viernes, 4 de noviembre de 2022

 Alejandro / Diadocos / Época helenística



ALEJANDRO MAGNO - DIADOCOS - ÉPOCA HELENÍSTICA (HISTORIA, CIVILIZACIÓN. CULTURA)

Resumen de la Primera Parte de la Introducción al Nuevo Testamento, de Helmut Köster (1980)


*En Alejandro Magno pueden advertirse ciertos gestos (veneración como un héroe de su íntimo amigo el general macedonio Hefestión, muerto en el otoño de 324; que los embajadores griegos se presentasen ante él con guirnaldas en la cabeza) que presuponen la adoración divina del soberano viviente. Actualmente, en el decenio de 1980, se piensa que no se trata de una idea «oriental» introducida en el mundo griego, sino más bien de una continuación del pensamiento griego sobre la presencia de la divinidad en las personalidades extraordinarias. Las concepciones egipcias influyeron también en el proceso de atribuir un carácter divino a las monarquías, como en las helenísticas.

*Diadocos. Fueron los generales de Alejandro que, a su muerte, repartiéronse el Imperio. Son los siguientes: Pérdicas, nombrado quiliarca, esto es, comandante en jefe de la guardia real, desde la muerte de Hefestión, se quedó como regente de la parte asiática del Imperio; Cratero, quien retornó a Macedonia y se convirtió en «defensor de los intereses reales», ante la ineptitud de Filipo Arrideo, hermano de Alejandro; Antípatro, quien gozaba de gran prestigio, fue confirmado como estratega de Macedonia; Antígono Monóftalmos, a quien se le encomendó el gobierno de la Gran Frigia, Licia y Panfilia, regiones del centro y del sur de Anatolia; Lisímaco, a quien le correspondió Tracia; Eumenes, nombrado sátrapa de Capadocia, también en el Asia Menor; y Ptolomeo (fundador de la dinastía de los Lágidas, pues su padre se llamaba Lagos), a quien se le encomendó Egipto, siendo el único de todos los diádocos que consiguió mantenerse en su puesto.

En 321, después de la muerte de Pérdicas, caído en el campo de batalla como consecuencia de sus pretensiones de restaurar la unidad del Imperio de Alejandro, se quedó Antípatro como regente del Imperio. Seleuco, el fundador de la dinastía de los seléucidas, convirtióse entonces en sátrapa de Babilonia. La muerte de Antípatro en 319, rompió el equilibrio alcanzado en 321.

Antes de morir, Antípatro había designado como sucesor al general Polipercón. A ello se opuso Casandro, el hijo de Antípatro. Casandro se vio apoyado por Eurídice, una nieta de Filipo II de Macedonia, que se había casado con su tío Filipo Arrideo, hermano de padre de Alejandro. Pero, sobre todo, el principal apoyo de Casandro fue el de Antígono Monóftalmos. A Polipercón sólo lo apoyó Eumenes. Polipercón acabó siendo desterrado y Eumenes muerto en el transcurso de la guerra. Eurídice y Filipo Arrideo fueron envenenados por Olimpia, la madre de Alejandro, que había vuelto del exilio. Seleuco huyó a Egipto, pues se sentía amenazado por Antígono Monóftalmos, el dueño entonces de Asia. Casandro asentó su dominio en Grecia y en Macedonia, restableciendo la paz en 311, aunque a costa de ordenar el asesinato (con la complicidad de Olimpia) de Roxana, la esposa de Alejandro, y del hijo póstumo de éste que había concebido con esa princesa bactriana.

El equilibrio se rompe de nuevo ante las ambiciones de Antígono Monóftalmos, quien desea restaurar la unidad del Imperio de Alejandro bajo su mando. En el transcurso de esta lucha destacó Demetrio Poliorcetes («asediador de ciudades»), el hijo de Antígono. En la batalla de Ipsos (Ipsus), en Frigia, en agosto de 301, el casi octogenario Antígono perdió la vida, fracasando su sueño.

Ni Seleuco ni Ptolomeo tenían influencia alguna en Grecia y en Macedonia. Después de la muerte de su padre, Demetrio Poliorcetes se hizo durante un tiempo dueño del Mediterráneo oriental. Se adueñó de Atenas, grandes porciones de la Grecia central, Tesalia y Macedonia. Fundó la ciudad de Tesalónica o Salónica (= Therma, al sur de Macedonia, al este de Pella y al norte de la Calcídica), por el nombre de su esposa. En 298 murió Casandro. Entretanto, Lisímaco, en Tracia, apoyado por Pirro, joven rey del Epiro, se opuso a las conquistas de Demetrio Poliorcetes. Éste, finalmente, fue hecho prisionero por Seleuco en 268, muriendo en cautividad tres años después. Lisímaco encontró la muerte, en 281, en la batalla de Ciropedión (junto a la ciudad jonia de Magnesia, cerca de Éfeso, a orillas del Meandro), derrotado por Seleuco. Éste proclamóse rey de Macedonia y preparó la conquista de Grecia. Pero en aquel mismo año de 281, al poco de pasar a Europa, fue asesinado por Ptolomeo Cerauno, hijo mayor de Ptolomeo de Egipto, quien había fallecido dos años antes. Con Seleuco desaparece el último de los diádocos.

*De la rebelión de los Macabeos (168 – 164) surgió el Estado Asmoneo (140 – 64), que sobrevivió hasta la conquista de Siria por Pompeyo Magno en el 63 a. C.

*Las monarquías helenísticas, que surgieron después de los diádocos, se constituyeron en monarquías despóticas de carácter oriental, a pesar de la fuerte presencia cultural griega. Esa idea absolutista de la forma de gobierno, no se fundamentaba tanto en las tradiciones persa y egipcia, cuanto en la creencia griega en los derechos inherentes a toda personalidad individual sobresaliente. Algunos filósofos griegos, tales como Platón y Jenófanes, habían apoyado esa forma de gobierno. Ahora bien, los griegos no consideraban que el Estado fuese propiedad del soberano. Sin embargo, los intereses del Estado habían de prevalecer sobre los de los particulares. En cuanto a Macedonia, la realeza, en época helenística, continuó siendo una monarquía popular mantenida por la fidelidad del pueblo.

*Por lo que atañe al origen y comienzo del culto al soberano en los reinos helenísticos, hay que tener en cuenta las palabras del historiador y teólogo inglés Arthur Darby Nock (1902 – 1963), cuando afirma que la «divinidad del soberano helénico se basa en su superioridad». Alejandro llegó a interpretarse a sí mismo como imitador de Heracles. En 332, al consultar el oráculo de Amón en Egipto, los sacerdotes le saludaron delante del templo de Amón-Ra, en Tebas, como a hijo del dios Ra. Lo que ocurrió dentro del templo no lo sabemos. Es posible que desde entonces Alejandro se considerase como hijo del dios Amón-Ra (= Zeus). Se rodeó de actitudes y signos que reflejasen una adoración divina hacia su persona. Pero, durante su vida, no se hizo de ello una institución. En Bactriana, en 327, fracasó el intento de exigir la proskynesis, esto es, el gesto de prosternarse o arrodillarse ante el rey persa.

*synoikismós: en el Imperio seléucida, agrupación de varias comunas y localidades pequeñas formando una ciudad. Frecuentemente se trataba de núcleos de población no griega.

*katoikíai: en el Imperio seléucida, colonias estables dispuestas como una ciudad, fortificadas, aunque sus habitantes no tenían plenos derechos de ciudadanía.

*cleruquías: colonias militares desde la época de Alejandro Magno, quien fundó varias en Bactriana. Las había, sobre todo, en el Imperio seléucida, muy helenizadas, aunque también en el Egipto ptolemaico, donde la helenización fue mucho menor. Sus pobladores eran los clerucos.

