mujer buena y dulce, Thea Elvsted, que se convierte en su ángel guardián, en su amiga, en su hermana de la caridad, envolviéndolo en una compasión maternal, logrando con su paciencia y dulzura vencer sus accesos de violencia desenfrenada. Thea ha considerado el vicio de su amado como una enfermedad. Está cerca de salvarlo por completo. Lövborg ha publicado un libro que tiene éxito en los ambientes intelectuales, corriendo el rumor de que pueden concederle la cátedra que ambiciona Tesman, lo que provoca en éste sorpresa, perplejidad y envidia. Lövborg, proveniente de una provincia, lleva con él un valioso manuscrito, el segundo tomo de su Historia de la Cultura, que se dispone a publicar. Pero Thea no cree que Lövborg esté curado, por lo que acude a la ciudad para vigilarle y protegerle. Le busca por todas partes y lo halla en casa de Hedda, antigua compañera de colegio de Thea.

Thea siempre ha temido a Hedda, quien la asustaba en la escuela. Ahora Hedda no puede soportar que la dulce y la débil Thea sea más valerosa que ella, accediendo al gesto de amor del que ella fue incapaz. Esto no significa que Hedda esté celosa, pues es muy improbable que ame verdaderamente a Lövborg, pero, sobre todo, se siente aniquilada ante la idea de ser más débil que Thea. No puede soportar la felicidad ajena. Su desprecio por la vida desencadena en ella un instinto de destrucción que no respeta nada, ni siquiera lo más sagrado. Hace el mal por el mal, por el placer de perder a alguien. Esta maldad intrínseca de Hedda hace que su belleza resulte aún más seductora y perturbadora.

Hedda se asegura casi a la fuerza la confianza de la obediente Thea, quien presiente que Hedda desea su mal, pero por miedo y por el respeto que le inspira su belleza no tiene fuerzas para resistir a su voluntad y a su seducción. Seguramente Hedda no miente al decir que siente por su víctima una apasionada ternura. La pierde con sus caricias, con sus besos, aunque al mismo tiempo murmura en los oídos de Thea palabras criminales, consejos amargos y pérfidos, a fin de truncar la relación entre su antigua compañera y Lövborg. Cuanto mayor es el miedo de Thea, mayor es su sumisión a Hedda. Cuando Hedda se entera de que Lövborg no ha dejado nunca de amarla, se vuelve más audaz y más pérfida.

La recaída de Lövborg tiene lugar durante el curso de una velada en casa del juez Brack, un hombre maduro que desea carnalmente a Hedda. Thea sigue teniendo fe en Lövborg, pero Hedda se burla de ella, asegurándole que, por una vez en la vida, quiere ejercer su influencia sobre el destino de un hombre. El desprecio que Hedda siente por Thea es tal que no disimula ante ella su mentira y su triunfo.

A la mañana siguiente, el juez Brack y Tesman narran lo ocurrido durante la velada. Lövborg ha bebido mucho, ha leído fragmentos de su valioso manuscrito y ha terminado en la casa de una antigua amante, Diana. Pero por el camino ha perdido el manuscrito, afortunadamente encontrado por Tesman, quien no se lo devolvió a su dueño por temor a que volviese a perderlo. Una vez a solas con su mujer, Tesman le entrega el manuscrito, que Hedda guarda bajo llave. Por fin ve que dispone de un destino humano. Thea lo ignora todo.

Lövborg, sin valor para decir la verdad, le hace creer a Thea que ha destruido el manuscrito. Thea considera éste como un hijo de ambos, pues entre los dos han redactado sus páginas. La palabra hijo hiere profundamente el alma de Hedda. Le hace confesar a Lövborg que ha perdido el manuscrito en casa de mujeres desvergonzadas. Lövborg decide matarse, comprendiendo que es imposible volver con Thea. Hedda le incita al suicidio, por lo que le entrega un revólver que había pertenecido a su padre, el general Gabler. Hedda se permite insinuar a Lövborg que lo que tiene que hacer lo haga con «belleza». Cuando se queda sola, arroja al fuego el manuscrito. Esta terrible escena convierte a Hedda en una Medea del Norte, sacada de las viejas sagas escandinavas. Reprimiendo la risa, una risa malvada, Hedda hace creer a Tesman que ha quemado el manuscrito por él, para que pueda acceder a la ansiada cátedra. La fatuidad del mediocre y vulgar marido permite que sea engañado. En este momento, al alegrarse de la desgracia de Lövborg, Tesman es aún más despreciable moralmente que la mentirosa y criminal Hedda. Para gozar más a fondo de esta bajeza, Hedda le dice a su marido que cuando quemaba el manuscrito sintió los primeros síntomas de estar embarazada. Un hijo muere y otro va a nacer. La alegría que siente Tesman ante la noticia de que su mujer está embarazada, es propia de la moral burguesa, es la alegría del macho que triunfa en la lucha por la existencia. Pero Hedda no puede ocultar el asco que le inspira su marido, al que odia con todas sus fuerzas. Le hace saber que ella morirá por todo esto, por lo que está ocurriendo, lo cual conturba a Tesman. Sólo al final de la conversación con su mujer, Tesman siente que su conducta con Lövborg es moralmente reprochable.

