jueves, 9 de mayo de 2019

El hombre en busca de sentido, por Viktor Frankl


Viktor Emil Frankl. El hombre en busca de sentido. Barcelona, Herder, 2018. Prefacio de José Benigno Freire.


*Viktor Frankl nació en Viena, en el seno de una familia judía, el 26 de marzo de 1905 y murió en la misma ciudad el 2 de septiembre de 1997. Estudió Medicina y Psiquiatría, siendo sus principales referencias en este campo Sigmund Freud, de cuyas teorías apartóse pronto, y, sobre todo, Alfred Adler (1870-1937), discípulo de Freud y padre de la llamada «psicología individual», de muchas de cuyas teorías y conclusiones acabó también separándose para seguir su propio camino. En 1940 era Director de la sección de Neurología del Hospital de Rothschild, en Viena, que sólo atendía a pacientes judíos. En diciembre de 1941 se casó con la joven  judía Tilly Grosser. A partir de este momento la situación de los judíos empeoró notablemente en Austria, comenzando las deportaciones masivas a los campos de concentración o de exterminio (Lager, en la terminología que emplea Viktor Frankl). Sólo una hermana suya pudo escapar a Australia. A Viktor se le ofreció la posibilidad de emigrar a los Estados Unidos, pero renunció a ello, para no dejar solos a sus padres, que no tenían la más mínima posibilidad de huir. Finalmente, en el otoño de 1942, Viktor, su esposa y sus padres son internados en el campo de Theresienstadt (en la actual República Checa). Su padre murió pronto en el Lager. El 19 de octubre de 1944 Viktor y su esposa fueron deportados a Auschwitz. Su madre, Elsa, y su hermano, Walter, fueron asesinados en Auschwitz. La esposa de Viktor fue asesinada, poco antes de la liberación, en Bergen-Belsen, donde también había sido enviada Anna Frank. El 25 de octubre de 1944 ya estaba Viktor en Kaufering, un campo de trabajos forzados en Baviera, que era un campo filial de Dachau. El 8 de marzo de 1845 lo trasladan al «campo de descanso» de Türkheim, donde lo pusieron al cargo de un grupo de enfermos de tifus. Logró sobrevivir. Fue liberado el 27 de abril de 1945. Cuando lo internaron, llevaba el manuscrito de su primer libro importante, Psicoanálisis y Existencialismo, que fue destruido por los guardias delante de él mismo. Logró reconstruir el trabajo de toda una vida con notas taquigráficas que escribía en trozos de papel. Por suerte, una copia en papel carbón se la había entregado, antes de ser hecho prisionero, a un conocido. Al salir del Lager, pudo publicarse el libro. En diciembre de 1945 ya trabajaba en la sección de Neurología del Hospital Policlínico de Viena. A mediados de 1947 contrajo matrimonio con la enfermera Eleonore Katharina Schwindt, y en 1948 ganó la Cátedra de Neurología y Psiquiatría en el Ateneo Vienés, doctorándose, a continuación, en Filosofía. En cuanto a El hombre en busca de sentido, publicóse por vez primera en alemán en 1946, bajo el título Un psicólogo en un campo de concentración. La edición inglesa, en 1959, publicóse con el título Desde el campo de la muerte al existencialismo. Tanto la edición alemana como la inglesa fueron un fracaso. Por fin, en 1961, bajo la sugerencia del psicólogo estadounidense Gordon Willard Allport (1897-1967), fundador de la Psicología de la persona, se publicó una nueva edición en los Estados Unidos, con la novedad de que añadía una breve exposición de los principios básicos de la logoterapia, un método de tratamiento descubierto por el propio Viktor Frankl. El título fue ahora El hombre en busca de sentido. Su éxito fue inmediato. Tuvo resonancia mundial y se hicieron numerosísimas ediciones en más de treinta idioma. Continúa siendo un clásico imprescindible. La principal virtud del pequeño volumen es que con claridad, sencillez y precisión describe la vida de los prisioneros en el Lager, así como las diversas reacciones psíquicas y anímicas de los reclusos en condiciones infrahumanas, donde la muerte acechaba de continuo y en cualquier instante. De sus observaciones dedujo que no es el sufrimiento (algo que acompaña la vida del hombre, lo mismo que el dolor, la enfermedad o la muerte) en sí mismo el que madura o enturbia al hombre (la mayoría de los prisioneros se degradaron a niveles de moralidad e indignidad inenarrables, pues el objetivo esencial era la mera supervivencia; pero otros maduraron interiormente y mantuvieron siempre la dignidad como individuos, aunque les costase la vida), sino que es el hombre el que da sentido al sufrimiento. «El sufrimiento, en cierto modo, deja de ser sufrimiento cuando encuentra un sentido». Frankl distingue entre metasentido (el sentido trascendente de la existencia, prueba de la primacía de la dimensión espiritual en la estructura ontológica del hombre) y sentido de la vida, que no se sitúa tanto en el análisis intelectual de la existencia como en el plano del comportamiento; es algo cercano, concreto: es más «una cuestión de hecho que de fe». Por ejemplo, la última voluntad de un prisionero que está convencido de que va a morir muy pronto, entraría dentro de ese sentido de la vida, como una cuestión de hecho; de ahí que no cabe interpretarla en clave emocional o sentimental.