*politeúmata: cuando los habitantes no griegos, aunque libres, como los judíos, de una ciudad helenística, especialmente Alejandría de Egipto, se organizaban de acuerdo con sus propias leyes y costumbres, aunque no contaban con plenos derechos (especialmente desde la dominación romana) y tenían que respetar las leyes superiores vigentes.

*Sistemas monetarios

       Monedas griegas                                                                               Monedas romanas

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1 talento = 60 minas                                                                         1 áureo (oro) = 25 denarios (plata)

1 mina = 50 estateros (oro)                                                              1 denario = 4 sestercios

1 estáter = 2 dracmas (plata)                                                           1 sestercio (cobre + zinc) = 2 dipondios

1 dracma = 6 óbolos (bronce)                                                          1 dipondio (cobre + zinc) = 2 ases

                                                                                                              1 as (cobre) = 4 cuadrantes

*El carácter internacional de la vida cultural durante el periodo helenístico, es un hecho incuestionable. No obstante, en todas partes hubo círculos que pretendieron defenderse de la influencia griega. Un buen ejemplo es la revuelta de los Macabeos contra los reyes seléucidas. Pero de ninguna manera se puede afirmar, en opinión de Helmut Köster, que el pueblo judío como tal se pusiera a la defensiva contra la helenización. Al contrario, la mayor parte del pueblo se helenizó profundamente. No en vano llegó a ser el cristianismo un movimiento totalmente helenizado, precisamente porque el camino hacia el Helenismo estaba ya trazado dentro del judaísmo.

*La evolución de la lengua griega hacia la koiné. En el siglo V a. C. los principales dialectos griegos eran los siguientes: a) el jónico, que se hablaba en la parte central de la costa W de Asia Menor y en el Egeo; b) el ático, estrechamente emparentado con el jónico, y que se hablaba en Atenas y en el Ática; c) el eólico, en el N de la costa W de Asia Menor, en la isla de Lesbos, en Beocia y en Tesalia; d) el dórico, al S del Peloponeso y en el SO de la costa de Asia Menor, así como en las islas de Rodas, Cos y Creta; e) otros dialectos dóricos de Grecia central y occidental, muy emparentados entre sí, como el de la Élide y el aqueo; f) el arcadio-chipriota, que se hablaba en el interior del Peloponeso y en Chipre.

La literatura griega sólo empleó los dialectos jónico, eólico, dórico y ático. La épica más antigua (Homero) y una parte de la lírica y de la antigua prosa de Asia Menor (Heródoto e Hipócrates), están escritas en dialecto jónico. El eólico está circunscrito a la isla de Lesbos (Safo). La lírica coral está escrita en dórico. A partir del siglo V a. C. se fue formando la prosa ática, que pronto llegaría a ser dominante desde el punto de vista literario. También el dialecto ático, debido al predominio de Atenas en la política y en la economía, llegó a ser la lengua hablada griega más importante en el ámbito del comercio y de la diplomacia. Este mismo dialecto ático fue convertido por Alejandro Magno y sus sucesores en la lengua oficial de la Administración, llegando a ser, por tanto, la auténtica lingua franca universal del mundo helenístico. De este «ático jonizado» surgió la koiné, es decir, la lengua «común» de la época helenística y romana. Con el paso del tiempo y la evolución del lenguaje, la koiné se fue diferenciando cada vez más de la prosa ática.

*La lengua de la literatura. La koiné como idioma coloquial del comercio y de la Administración evolucionó, como es lógico, según sus propias leyes, sin que la lengua literaria ejerciera una influencia inmediata sobre ella. También existían escritores que escribían sus obras en una «koiné superior», esto es, en una especie de lengua coloquial elegante.

El movimiento arcaizante de la lengua literaria durante la primera época imperial (principalmente durante el Principado de Augusto), el llamado aticismo, imponía unas normas a las que no se amoldaba la koiné escrita.

Mientras que el lenguaje familiar se alejaba cada vez más de la prosa ática clásica, el aticismo, que dominaba de manera creciente el lenguaje literario, se volvía a acercar al ideal de la lengua clásica y convertía a la prosa literaria ática en norma de toda la literatura escrita. El aticismo, en cuanto movimiento, surgió en el siglo I a. C., como reacción contra el «asianismo», esto es, el estilo retórico nacido en Asia Menor en el siglo III a. C. El aticismo se impuso como estilo literario predominante a partir de la polémica de Cicerón contra el asianismo.

El rétor (profesor de Retórica) e historiador Dionisio de Halicarnaso, que ejerció su actividad en Roma a partir del año 30 a. C., propuso a Demóstenes como ejemplo y convirtió la imitación de los clásicos en norma de la oratoria cultivada. En el siglo II d. C., el griego Herodes Ático (101 – 177), hombre muy acaudalado y mecenas de las artes, llegó a ser uno de los principales representantes de la llamada segunda sofística, convirtiéndose en el más brillante maestro del estilo ático.

Entre los ejemplos de escritores que emplearon el idioma de la koiné literaria, destacan los historiadores Polibio (ca. 200 – 120 a. C.) y Diodoro Sículo (ca. 90 – ca. 30 a. C.). También está próximo a esa lengua Plutarco (45 – 125), Filón de Alejandría y Flavio Josefo. En cuanto a Luciano de Samosata (ca. 120 – 180), aunque admiraba la literatura clásica, no se recataba de poner en ridículo al aticismo exagerado. Asimismo, el filósofo estoico Epicteto escribía en el lenguaje coloquial.

*El lenguaje de los escritos cristianos primitivos y la koiné. Los autores de los primeros escritos cristianos lo hicieron casi sin excepción en la lengua familiar y corriente de su época, esto es, en la koiné. Debemos mantener de manera inequívoca, afirmaba Helmut Köster en 1980, que el lenguaje de la literatura cristiana se enmarca dentro del desarrollo del griego como lengua vulgar hablada, evolución que abarca desde el comienzo de la época helenística hasta el griego moderno vulgar o dimotikí.

El lenguaje del NT apenas tiene que ver con el griego literario de su tiempo.

Los escritos cristianos primitivos muestran, en grado diverso, ciertas influencias de los tecnicismos de la filosofía popular, de la retórica, de la historiografía e incluso de la prosa ática, que conviven con el lenguaje coloquial.

La Carta a los hebreos está más cerca de la prosa literaria ática que los demás escritos del NT. En el resto del NT predomina el lenguaje corriente, la koiné. Lucas, por ejemplo, autor del Tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles, conoce perfectamente la koiné culta, es decir, la lengua escrita y hablada de los griegos cultivados. También el apologeta Justino, ca. mediados del siglo II, emplea una koiné culta influenciada por el estilo ático. Por su parte, Clemente de Alejandría (ca. 150 – ca. 220) es un estilista y un maestro de la prosa literaria, a la que domina tan perfectamente que se permite no respetar las reglas de un aticismo rígido. La mayor parte de los escritores neotestamentarios no llegaron a cruzar, al contrario que Lucas, el umbral de la lengua literaria. San Pablo se mueve totalmente dentro del lenguaje coloquial. Además de las epístolas paulinas, pertenecen también al lenguaje popular los evangelios de Marcos, Mateo, Juan y el Apocalipsis, así como los escritos apócrifos de la primera época cristiana conservados en lengua griega. En el Evangelio de Marcos las características de la koiné vulgar son tan flagrantes que su lenguaje no podía atraer a las clases medias semieducadas. Por eso mismo Mateo, que escribió también en una koiné sin pretensiones especiales, tuvo que introducir numerosas mejoras en los giros de su modelo. Mateo, que en esto se parecía a Pablo, consiguió escribir tal como hablaba la mayoría de la gente. Por su parte, el Cuarto Evangelio está escrito en una koiné sencilla y normal.

 

*El NT y las lenguas semíticas.