El juez Brack anuncia el suicidio de Lövborg. Hedda pide detalles, y cuando se entera de que el tiro no ha sido en la sien, sino en el pecho, lamenta que no se haya producido completamente la tan anhelada belleza. Brack parece no comprender. La enfermiza y malsana obsesión de Hedda con la belleza, la conduce a trasladarla hasta la misma muerte. La muerte debe ser «bella». Ante el espanto de todos los presentes, en un arrebato, Hedda grita con un suspiro de alivio: «¡Al fin, algo por fin, un acto!» Ante tales palabras, Tesman se horroriza. En una conversación más íntima con Brack, exclama con entusiasmo: «¡Oh! ¡Qué alivio para mí el saber que en este mundo puede llevarse a cabo un acto libre y generoso! ¡Algo que tenga el resplandor de la inconsciente belleza!»

A todos los reproches, a todas las preguntas, replica con un sentimiento de alegría ante la belleza: «Sé solamente que Eilert Lövborg ha tenido el valor de vivir como le pareció bien. Hay en ello un reflejo de belleza; ha tenido la voluntad de salir tan joven del banquete de la vida». 

Cuando el juez Brack queda solo con Hedda le confiesa que no ha dicho toda la verdad. Lövborg se disparó en el vientre, en casa de su amante Diana, a la que, antes de morir, le hizo una terrible escena, reclamándole un niño que decía haber robado. Hedda, entonces, grita con un doloroso asco: «¡Oh, Dios mío, es el colmo! ¿Por qué lo ridículo y lo trivial, como una maldición, se apodera de todo lo que toco?» Es el último grito de la desesperación. Cuando Hedda deja de creer en la belleza, cesa de vivir.

Pero, además, el juez Brack le insinúa que puede verse involucrada en la investigación de la muerte de Lövborg, pues ha podido determinarse que el revólver que usó para suicidarse pertenecía a ella, a Hedda. Su situación es muy comprometida. En el juicio podrían salir a relucir muchas cosas, que arruinarían su prestigio. Sólo hay una manera de evitarlo, le dice desvergonzadamente Brack: que acceda a sus deseos, pues desde que la conoció le obsesiona su cuerpo. Brack es otro personaje despreciable, lascivo, vulgar, corrupto, burgués. Cuando Hedda se ve atrapada y que está en manos de la voluntad de Brack, reconoce que no es libre, una situación que no puede soportar. Con aire aburrido se levanta, mientras Thea y Tesman se ocupan en reconstruir el manuscrito de Lövborg con los borradores que se han conservado. Hedda se introduce en un reservado, tras una mampara. Responde tranquilamente a preguntas livianas de Brack, bromea incluso, y, de pronto, calla. Se escucha una detonación. Acuden todos. Hedda yace muerta en el suelo. Se ha disparado un tiro en la sien.

Hedda Gabler se ha matado como ha vivido, con aburrimiento, con una serena y fría tranquilidad, despreciando a los hombres, asqueada de sí misma. Su voluntad y su energía carecían de un punto de apoyo, y por ello no pueden transformarse en acto. No pueden vencer el más ínfimo obstáculo. No encontrando salida, esta voluntad se vuelve contra ella misma, para destruirse. El corazón de Hedda es uno de esos que no pueden vivir sin fe, y no tiene ninguna.

 

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El breve ensayo sobre Iván Turgueniev (1818 – 1883) lo terminó Merejkovsky el 19 de febrero de 1909.

Turgueniev es el poeta de la belleza y de la exaltación amorosa. Ha demostrado mejor que cualquier otro de los escritores de importancia mundial que el matrimonio, la perfecta unión de dos en una sola carne, no ha sido comprendido por nadie. No obstante, se observa en él un defecto chocante: no existe nunca la maternidad. Las mujeres y muchachas de Turgueniev diríase que no saben tener hijos. Los cuerpos de sus personajes femeninos son nebulosos, fantasmales, diáfanos. Turgueniev es el poeta de la eterna virginidad.