*El libro de Viktor Frankl está dividido en dos partes. La primera parte, «Un psicólogo en un campo de concentración», se divide en cuatro capítulos: 1. El informe del prisionero nº 119.104. Un ensayo psicológico. 2. Primera fase. Internamiento en el campo. 3. Segunda fase. La vida en el campo. 4. Tercera fase. Después de la liberación. La segunda parte del libro está dedicada a los «Conceptos básicos de Logoterapia».


*Primera parte.
-Su libro es un intento de responder a la pregunta: ¿Cómo se veía afectada la psicología del prisionero por el día a día en un campo de concentración?

-Sólo quien ha padecido las atrocidades de los campos podría revelar las vivencias de los reclusos.

-Aparición de la «ilusión del indulto», proceso de consolación que desarrollan los sentenciados a muerte antes de su ejecución, concibiendo la infundada esperanza de que van a ser indultados en el último minuto.

-No podíamos captar la realidad de nuestra condición; el significado se nos escapaba.

-El primer día de la llegada a Auschwitz, quienes fuimos seleccionados para sobrevivir, un diez por ciento de un convoy de mil quinientas personas, mientras esperábamos la ducha se nos hizo patente nuestra desnudez, en su sentido literal: éramos solamente un cuerpo. Nada más. Sólo poseíamos la existencia desnuda.

-Aparición de la sensación de la curiosidad. Esta fría curiosidad predominaba incluso en Auschwitz. Ella nos permitía distanciarnos de alguna manera de lo que nos rodeaba y nos facilitaba contemplar la realidad con cierta objetividad. En aquellos momentos utilizábamos ese mecanismo como medida de protección.

-Asentimiento con la afirmación de Dostoyevski que define al hombre como un ser que puede acostumbrarse a todo.

-Pasados los primeros días se observaban las cámaras de gas con un horror atenuado: a fin de cuentas, le ahorraban a uno la decisión de suicidarse.

-La segunda fase de la vida en el campo era la de la apatía generalizada, que llevaba al recluso a una especie de muerte emocional. Apatía, anestesia emocional, sensación de que a uno ya no le importa nada. De ahí que los internos pudieran permanecer impasibles ante los sufrimientos diarios.

-El aspecto más lacerante de los golpes era el insulto implicado en ellos.

-La tensión psíquica, añadida a la obsesión de quedar vivos, reprimía la vida interior llevándola a un nivel elemental.