Todos los libros neotestamentarios, sin excepción, fueron escritos originalmente en griego. Por lo demás, tampoco se ha podido demostrar que ningún otro escrito griego del cristianismo primitivo haya sido traducido del hebreo o del arameo.

Asimismo, no cabe la menor duda que tanto en el NT como en los Padres apostólicos y en algunos escritos apócrifos, existe, en conjunto, una gran cantidad de semitismos. La dificultad estriba en la constatación de un semitismo en un caso concreto, y en el juicio sobre su peculiaridad y origen.

Los diferentes semitismos que aparecen en los escritos neotestamentarios son los siguientes:

1. Hebraísmos. Los semitismos pueden producirse cuando un texto ha sido traducido al griego directamente del hebreo. En este caso se trata propiamente de hebraísmos, y se hallan en el NT sólo en las citas que reproducen una traducción griega del AT, por regla general de la Septuaginta (los Setenta o Biblia griega)[1].

 

2. Arameísmos. Ciertos semitismos pueden producirse al traducirse al griego un texto arameo, que era la lengua usual de la población no helenizada de Siria y de Palestina. Estos semitismos se denominan con más exactitud arameísmos. Donde aparecen con más frecuencia es en los Evangelios. Jesús hablaba en arameo, lo mismo que la comunidad cristiana primitiva de Palestina (en realidad, se trataba de un dialecto del arameo imperial de la Persia aqueménida). Todo el material que se remonta a Jesús, a esa comunidad cristiana primitiva de Palestina o las comunidades posteriores de Siria que hablaban arameo, fue traducido alguna vez al griego antes de que llegase a formar parte de un escrito cristiano primitivo (especialmente, los escritos neotestamentarios). Generalmente, aquella versión en griego fue realizada en una fase de la tradición mucho más antigua que el momento al que pertenecen las fuentes griegas de los Evangelios que se nos han conservado. Marcos fue quizás el único que usó fuentes traducidas directamente del arameo.

 

3. Biblicismos. El cristianismo primitivo heredó del judaísmo la Septuaginta, esto es, la Biblia en griego, traducida del hebreo y del arameo (ver nota 1). El lenguaje de las sinagogas helenísticas estuvo muy influenciado por la Septuaginta. Los biblicismos, que en último término suelen ser «hebraísmos», puesto que se remontan a la Biblia hebrea, se encuentran todavía en la producción tardía de la literatura cristiana primitiva, pues hay que tener en cuenta que la Septuaginta o Biblia griega del judeo-helenismo continuó siendo el libro sagrado de la cristiandad.

 

4. Bilingüismo. La causa de toda una serie de semitismos radica quizás en que la lengua vulgar en la que se producen se practicaba en un ambiente bilingüe. Paganos y cristianos, así como judíos que hablaban griego o arameo, o ambos idiomas, convivieron estrechamente en muchas ciudades de Siria y Palestina.

 

5. Préstamos del hebreo y del arameo aparecen en la lengua griega, debido a las razones más diversas.

 

 

 

*Los orígenes del género biográfico se remontan al Perípato de Aristóteles en Atenas, de tal manera que la finalidad de las biografías o trabajos biográficos preparatorios, era presentar en forma de «vida» (bíos) los principios de las doctrinas filosóficas, de las normas de conducta (éthos) y de la formación del carácter (páthos).  

 

*La biografía como género literario es una creación del Helenismo, y la razón de su creciente importancia estriba en el descubrimiento helenístico de la personalidad individual y de su significación.

 

*Otro género literario helenístico a tener en cuenta es la aretalogía, esto es, la narración de los hechos prodigiosos de un dios o de un héroe. La aretalogía no procede directamente de un interés biográfico, aunque se halle estrechamente relacionada con la concepción helenística de la personalidad individual. Para la sensibilidad griega, las actitudes humanas especiales o extraordinarias no eran en el fondo otra cosa que los poderes divinos manifestados en los acontecimientos del presente. Es una creencia típicamente helenística, la cual se remonta a finales del siglo IV a. C., que el poder divino se manifiesta de manera inmediata en los grandes poetas, filósofos y gobernantes.

 

*Los comienzos de la novela griega, como género literario, se remontan al siglo II a. C. La novela es una típica expresión literaria helenística del conocimiento de la existencia humana. La novela reconcilia al ser humano con el destino, que a menudo parece privar de sentido a la vida misma, pues el género tiene siempre un final feliz. De la biografía llega a la novela el relato del nacimiento, o la procedencia milagrosa, y la descripción de la actitud moral ejemplar del héroe o de la heroína. La relación de la virtud y del carácter (pathos) con el modo de vivir y con el destino es algo que la novelística ha tomado de la biografía filosófica.

 

Jenócrates († 315 a. C.). Filósofo griego, discípulo directo de Platón, a cuya muerte se hizo director de la Academia de Atenas. Inspirándose en la demonología de su maestro, distinguió entre démones (plural de daimon = demonio) buenos y malos (estos últimos se movían en el mundo sublunar). De hecho, relativizó la distinción entre dioses y démones. Su pensamiento contribuyó a profundizar en la evolución de la concepción dualista del mundo en la cosmología y en la antropología del periodo helenístico. La demonología de Jenócrates recoge las manifestaciones de Platón sobre las dos almas del mundo: una buena y otra mala, respectivamente responsables de las actuaciones de los démones buenos y malos.

Filón de Larissa (ca. 159 – ca. 84 a. C.). Filósofo griego, natural de esa ciudad de Tesalia. Miembro de la Academia platónica. Con él comenzó la superación del escepticismo moderado que se había iniciado con Arcesilao y continuó con Carnéades, ambos en pugna con la Stoa. Fue maestro de Cicerón. Le sucedió, al frente de la Academia, Antíoco de Ascalón.

Antíoco de Ascalón (ca. 140/125 – ca. 68 a. C.). Filósofo helenístico. Nació en esa ciudad costera del Levante mediterráneo, al N de Gaza. Sucedió a Filón de Larissa al frente de la Academia platónica en Atenas. En continuación con lo emprendido por su antecesor, rompió definitivamente con el escepticismo y con la pugna con la Stoa. Inició una nueva época, pues desde entonces los pensadores vinculados a la Academia se denominaron «platónicos». Al mismo tiempo, la Academia como escuela filosófica concreta radicada en Atenas, comenzó a perder importancia.

 

Filón de Alejandría (ca. 20 a. C. – ca. 45 d. C.). Filósofo judío helenizado. Máximo ejemplo de que la base del pensamiento del periodo helenístico tardío había llegado a ser una especie de estoicismo platonizante. Su método exegético, el alegórico, es estoico, al igual que su interpretación de las figuras del AT como virtudes. Su idea de Dios ofrece también rasgos estoicos: Dios es inmutable y eterno; es la fuerza básica del cosmos en cuanto persona (Filón no logra despojarse de los rasgos personales de Dios en el AT). Asimismo, Filón identifica a Dios con la naturaleza, y el logos, como en el estoicismo, es la potencia divina que todo lo penetra. A pesar de ello, la cosmovisión de Filón, especialmente su antropología, es platónica. El mundo visible, tal cual es transmitido por los sentidos, no sólo es transitorio, sino que se caracteriza por predicados negativos. El alma (o el espíritu) tiene su origen en el mundo divino. Mientras el espíritu habita en el cuerpo, se halla preso entre las redes de la existencia terrena, de la que debe liberarse. La percepción verdadera de la esencia de la realidad no es posible a través de los sentidos. Sólo el espíritu humano puede conocer a Dios y al logos, para lograr la liberación del mundo visible a través de la sabiduría y el ejercicio de la virtud; sólo así vencerá el espíritu al cuerpo y será capaz de retornar a su patria, el mundo celeste. Filón no considera simplemente el mundo material como la causa del mal, del vicio, sino que concibe al cuerpo como un lugar absolutamente extraño por contraste con la patria celestial y como una vestimenta impropia para el alma divina. Otro elemento platónico de la cosmología de Filón es que Dios creó en primer lugar el mundo de las ideas como el prototipo del mundo visible. Filón concibe el logos tanto en términos platónicos como estoicos. Según la Stoa, el logos es el poder que gobierna el Universo todo; pero en sentido platónico es también la imagen de Dios, según la cual el hombre ha sido creado. Por esta razón, el ser humano pertenece a Dios en su verdadera esencia y es fundamentalmente diferente del mundo visible.