Desde el primer momento distingue a Turgueniev de los dos colosos de la literatura rusa, Dostoyevski y Tolstoi. Eso no significa que Turgueniev no sea relevante, sino todo lo contrario. Su posición ética y estética está atravesada por la moderación, la melancolía, el lirismo, la sensibilidad poética y el silencio. No es nada estridente. Cuando calla nos está diciendo algo importante. Quienes lo tachan de «occidentalista» «zapadnik (= un occidental)», en oposición radical a los eslavófilos, entre los que se hallaba Dostoyevski, omiten que Turgueniev no es menos ruso que aquellos dos titanes, a pesar de sus claros intentos de acercar Rusia al Occidente europeo. Turgueniev es, en el fondo, un hombre religioso, un creyente. Para él, Dios es Cristo, el Cristo en el mundo, semejante a los hombres. Su cristianismo es ecuménico. Cristo es el Prometido que no se ha reconocido ni nombrado todavía, el Prometido de nuestra carne, de la cultura universal, pues sin Él la cultura no podría ser una carne viviente, sino una reliquia viviente, o un cuerpo muerto, una carroña. Es el Prometido viniendo al mundo que vio en un sueño profético Lukeria (= Lucrecia), la musa amorosa de Turgueniev (personaje del relato La reliquia viviente). Para Turgueniev, Cristo es el Hijo del Hombre, el semejante al hombre, el único modelo moral para el hombre.

Para hacernos entender lo esencial de la narrativa poética y melancólica de Turgueniev, Merejkovsky ha seleccionado un único relato suyo, sumamente revelador: La reliquia viviente, uno de los relatos que componen las Memorias de un cazador (1852). Sus protagonistas son Lukeria y su amado Vassily Polyakov. Durante un sueño, Lukeria ve que se le aproxima una persona, pero no es Vassily, sino Cristo. No reconoció en sus rasgos los de las representaciones que se han repetido una y otra vez, pero sí estaba segura de que se trataba de Él.

Ya lo hemos dicho. El que Turgueniev apenas hable de Cristo, de Dios, en sus obras, no significa que no crea en Él.

 

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Gustavo Flaubert (diciembre 1821 – mayo 1880) constituye un caso casi clínico para Merejkovsky. Basándose en una parte de su correspondencia, especialmente con George Sand, Merejkovsky va desgranando la actitud de Flaubert ante el arte y ante la vida, ante los hombres y ante Dios, ante la democracia y ante la tiranía. No cabe duda que es un hombre insatisfecho, descreído, de un escepticismo enfermizo que roza la desesperación.

En un primer momento, y durante años, Flaubert piensa que el arte es muy superior a la vida. La vida, en realidad, no es nada. Tampoco el hombre. «El hombre no es nada, y la obra todo». Es la época en la que parece adorar sólo a la belleza. La belleza se convierte para él en el objeto concreto de una pasión.

No muestra ninguna compasión por el sufrimiento real de los miembros de su especie. Durante una estancia en Jerusalén visita una leprosería. Lo único humano que dice de los leprosos es que son unos «pobres miserables». Por lo demás, sólo los observa, los escruta, los analiza como si fueran objetos inanimados de estudio, con el fin de poder tomar notas e incorporarlos, si es necesario, a alguna de sus narraciones.

«No soy cristiano», le escribe a George Sand. No tiene fe ni en la justicia ni en la fraternidad. En suma, no tiene ningún ideal moral. Conclusión lógica en quien no cree en absoluto en los hombres. Manifiesta un verdadero culto por la tiranía antigua, a la que considera la más bella manifestación del hombre que ha habido. Desprecia a la democracia. Sólo cree en una aristocracia legítima. Tampoco cree en la ciencia. Menos aún en el positivismo científico, en la filosofía de Augusto Comte. Esto último sí le honra. Desprecio total por el populacho, incapaz de dejar de comportarse como masa, incapaz de cultivarse intelectualmente. No tiene ninguna fe, ningún principio moral, ningún ideal político.

Lo trágico de Flaubert es que está solo en un mundo que le resulta extraño. Huye de los hombres. Se aísla. Su desesperación aumenta. Llega un momento en que no puede casi ni escribir.

Ahora bien, se pregunta Merejkovsky, ¿y si toda esta inmolación de todo por la belleza no fuera más que una impostura, una falsedad, una mentira que no se corresponde con el mundo?