-La desnutrición, además de provocar la obsesión por la comida, explica quizás también la falta de deseo sexual en el Lager. El hambre y los efectos del shock inicial parecen ser la causa de la mínima perversión sexual en el campo. El deseo sexual ni siquiera aparecía en los sueños de los prisioneros, lo que contradice el postulado del psicoanálisis que asegura que los «deseos inhibidos» se manifiestan de forma especial en el sueño.

-El vacío emocional de los reclusos veteranos es uno de los fenómenos que mejor expresa la desvalorización de todo lo que no favorezca la conservación de la propia vida.

-Cuando los reclusos sentían inquietudes religiosas, estas brotaban de lo más profundo que cabe imaginar. Eran estremecedores los momentos de oración y los ritos improvisados en un rincón del barracón.

-Pese a la bajeza física y mental imperante, podía cultivarse una profunda vida espiritual.

-El amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre. La salvación del hombre consiste en el amor y pasa por el amor. Comprendí que un hombre despojado de todo todavía puede conocer la felicidad―aunque sea sólo por un instante―si contempla al ser amado. Incluso en un estado de desolación absoluta, cuando ya no cabe expresarse mediante una acción positiva, cuando el único logro posible consiste en soportar dignamente el sufrimiento, en tal situación, el hombre es capaz de realizarse en la contemplación amorosa de la imagen de la persona amada. Por vez primera entendí el significado de las palabras: «Los ángeles se abandonan en la eterna contemplación amorosa de la gloria infinita». El amor trasciende la persona física del ser amado y halla su sentido más profundo en el ser espiritual, el yo íntimo. Que esté o no presente esa persona, que viva o no, en cierto modo carece de importancia [estas palabras están escritas en relación a las numerosas veces en que «veía» y «hablaba» con su amada esposa, como si estuviese junto a él más real y más viva que en la vida ordinaria].

-La intensificación de la vida interior protegía al prisionero del vacío, la desolación y la pobreza espiritual de la vida del campo, devolviéndolo a su vida anterior.

-Et lux in tenebris lucet [«Y la luz brilla en medio de la oscuridad»].

-El humor es otra de las armas del alma en su lucha por la supervivencia.

-Influido por un entorno que no reconocía la vida y la dignidad humanas, que despojaba al hombre de voluntad y lo reducía a «carne de exterminio», la persona acaba por perder sus principios morales. Si en un supremo esfuerzo por conservar la dignidad, el prisionero no luchaba por mantener sus principios, terminaba por perder la conciencia de su individualidad.

-El prisionero de un campo de concentración padecía un miedo atroz a tomar decisiones o a tener cualquier tipo de iniciativa. Era la consecuencia de sentirse un juguete del destino.

-La experiencia de la vida en el campo de concentración demuestra que el hombre mantiene su capacidad de elección. Abundan los ejemplos, a menudo heroicos, que prueban que se pueden superar la apatía y la irritabilidad. El hombre puede conservar un reducto de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en terribles estados de tensión psíquica y física. Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana—la libre elección de la acción personal ante las circunstancias—para elegir el propio camino. El tipo de persona en que se convertía cada prisionero era más el resultado de una decisión personal que el producto de la tiranía del Lager. De modo que cada hombre, incluso en condiciones trágicas, puede decidir quién quiere ser—espiritual y mentalmente—y conservar su dignidad humana. Dostoyevski escribió: «Sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos». Precisamente esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intención y sentido. En esas condiciones [en las del Lager] al hombre se le niega el valor de la creación o de la vivencia, pero aún así la vida ofrece un sentido. De manera que todos los aspectos de la vida son significativos; también el sufrimiento. Si hay un sentido en la vida, entonces debe haber un sentido en el sufrimiento. La experiencia indica que el sufrimiento es parte sustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos, la existencia quedaría incompleta. A mí me angustiaba otra cuestión: todo este sufrimiento, todas esas muertes, ¿tienen un sentido?—pues, de no ser así, tampoco tendría sentido sobrevivir a la estancia en el Lager.