 

Epicuro de Samos (341 – 270 a. C.). Filósofo griego. Sólo se conservan de él tres cartas doctrinales. Establecióse en Atenas en 306, donde fundó una escuela, «El Jardín». Todas las percepciones sensoriales son verdaderas. Atomista. Materialista. Su filosofía pretende ser un sustituto de la religión. Creía en los dioses, aunque éstos no tienen nada que ver con los hombres. De ahí que careciera de sentido adorarlos, invocarlos u ofrecerles sacrificios. Independencia absoluta del individuo. Todo ha de subordinarse al individuo. El proceso de los acontecimientos naturales sigue unas leyes derivadas del movimiento de los átomos. Los dioses son innecesarios. No existe una realidad espiritual fuera del mundo material -al cual también pertenece el alma- compuesto de átomos. La religión y la piedad no pueden relacionarse con poderes trascendentales. El fin del hombre sabio es la verdadera felicidad (eudaimonía) y la amistad. Ambos conceptos eran interpretados de manera religiosa, esto es, como conceptos asociados a una religión puramente terrenal, concretada en una determinada forma de asociación, donde se cultivan aquéllas. El Jardín ofrecía concomitancias con las asociaciones mistéricas, llegándose incluso a divinizar a su fundador. Todos los actos de la comunidad, de la asociación, iban encaminados a fortalecer al individuo, a proporcionarle la eudaimonía y la imperturbabilidad del alma. Mientras que las religiones mistéricas prometían una salvación más allá de la vida terrena, la meta religiosa de la verdadera felicidad epicúrea era concebida sólo para el más acá. El epicureísmo como una especie de armonía nihilista. Gracias a ella el sabio podía hacer realidad en su propia vida la inexistencia de todos los afectos y vivencias. Superación de la muerte, que no debe preocupar nada al hombre, ya que cuando la vida es la muerte no es, y a la inversa.

 

Stoa. Escuela filosófica helenística fundada por Zenón de Citio (ca. 333 – ca. 264 a.C.), oriundo de esa ciudad de Chipre. Hacia el 300 llegó a Atenas, donde enseñaba en un pórtico del ágora, la Stoa Poikile; de ahí el nombre de este movimiento filosófico. A su muerte le sucedió como jefe de la escuela Cleantes (ca. 331 – 232 a. C.), nacido en Aso (Assos, Assus), ciudad de Eolia, al NO de Asia Menor. El tercer dirigente de la escuela fue Crisipo († ca. 205 a. C.), natural de Soloi (Soli, Pompeiopolis), en la costa de Cilicia. El estoicismo, desde el principio, fue cosmopolita y panteísta. Preeminencia de la ética: la virtud es el único bien que existe. Bienes materiales, ambiciones políticas y pasiones humanas son falsificaciones y perversiones del destino moral del hombre. La ética estoica se desliga de todas las motivaciones externas y empíricas que están presentes en la estructura social del mundo y en los deseos del hombre. Para Zenón de Citio, el único fin (telos) de la acción humana es vivir de acuerdo con el logos (razón); para Crisipo, vivir de acuerdo con la naturaleza (physis). Aquí no se entiende por «naturaleza» el mundo natural y visible, sino la «naturaleza» específica del hombre, esto es, el logos o discernimiento racional, que se identifica con la razón que gobierna el cosmos. Para la Stoa, «de acuerdo con la naturaleza» = «de acuerdo con la razón». La cosmología de la Stoa se inspira en dos fuentes: la fe en el destino concebido astrológicamente y los conocimientos de las ciencias naturales. De aquí surge una visión cosmológica estrictamente determinista y materialista del curso de los acontecimientos. No obstante, el orden del cosmos no es un determinismo sin sentido, sino un conjunto perfecto de leyes en el que todo está ordenado de manera perfecta. También debe recordarse que, para la formulación de su cosmología, la Stoa recurrió a los conceptos astrológicos universalmente válidos (que en el siglo II a. C. se confundían con los astronómicos). Por lo que atañe a la psicología, es la doctrina de los afectos (pathos). Todos los afectos         -deseo, temor, placer, arrepentimiento, compasión- pertenecen a los estados enfermizos del alma, de los que debe liberarse el sabio para alcanzar la impasibilidad (apatheia o ataraxia). El filósofo se convierte en el médico del alma. El estoicismo, como el epicureísmo, piensa que sólo lo que concierne al individuo debe ser tomado en consideración. La Stoa es en gran parte responsable de que se formara en el Helenismo el ideal del sabio. Aunque la Stoa coincide con el epicureísmo en que la meta del hombre es la felicidad (eudaimonía), esto es, que el individuo viva de acuerdo consigo mismo, superando así el imperativo del destino, la diferencia estriba en que mientras Epicuro predicaba que el sabio debe retirarse del mundo, el sabio estoico se distingue por su relación paradójica con las cosas del mundo. La Stoa plantea una suerte de teología panteísta, en la que Dios y el mundo son una misma cosa. Aunque materialistas como los epicúreos, los estoicos no se imaginaban el curso del mundo como un proceso mecánico. Aceptaban un principio racional, el Logos, que todo lo gobernaba. La Stoa desarrolló el método alegórico con el fin de presentar su nueva concepción del mundo. A ello le movió una veneración por los dioses tradicionales, al menos en Zenón de Citio. Se trataba de reinterpretar los mitos. Ello permitió el surgimiento, por vez primera en la Antigüedad, del método clásico de interpretación (sobre todo en los textos homéricos), adoptado después por los teólogos judeohelenísticos (Filón de Alejandría) y cristianos (Justino Mártir) en la exégesis bíblica. En la evolución de la Stoa ocupa un papel destacado Panecio de Rodas (ca. 180 – 111 a. C.), quien puso el acento en una enseñanza ética orientada hacia una conducta práctica que se apoyaba en Sócrates, Platón y Aristóteles. Su influencia en Cicerón fue muy grande.

 

Posidonio de Apamea (135 – 50/45 a. C.). Pensador estoico, científico, político e historiador griego natural de esa ciudad de Siria. Creía que el diámetro del Sol era 39 veces y media mayor que el de la Tierra, mientras que según cálculos anteriores era mucho más pequeño (hoy sabemos que ese diámetro es 109 veces el terrestre). Estimó la distancia del Sol a la Tierra en 6.545 veces el diámetro terrestre (en realidad es 11.741 veces). Como historiador, Posidonio considera que la Historia camina guiada por la divina providencia (este concepto estoico sustituye a la týchētyche [casualidad, suerte, destino] de Polibio como última causa de la Historia), pero, por otra parte, es una permanente prueba de la continua decadencia de la cultura y la moralidad. Como filósofo se vinculó a la Stoa, acogiendo, además, en su sistema categorías esenciales del dualismo platónico (ver: Jenócrates). En su cosmología distinguía dos mundos: el celestial, supralunar, imperecedero o inmutable, y el sublunar, sujeto a cambios permanentes y a la desaparición. Quizás fuese el iniciador de la antropología tricotómica: el espíritu humano procede del Sol; el mundo intermedio, la Luna, le provee de alma, que, a su vez, se mantiene unida al cuerpo terreno del mundo sublunar comunicándole la capacidad vital. Al morir el hombre, el espíritu se libera del alma y vuelve a sus orígenes solares. Posidonio, como filósofo estoico, recogió muchos elementos presocráticos, platónicos y aristotélicos, distanciándose claramente de Epicuro.

 

Diógenes de Sínope (ca. 400/390 – 328/323 a. C.). Filósofo griego, natural de esa ciudad de Paflagonia, en la costa S del Mar Negro. Fundador de la Escuela cínica. Le llamaban el «perro» (Kyon - Kȳon), por su falta de pudor y su decisión a la hora de rechazar los valores culturales y las convenciones dominantes. Su frugalidad e impudor era una forma de rechazo frontal de las convenciones. La filosofía cínica, en lugar de dedicarse a la formación y proclamación de una doctrina, se concentraba en la creación y exhibición de ejemplos drásticos de comportamiento práctico. De la predicación del filósofo mendicante surgió la «diatriba» (= «pasatiempo»). A lo largo del siglo III a. C. el método de discusión de la «diatriba» desbancó al diálogo platónico como estilo filosófico. La «diatriba» se dirigía a los no iniciados.

 

Evemerismo. Teoría hermenéutica de la interpretación de los mitos creada por Evemero de Mesenia (340 – 260 a. C.) en su obra Hiera anágrafe (Inscripción sagrada), de la que solamente quedan resúmenes, y según la cual los dioses paganos no son más que personajes históricos de un pasado mal recordado, magnificados por una tradición fantasiosa y legendaria. Helmut Köster, en 1980, afirmaba que la doctrina de Evemero de Mesenia sobre el origen de los dioses fue la que más eco tuvo en la Antigüedad. Aunque se la consideraba una forma de ateísmo, Köster se resiste a calificarla de ateísmo radical. La interpretación de Evemero se remonta a Homero, para quien los dioses se comportan, obran y sienten de manera similar a los hombres. Pero quien más influyó en Evemero fue Hecateo de Abdera (natural de esa ciudad marítima al SO de Tracia, en el límite con Macedonia) (ca. 350 – 290 a. C.), quien había recogido la idea egipcia de que los dioses de Egipto habían sido anteriormente reyes, fundadores de Estados, impulsores de leyes y maestros de los hombres. Pero Evemero dio un paso más atrevido que Hecateo de Abdera. Urano, Cronos y Zeus, junto con sus respectivas esposas, Hestia, Rea y Hera, también habían sido reyes en la antigüedad. Las luchas míticas de los dioses contra los titanes no son más que las luchas e intrigas palaciegas de los reyes y potentados. Evemero caracteriza al propio Zeus con los rasgos de Alejandro Magno. En síntesis, Evemero destronó a los dioses. Asimismo, los degradó, convirtiéndolos en héroes. Por lo tanto, debían ser adorados como tales héroes o como soberanos divinizados. La antigua fe en los dioses viose sustituida en la época helenística por la fe en las estrellas y en la astrología, por la creencia en los démones (demonios, buenos o malos) y en la magia.

 

*La extraordinaria importancia que alcanzó la astrología durante el periodo helenístico se debe a tres factores: a) la penetración de la astrología babilónica, pues es en Mesopotamia donde se halla el origen de este culto a los astros; b) los avances de la astronomía, sobre todo en Alejandría, hasta el punto de que incluso puede hablarse de una astrología practicada sobre una base científica; c) la relevancia que la nueva religión filosófica del Helenismo, especialmente el estoicismo, concedió a los astros.

Además de Hiparco de Nicea, eminente astrónomo griego que vivió temporalmente en Alejandría y enseñó fundamentalmente en Rodas del 160 al 125 a. C., quien estaba convencido de la verdad de la astrología, también circuló un libro en ese mismo siglo II, con el nombre de Hermes Trismegisto, muy relevante en el campo de la literatura hermética posterior.

La astrología se presentó desde el principio en el Helenismo como un sistema científico consecuente, pero sólo pudo imponerse porque sirvió de marco a una nueva interpretación religioso-filosófica del mundo. Con la crisis y descomposición de la pólis y el consiguiente aumento del cosmopolitismo y del universalismo, los dioses locales, protectores de la ciudad-estado griega, dejaron de tener relevancia, siendo sustituidos por divinidades de carácter universalista.

Para la formulación de su cosmología, la Stoa recurrió a los conceptos astrológicos universalmente válidos. La astrología ofreció el marco para presentar a los antiguos dioses bajo nuevas formas de poder universal. Zeus se convirtió en Júpiter; Afrodita en Venus; Cronos en Saturno y Hermes en Mercurio. Los días de la semana se fijaron según los planetas, el Sol y la Luna. Los griegos dieron preeminencia al Sol, frente a los babilonios, que se lo concedieron a la Luna. En época roma se habla ya de «Sol invencible» (Sol invictus), el símbolo más poderoso del paganismo frente al cristianismo.

La imagen del mundo construida por la astrología de la época helenística introdujo una noción negativa, que después no fue posible eliminar o exorcizar: la heimarmene (heimarménē), esto es, el «destino». El vocablo deriva de un verbo griego que significa «recibir la parte que le corresponde a uno». Ya la tragedia griega había hablado de la ananke (anánkē), es decir, la «necesidad» imprevisible, poder misterioso de la vida humana. Aristóteles definió la anánkē como «aquello que es contrapuesto al movimiento de la libre elección» (Metafísica, libro V, cap. 5, 1015 a). Pero la anánkē no es un poder que convierta la vida humana en absurda y sin sentido. Impide únicamente que el hombre pueda hacer un cálculo previo de su vida, convirtiéndola así en vida auténtica, llena de secretos, y situando al hombre en su verdadera condición humana.

En el Helenismo, por el contrario, heimarménē y anánkē se confunden e intercambian. Con ambos vocablos se alude a un poder que predetermina la vida humana con un cálculo perfecto. Se trata de la diosa que posee el poder definitivo sobre todas las cosas, el destino que está en las estrellas. Filón de Alejandría fue muy crítico con ambos términos. Para él, «al destino (heimarménē) y a la necesidad (anánkē) los convierten [los babilonios] en dioses y de esta forma llenan la vida humana de una gran impiedad, pues enseñan que … los cuerpos celestes determinan tanto el bien, como su opuesto, para todo ser viviente». Lo que Filón nos está diciendo es que la concepción helenístico-astrológica del «destino» y de la «necesidad» no deja margen alguno para la libertad, pues la imagen del mundo de la astrología entrega al hombre en manos del destino. La creencia en las leyes de las estrellas, a las que estarían subordinados los hombres, propició un determinismo astrológico cada vez más extendido. De igual manera se extendió la magia.

 

Orfismo. Sus orígenes no están claros. Sobre el propio Orfeo, cantor de Tracia que vivió en tiempos de Homero, sabemos muy poco. Los comienzos del orfismo se hallan en estrecha conexión con la formación de mitos en la Grecia arcaica. Algunas teogonías del siglo VI a. C. eran órficas. Existen testimonios del siglo III a. C. de misterios órficos completos. El misticismo órfico evolucionó sobre todo en el sur de Italia, antigua sede de los pitagóricos. Es posible que, en esta región, en el siglo IV a. C., se fusionaran el orfismo y el pitagorismo. La teología órfica tiende hacia el monoteísmo. La fórmula «sólo hay un dios» aparece por vez primera en un texto órfico del siglo III a. C. Pero también se mantiene, aunque con otra forma, la especulación politeísta de las antiguas teogonías órficas. La influencia más profunda del orfismo se ejerció a través de la doctrina de la transmigración de las almas, así como con las ideas sobre el infierno y el castigo después de la muerte. El orfismo y el neopitagorismo parecen haber sido catalizadores para la formación y divulgación de la idea de la inmortalidad en época helenística. Platón había sido el primero en adoptar las concepciones órficas sobre los castigos ultraterrenos en conexión con sus explicaciones sobre la justicia y la retribución.