-Sólo unos pocos prisioneros fueron capaces de aprovechar los atroces sufrimientos para lograr una madurez interior. Pero si sólo se hubiera dado un único caso, este bastaría para demostrar que la libertad interior puede elevar al hombre por encima de un destino adverso, y eso no solamente en un Lager. Frankl recuerda el caso de una muchacha que estaba muriéndose en el campo. Mantiene con ella una breve pero hermosísima conversación (págs. 98-99). Le dice que desde su lecho habla con un árbol que se ve a través de la ventana. A la pregunta de un atónito Frankl que qué le contestaba el árbol, responde ella: —Me dice: «Estoy aquí, estoy aquí, yo soy la vida, la vida eterna».

-Unanimidad entre los liberados en que la influencia más deprimente del cautiverio era no saber cuánto duraría el internamiento. Estaríamos ante una «vida provisional de duración desconocida».

-En realidad no importa lo que esperamos de la vida, sino que importa lo que la vida espera de nosotros. Tenemos que dejar de preguntar por el sentido de la vida y en su lugar percatarnos de que es la vida la que nos plantea preguntas continuamente. Preguntas a las que no hemos de responder con reflexiones o palabras, sino con el valor de una conducta recta y adecuada. Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptarlo porque el sufrimiento se convierte en su única y singular tarea. Es más, tendrá que llegar a la conciencia de que ese destino doloroso le otorga el valor de persona única e irrepetible. Nadie puede redimirlo de su sufrimiento ni sufrir por él. Sin embargo, es su actitud frente al dolor donde reside la posibilidad de conseguir un logro excepcional.

-Asumir el sufrimiento, no darle la espalda.

-Hay dos razas de hombres en el mundo, sólo dos: la de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se mezclan en todas partes y en todas las capas sociales. ¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es.

-Habíamos perdido la capacidad de sentir alegría y teníamos que volver a aprenderla lentamente. Lo que les sucedía los prisioneros se denomina en psicología «despersonalización». Todo parecía irreal, improbable, como un sueño. No tenía sino una única frase en mi cabeza: «En la angustia clamé al Señor y Él me contestó desde el espacio en libertad».


Segunda Parte. Conceptos básicos de logoterapia.
-La logoterapia es una psicoterapia centrada en el sentido. Se propone romper el círculo vicioso de los mecanismos de retroalimentación que tanta importancia tienen en el desarrollo de la neurosis.

-La logoterapia se centra en el sentido de la existencia humana y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre. Aludo a la voluntad de sentido, en contraste con el principio de placer (o voluntad de placer) del psicoanálisis freudiano como con la voluntad de poder que enfatiza la psicología de Alfred Adler.

-La voluntad de sentido para la mayoría es más una cuestión de hecho que de fe. El hombre no inventa el sentido de su vida, sino que lo descubre. Si afirmo que el hombre se ve arrastrado por los principios morales, de ello se infiere que apelo a su voluntad: a la libertad del hombre para elegir entre aceptar o rechazar una oportunidad; dicho de otra manera, a la libertad para completar un determinado sentido o rechazarlo. Y además, el hombre no actúa para satisfacer su impulso moral, silenciando así su conciencia; lo hace para lograr una meta con la que se identifica, o por una persona a la que ama o por la gloria de Dios. Si actuara con el fin de acallar su conciencia sería un fariseo, dejaría de ser una persona verdaderamente moral.

-Cuando el hombre malogra su voluntad de sentido, la logoterapia habla de «frustración existencial». Tres significados de «existencial»: a) la existencia misma, esto es, el modo de ser específicamente humano; b) el sentido de la existencia; c) el afán de encontrar un sentido concreto a la vida personal, es decir, la voluntad de sentido. // La frustración existencial puede desembocar en una neurosis (neurosis noógena). La neurosis noógena tiene su origen en la dimensión noológica (del griego noos, que significa «mente») de la existencia humana, no en la dimensión psicológica. Este término logoterapéutico (neurosis noógena) denota  su vinculación con el núcleo «espiritual» de la personalidad humana. Aquí, «espiritual» no tiene una connotación religiosa: describe y define (antropológicamente) una dimensión específicamente humana.