 

*Durante el periodo helenístico se desarrolló un proceso sincretista de la religión, entendiendo por tal una mezcla gradual de la religión griega con las religiones orientales. Los trasvases fueron permanentes, tanto como consecuencia de los movimientos de las personas como por influencia de la cultura y de la filosofía. Los reyes helenísticos favorecieron la helenización religiosa, aunque respetaron por regla general los cultos locales. Por su parte, mercaderes, esclavos, marinos y soldados provenientes de Oriente, llevaron a Grecia y a las islas del Egeo muchos cultos de su patria de origen. El desarrollo sincretista, además, estuvo marcado por tres factores: a) la helenización de las religiones orientales; b) la penetración de los conceptos que dominaban la nueva experiencia religiosa del Helenismo en las más diversas religiones de origen griego y oriental; c) la reinterpretación en la línea de la cultura universal de antiguos conceptos religiosos heredados, aunque separados de la tradición local originaria.

 

El fenómeno sincretista supremo fue la creación intencionada de una nueva religión universal en el ámbito helenístico, a base de elementos de procedencia tanto griega como oriental.

 

*A partir de Alejandro, los dioses de las naciones y de las ciudades independientes perdieron influencia en la política exterior. También perdieron progresivamente influencia y poder político los santuarios centrales de las anfictionías (ligas estatales), tanto en las regiones orientales como en las antiguas regiones griegas.

 

*En la época helenística pasó a un segundo plano la importancia política de los santuarios oraculares. Sólo el oráculo de Apolo en Delfos (en la Fócida) conservó hasta finales del siglo II a. C. una parte de su influencia política exterior. Otra excepción era el oráculo del célebre templo de Apolo en la ciudad de Dídima (Didyma), unos 20 km al S de Mileto.

 

Por el contrario, experimentaron un nuevo esplendor las profecías de las sibilas. Las más célebres fueron la Sibila Eritrea (ciudad de Jonia, frente a la isla de Quíos) y la Sibila Cumana (por la ciudad de Cumas, en la Campania). Los libros sibilinos, donde se recogían desgracias y cambios trágicos en el destino del mundo, con tendencia crítica de orígenes orientales hacia la cultura griega y romana imperante, influyeron en la literatura apocalíptica posterior, tanto entre los judíos como entre los cristianos.

 

En época helenística y romana, el éxito de un oráculo dependía de su postura respecto de las necesidades de su tiempo, siendo éste el dilema de Delfos, demasiado apegado a la tradición. El único oráculo que supo acomodarse a su época, no sólo en los procedimientos formales, sino también en lo teológico, fue el de Apolo en la ciudad jonia de Claros (Klaros), en Asia Menor (cerca de Colophon, entre Esmirna y Éfeso). También proliferaron falsos profetas, oportunistas y deseosos de ganancias, como Alejandro de Abonuticos (Abonoteichos, ciudad de Asia Menor situada en Paflagonia y ribereña del Mar Negro / también se llamó Ionopolis).

 

*Asclepio. Era el dios sanador del panteón griego. Cada santuario a él dedicado contenía uno o dos templos consagrados al dios (Asclepeion). Su culto proviene de Tesalia, pero a partir del siglo V a. C. el centro de su culto se trasladó a Epidauro, en el Peloponeso. Los asclepeia (plural de asclepeion) más importantes estuvieron, además de en Epidauros, en la ciudad de Kos y en Pérgamo. Estos santuarios se hallaban fuera de la ciudad. Constituían verdaderos recintos sanitarios, con servicio hospitalario y de atención médica. Estos inmensos recintos albergaban templos (dedicados a Asclepio, a su hija Hygieia, a Apolo y a Artemisa), casas de baños, una biblioteca, un teatro, un gimnasio, un estadio, salas para los tratamientos, incluida la llamada ábaton (donde el dios se aparecía en sueños a los que buscaban curarse), y una residencia de huéspedes (katagógion), que en Pérgamo disponía de 160 habitaciones. Se dispensaban tratamientos médicos sistemáticos y curaciones psicosomáticas (con paños, deportes, lecturas y conferencias). Los instrumentos quirúrgicos eran sofisticados. En ocasiones, los sacerdotes se oponían a la administración de la medicina científica. Los enfermos muchas veces no distinguían entre medicina y curanderismo, aunque predominó la primera. Asclepio era el más popular y el más humano de los dioses griegos, muy querido por los pobres, necesitados y enfermos. Se le asociaban curaciones milagrosas. Sus templos recibían constantes donaciones y ofrendas. La curación de los enfermos, que eran tratados como individuos, exigía casi siempre un estado «puro» del paciente, entendido como una exigencia de tipo moral. Asclepio era el «salvador» (Sōtēr), el bienhechor y el «amigo de los hombres».

 

*Los misterios de Eleusis y Samotracia. El concepto de «misterios» (μυστήρια) se utiliza a partir del siglo V a. C. para designar las ceremonias sagradas en el culto de Deméter, de los Cabiros (enigmáticas divinidades ctónicas [telúricas, del inframundo]) y de otras divinidades. También existía la palabra ὄργια («orgías» = «ceremonias rituales»), que se empleaba sobre todo en referencia al culto a Dioniso. Por último, otro concepto más genérico es el de «iniciación» (τελετή). El culto de Deméter en Eleusis (ciudad del Ática) tuvo una importancia definitiva en la evolución del concepto griego y helenístico de los misterios.

El santuario de Deméter en Eleusis estaba situado a 30 km al W de Atenas. De todo el panteón, Deméter, aunque de origen minoico, era la más griega de todas las deidades y tenía un profundo arraigo popular. Era la «madre de los cereales». Su festividad principal era la fiesta de la siembra de primavera, las tesmoforias. La leyenda cultual de Deméter (hieròs lógos) se nos ha conservado en un himno homérico del siglo VII. Es preciso conocer el mito de Deméter y su hija Perséfone (consultar). Por desgracia tenemos un conocimiento fragmentario de las ceremonias y ritos asociados a los misterios de Eleusis. La Sala de Iniciación de los Misterios era el Telesterion, un especio cerrado que en su forma más amplia tenía unos 60 x 55 m con una techumbre sustentada por 42 columnas, sujeto a diferentes fases constructivas, desde Pisístrato, ca. el 525 a. C., hasta la reconstrucción de Marco Aurelio en el 170 (ver el PowerPoint de la arquitectura griega). Los ritos y ceremonias constaban de tres fases: iniciación, consagración y consagración superior. Como preparación de las ceremonias se practicaba el ayuno, y durante aquéllas se consumía una bebida de cebada. En la consagración superior, el «hierofante» (esto es, «el que muestra algo sagrado»), que era el más alto funcionario del culto en Eleusis, presentaba un objeto sagrado (probablemente, una espiga). El iniciado participaba de esta forma en los secretos divinos de la naturaleza que cada año se renueva y vuelve a hacer crecer los frutos del campo. Parece ser que lo especial en Eleusis consistía en que el rito tenía que ver con el ámbito de la muerte y su superación.

Santuarios mistéricos los había también en la ciudad de File (Phyle, hoy Fyli), al N de Atenas; en el Peloponeso, en Megalópolis, dedicados a las grandes diosas de esta ciudad; en Licosura (Lycosura, en el distrito de Parrhasia, cerca del monte Licaeus), ciudad del S de Arcadia, dedicados a la diosa Despoina, hija de Deméter y Posidón; y en la ciudad de Andania, al N de Mesenia, muy cerca de la frontera con Arcadia. Los de Megalópolis y Lycosura estuvieron influenciados por los misterios de Eleusis; los de Andania por los de Phyle.

 

Otros misterios griegos muy famosos eran los celebrados en el santuario de los Cabiros (divinidades ctónicas [telúricas, del inframundo] adoradas antes de que los griegos procedentes de la isla de Samos colonizasen Samotracia, ca. el 700 a. C.) en la isla de Samotracia. Se difundieron mucho, sobre todo a Jonia y a las islas del Egeo, por el empeño propagandístico de sus sacerdotes, a diferencia de la actitud de los de Eleusis.

 

*Dioniso. La religión mistérica griega más importante fue la de Dioniso. Sólo estaba destinada a los iniciados, siendo, por tanto, muy exclusiva. El culto a Dioniso en Grecia es el resultado de la convergencia de dos tradiciones cultuales. 1. La primera es aquella que sitúa el culto a Dioniso en Tracia. Su madre era Sémele (Semele), la diosa tracio-frigia de la tierra. En estas regiones Dioniso fue primordialmente un dios de la fertilidad y del crecimiento de los frutos del campo. En este culto sólo participaban mujeres. En pleno invierno se celebraban las fiestas orgiásticas de Dioniso, donde las mujeres caminaban en tropel por las arboledas y las montañas boscosas. Se practicaba la omofagia (descuartizar vivo a un animal y comérselo crudo). Las sacerdotisas de Dioniso eran las bacantes (Dioniso = Bákchos, en latín, Bacchus = Baco). Eurípides, en Las Bacantes, nos ha dejado un monumento imperecedero de este culto. 2. La segunda tradición cultural es la que hace proceder a Dioniso de Frigia (de ahí el nombre lidio de Bacchus). Aquí Dioniso es un dios de los árboles frutales y también del vino. Su festividad principal es la fiesta de la primavera («Antesterias»). Su símbolo es el falo, aunque nunca se representó a Dioniso como una deidad itifálica.

 

Como hemos dicho, ambas tradiciones cultuales convergieron en Grecia en un único culto a Dioniso. Éste, en época helenística, era el más popular de los dioses, junto con Asclepio.

 

En lo que atañe a los misterios dionisiacos, participaban tanto hombres como mujeres, hierofantes y bacantes. Lo mismo sucedía en las orgías. Sacerdotes y sacerdotisas dirigían las diversas agrupaciones (thíasoi) que participaban en los misterios dionisiacos. Aunque en Asia Menor el culto a Dioniso era menos exclusivista, en Grecia el culto de los misterios dionisiacos sagrados estaba apoyado en profundas concepciones místicas. Sobre todo, en la Magna Grecia, el culto era tan exclusivo (sin desdeñar su afán misionero), que Roma, en 186 a. C., promulgó el famoso Senatus Consultum de Bachanalibus, tratando de frenar los misterios dionisiacos. La influencia de este senado-consulto duró varios siglos. También estuvo muy extendido el mito de la muerte y resurrección de Dioniso, el cual servía de nexo de unión para la esperanza de la inmortalidad.

 

Serapis e Isis.

Mito de Isis: Osiris y Set son hermanos gemelos. Set descuartiza a Osiris y arroja los pedazos al Nilo. Neftis, la esposa de Set, junto con Isis, lloran la pérdida y emprenden su búsqueda. Encuentran a Osiris y recomponen los trozos. Isis despierta su falo y queda encinta, pariendo a Horus (Harpócrates = Horus niño). Anubis entierra el cadáver de Osiris, que se convierte en rey de los muertos, mientras que Horus reina sobre los vivos.

 

En época helenística, de la unión de Osiris y de Apis (el buey sagrado, de época preptolemaica, adorado en Menfis) surge el dios Oserapis. Fue Ptolomeo I Soter quien llevó el culto de Oserapis a Alejandría, otorgándole rasgos griegos. El nombre de Oserapis se helenizó y se convirtió en Serapis (Sarapis). El motivo principal de la creación de este nuevo culto fue que los Ptolomeos deseaban legitimarse como sucesores de los faraones por medio de la adopción de una deidad egipcia. Al mismo tiempo, la diosa Isis fue introducida en el séquito de Serapis, adquiriendo una enorme influencia, hasta el punto de triunfar sobre cualquier otra diosa o dios. Serapis, Horus y Osiris cedieron el primer puesto a Isis. Acompañante de Isis es Anubis con la cabeza de chacal. Pero el aspecto de Isis fue desde comienzos de la época helenística completamente griego. Su imagen, modelada por artistas helénicos, expresaba belleza, majestad, armonía y benevolencia. En ocasiones fue representada con los rasgos de Afrodita.

 

En cuanto a la iniciación en los misterios de Isis, la principal fuente de información nos la proporciona el escritor latino Apuleyo (ca. 125 – 180), nacido en la ciudad norteafricana de Madaura (Madaurus, en el interior de la provincia romana de Numidia, en la actual Argelia, a unos 100 km de la costa mediterránea). Esa fuente literaria es una espléndida novela, las Metamorfosis o El asno de oro, concretamente en los libros IX y XI. Pero Apuleyo no dice nada sobre lo que le ocurría al iniciado en el interior del templo (en el adyton) donde tenían lugar las ceremonias secretas. Es seguro que se trataba de un rito en el que se experimentaba la muerte y un nuevo nacimiento. Pero esto no tiene lugar como efecto de una participación en el destino de la divinidad, pues en el mito no existen presupuestos para ello. En efecto, Osiris murió y fue señor del mundo subterráneo, pero jamás se dice de él que resucitase. Además, Osiris no desempeñaba función alguna en el rito. El texto de Apuleyo nos dice que la señora del reino de los muertos es Proserpina, esto es, Isis. ¿Qué clase de obra ejecuta Isis en favor de aquel que se acerca hasta su umbral en un camino que no simboliza la muerte como tal, sino un viaje cósmico, es decir, el «viaje celestial del alma» o el descensus ad inferos? A los que han sufrido una «muerte voluntaria», Isis los sitúa como a renacidos en un nuevo camino de vida y de salvación. Pero ello no significa ni inmortalidad ni resurrección a una vida eterna, sino más bien que el ya iniciado ha muerto a la vida anterior, obteniendo así la posibilidad de una nueva vida al servicio de la diosa. Esta nueva vida es una experiencia del ser, en la que el iniciado está seguro de formar una unidad con la diosa que domina el mundo todo (incluso el Averno). De ahí que el iniciado esté bajo la protección de Isis después de la muerte. La nueva vida alcanzada en la iniciación tiene, pues, su contrapartida en una existencia después de la muerte. [Cuando San Pablo dice que los bautizados han muerto con Cristo y que deben caminar en una vida nueva, roza estrechísimamente las expresiones de los misterios de Isis]. La iniciación a los misterios de Isis estaba reservada a unos pocos elegidos, pues los gastos financieros de la iniciación eran cuantiosos. El cristianismo, por el contrario, democratizó el misterio y lo independizó de cualquier condicionamiento de tipo material.

 

Cada templo dedicado a Serapis era llamado Serapeion (plural: serapeia). En la época imperial romana hubo serapeia en numerosas ciudades, destacando los de Pérgamo, Éfeso y Mileto. Estos santuarios no albergaban una pequeña cella en su interior, sino que eran edificios concebidos como recintos para asambleas, en ocasiones, como en Pérgamo, con capacidad para más de mil personas.