-Las neurosis noógenas no surgen del conflicto entre impulsos e instintos, sino más bien de problemas existenciales (espirituales), y en ellos desempeña una función primordial la frustración de la voluntad de sentido. La preocupación, o la desesperación, por encontrarle a la vida un sentido valioso revela una angustia espiritual, pero en modo alguno supone una enfermedad. La logoterapia difiere del psicoanálisis en la medida en que considera al hombre como un ser cuyo interés primordial consiste en asumir un sentido y realizar un conjunto de valores, y no en la gratificación y la satisfacción de sus impulsos e instintos.

-Lo que el hombre necesita no es vivir sin tensión, sino esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena.

-Sólo con la responsabilidad personal se puede contestar a la vida. De modo que la logoterapia considera que la esencia de la existencia consiste en la capacidad del ser humano para responder responsablemente a las demandas que la vida le plantea en cada situación particular.

-Actúa como si vivieras por segunda vez y la primera lo hubieras hecho tan desacertadamente como estás a punto de hacerlo ahora. Corresponde al paciente decidir si debe interpretar su vida con responsabilidad ante la sociedad o ante su conciencia. Quiero destacar que el sentido de la vida debe buscarse en el mundo, no dentro del ser humano o de la psique, como si fuera un sistema cerrado. La verdadera meta de la existencia humana no se cifra en la autorrealización. Autotrascendencia de la existencia: ser hombre implica dirigirse hacia algo o alguien distinto de uno mismo, bien sea para realizar un valor, bien para alcanzar un sentido o para encontrar a otro ser humano. Cuanto más se olvida uno de sí mismo—al entregarse a una causa o a la persona amada—, más humano se vuelve y más perfecciona sus capacidades. Podemos descubrir el sentido de la vida de ter modos: a) realizando una acción; b) aceptando los dones de la existencia; c) por el sufrimiento.

-El amor es la única vía para llegar a lo más profundo de la personalidad de un hombre. Nadie conoce la esencia de otro ser humano si no lo ama. El amor no se entiende como un efecto secundario del sexo, sino que el sexo es un medio de expresión de la fusión absoluta y definitiva que es el amor.

-Uno de los postulados de la logoterapia mantiene que la preocupación primordial del hombre no es gozar del placer, o evitar el dolor, sino encontrar un sentido a la vida. Y en esas condiciones el hombre está dispuesto a aceptar el sufrimiento, si el sufrimiento tiene sentido.

-El mundo del hombre es el único lugar donde se comprende el sufrimiento.

-Con frecuencia lo que se presenta como una causa de neurosis (los complejos, los conflictos y los traumas) no son causas, sino síntomas de la neurosis. En cuanto a la verdadera causa de la neurosis, además de sus elementos constitutivos—sean de naturaleza psíquica o somática—, parece que los mecanismos retroactivos de la ansiedad anticipatoria constituyen un importante factor patógeno. La ansiedad anticipatoria debe contraatacarse con la intención paradójica (esto es: enfrentarse a las obsesiones con ironía, intentando ridiculizarlas); la hiperintención y la hiperreflexión se combaten con la «de-reflexión».

-El nihilismo se define por la radical negación de sentido del hombre.

-El psicoanálisis postula algo aún más equivocado y peligroso que el pansexualismo, a saber, aquello que llamo «pandeterminismo». Con esta expresión aludo a la visión del hombre que niega su capacidad para asumir posturas personales ante las circunstancias, sean las que sean. El hombre se determina a sí mismo, no se limita a existir, sino que decide cómo será su existencia. Todo ser humano posee la libertad de cambiar en cada instante. La libertad no es la última palabra. La libertad es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad es la cara negativa de cualquier fenómeno humano, cuya cara positiva es la responsabilidad. De hecho, la libertad corre peligro de degenerar en mera arbitrariedad, salvo si se ejerce en términos de responsabilidad.