 

*El culto a Cibeles, la Magna Mater, tiene su origen en Pesinunte (Pessinus), ciudad de Frigia, en Asia Menor. Era una diosa salvaje de la fertilidad. Su culto iba acompañado de ritos orgiásticos, donde se practicaba la autocastración. El amante de Cibeles es Atis (Agdistis), quien también se castra en señal de luto a causa de su infidelidad. Cuando los griegos, en la época arcaica, adoptaron el culto a Cibeles, eliminaron los aspectos más salvajes del mismo. La única ciudad griega en la que Cibeles es la diosa principal era Esmirna. La época helenística asiste a un renacimiento del culto a Cibeles, aunque exiguo en Grecia. Sí tuvo éxito en Roma, donde desde el 204 a. C. se permitió su culto, potenciado después por el emperador Claudio. En Roma, la gran fiesta de la primavera, dedicada a Cibeles, duraba del 15 al 27 de marzo. Los ritos de iniciación eran probablemente un misterium, aunque los conocemos fragmentariamente. Es posible que el 24 de marzo, el dies sanguines, se procediese a una ceremonia de autocastración de los galli, sacerdotes de Cibeles de rango inferior. También debió practicarse otro rito, llamado originariamente en Frigia taurobolio, esto es, una «corrida de toros» en honor a la Magna Mater, aunque desde comienzos de la época imperial el taurobolio se traslada a Roma, como confirman testimonios de los siglos II y III. El sacerdote bajaba a una fosa donde se sacrificaba un toro, subiendo después, ensangrentado, con los testículos del animal, que eran consagrados. El sentido del taurobolio se hallaba aquí en el poder simbólico de la sangre, que borra las culpas y confiere al iniciado un nuevo nacimiento.

 

*Sabacio. Era un dios frigio (y tracio) de Asia Menor, relacionado con Dioniso, como muestra su culto orgiástico. Conocido por la Grecia clásica, su culto se extendió por el Occidente romano en época helenística. Su culto tenía rasgos propios de los misterios. También se trataba de un culto muy sincretista. En Asia Menor se le identificó a veces con el «dios supremo», Hýpsistos, un culto monoteísta que observaba el sábado. En el 139 a. C. fueron expulsados los judíos de la ciudad de Roma por haber intentado identificar a Sabacio con Júpiter, creyendo los romanos que ese Sabacio era Yahveh, aunque ello no puede demostrarse.

 

*Fue Richard August Reitzenstein (1861 – 1931), filólogo y teólogo protestante alemán, el primero en atribuir a las religiones mistéricas una teología específica y una terminología mistérica concreta. La crítica que se le ha hecho ha sido, sobre todo, que, bajo la denominación de «religiones mistéricas», se refería a un fenómeno unitario universalista. Esta crítica se resume en cuatro puntos: a) muchos «misterios» no eran manifestaciones religiosas; b) la diversidad de ritos y concepciones religiosas de los misterios, impiden hablar de una teología y de una terminología válidas para todos ellos; c) la tesis de la procedencia oriental de los misterios es extraordinariamente cuestionable, a excepción del de Mitra, de origen iranio, cuyo culto se difundió en época romana, sobre todo entre los soldados; d) los misterios más antiguos conocidos son los de Eleusis y los de Samotracia, los cuales, aunque sus orígenes no fueran griegos, fueron helenizados en la época arcaica; además, en la época helenístico-romana las ideas en torno a los misterios proceden de Grecia y no del Oriente.

 

Para una serie de cultos orientales que se transformaron en cultos mistéricos helenizados, la definición ligada a la palabra griega mystērion no es suficiente para describir sus peculiaridades propias.

 

Entre las peculiaridades de los misterios del periodo helenístico, sobresalen: 1) sólida organización de cada comunidad, a la que los miembros se hallaban rígidamente sujetos; 2) admisión a través de ritos de iniciación; 3) participación en asambleas regulares en las que tenían lugar celebraciones sacramentales, como por ejemplo ágapes, de acuerdo con ritos fijos; 4) obligación de mantener determinados preceptos morales, y, a veces, también ascéticos; 5) apoyo mutuo de los miembros; 6) obediencia al dirigente de la comunidad o del culto; 7) cultivo de diferentes tradiciones sujetas a la disciplina del arcano.

 

El nivel social de los participantes en estos misterios de la época helenística, incluía sobre todo a miembros de la clase media, aunque también de las capas inferiores; raramente participaban ricos y personas distinguidas. Las asambleas solían celebrarse en casas particulares.

 

Para Helmut Köster, el cristianismo primitivo es una religión mistérica, no un mystērion en sentido griego o un misterio más como los que hallamos en el Helenismo. Ahora bien, la historia del cristianismo primitivo muestra la diversidad regional que atañía a las distintas comunidades. Por ejemplo, las distintas versiones de las «palabras de la consagración» en la eucaristía, terminarían fundiéndose en una única fórmula válida. Al principio del cristianismo, no puede hablarse de una interpretación unitaria de la tradición; más aún, ni siquiera de una tradición unitaria. Si para algunas agrupaciones cristianas el banquete eucarístico era una celebración mistérica que garantizaba la inmortalidad personal, para otras era un ágape comunitario orientado a la venida del salvador mesiánico. Cuando la destrucción de Jerusalén en el año 70, hacía tiempo que las comunidades cristianas se habían desligado organizativamente de la comunidad cristiana originaria hierosolimitana. Varios centros se aseguraban su preeminencia a nivel regional: Antioquía, Éfeso, Cartago y Roma. Algo parecido ocurrió entre los judíos, quienes después del año 70 eligieron Jamnia (Yamnia, al S de Jaffa – Haifa – Joppe) como sede del Sanedrín y donde se creó, ca. el año 72, una academia rabínica por el gran erudito y rabino Yohanan ben Zakkai, que estuvo funcionando hasta ca. el año 140. Fue entonces cuando el Sanedrín se trasladó a la ciudad de Hawsha (Husha, a unos trece km al E de Jaffa).

 

Los adoradores de Dioniso, Sabacio, Mitra, Isis y la Magna Mater, pertenecieron a ese grupo de «religiones mistéricas» helenísticas, entre las que debe contarse el cristianismo primitivo (con sus muchas sectas y grupos), parte del judaísmo de la diáspora e incluso el judaísmo ortodoxo. Este último se reconstituyó, como hemos dicho, en Jamnia después del año 70.

 

Por tanto, la expresión «religiones mistéricas» no puede vincularse sin más, desde el punto de vista teológico, al concepto de misterio (mystērion). Lo que es evidente es que en el periodo helenístico nos encontramos con una serie de creencias muy extendidas y compartidas por la filosofía popular, los misterios, la magia y muchos círculos que se mantenían fieles a los antiguos dioses: la cosmología, la fe en el destino, la creencia en el alma y la inmortalidad, la demonología y la convicción de la existencia de fuerzas superiores. El lenguaje en el que se hablaba de estas cuestiones no era una terminología especial de las religiones mistéricas, sino que era en general el mismo lenguaje religioso-filosófico del Helenismo. Se trataba de unos modos de expresión religiosa propios de una época que tendía a interpretar mística y religiosamente los conceptos filosóficos y científicos y que mostraba un interés casi desorbitado por lo recóndito y misterioso. Cuando los cristianos se sirvieron también de este lenguaje, se expusieron, como es lógico, a la sospecha de ser una religión mistérica más. De hecho, ellos mismos designaban su ceremonia cultual central, la Eucaristía o Cena del Señor, como mystērion (en latín, sacramentum), lo mismo que, a veces, también el mensaje de Jesús.

 

 



[1] Septuaginta. También llamada Biblia de los Setenta, de los LXX o Biblia griega. Según una leyenda, recopilación en griego koiné (la lengua «común» de la época helenística y romana) de los textos hebreos y arameos de la Biblia hebrea (aunque escrita ésta última en su mayor parte en hebreo, el llamado texto masorético, hay algunos escritos, como el Libro de Daniel, el Libro de Esdras y algún otro, redactados en arameo). La Septuaginta fue una empresa de traducción llevada a cabo por expreso deseo del rey helenístico egipcio Ptolomeo II Filadelfo (285 – 246 a. C.), quien, supuestamente, hizo traer desde Jerusalén hasta Alejandría a 72 sabios judíos con esa finalidad. Hubo repetidas revisiones de la Septuaginta, así como traducciones posteriores. Los LXX constituyen, en cualquier caso, una valiosa comprobación de la exactitud del texto hebreo masorético oficial, que también experimentó revisiones. La Septuaginta se convirtió en la Biblia de los primeros cristianos.

 

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