Alejandro / Diadocos / Época helenística
ALEJANDRO MAGNO - DIADOCOS - ÉPOCA HELENÍSTICA (HISTORIA, CIVILIZACIÓN. CULTURA)
Resumen de la Primera Parte de la Introducción al Nuevo Testamento, de Helmut Köster (1980)
*En Alejandro
Magno pueden advertirse ciertos gestos (veneración como un héroe de su íntimo amigo
el general macedonio Hefestión, muerto en el otoño de 324; que los embajadores
griegos se presentasen ante él con guirnaldas en la cabeza) que presuponen la
adoración divina del soberano viviente. Actualmente, en el decenio de 1980, se
piensa que no se trata de una idea «oriental» introducida en el mundo griego, sino
más bien de una continuación del pensamiento griego sobre la presencia de la
divinidad en las personalidades extraordinarias. Las concepciones egipcias
influyeron también en el proceso de atribuir un carácter divino a las
monarquías, como en las helenísticas.
*Diadocos.
Fueron los generales de Alejandro que, a su muerte, repartiéronse el Imperio.
Son los siguientes: Pérdicas, nombrado quiliarca, esto es, comandante en
jefe de la guardia real, desde la muerte de Hefestión, se quedó como regente de
la parte asiática del Imperio; Cratero, quien retornó a Macedonia y se
convirtió en «defensor de los intereses reales», ante la ineptitud de Filipo
Arrideo, hermano de Alejandro; Antípatro, quien gozaba de gran
prestigio, fue confirmado como estratega de Macedonia; Antígono Monóftalmos,
a quien se le encomendó el gobierno de la Gran Frigia, Licia y Panfilia,
regiones del centro y del sur de Anatolia; Lisímaco, a quien le
correspondió Tracia; Eumenes, nombrado sátrapa de Capadocia, también en
el Asia Menor; y Ptolomeo (fundador de la dinastía de los Lágidas, pues
su padre se llamaba Lagos), a quien se le encomendó Egipto, siendo el único de
todos los diádocos que consiguió mantenerse en su puesto.
En 321, después de
la muerte de Pérdicas, caído en el campo de batalla como consecuencia de sus
pretensiones de restaurar la unidad del Imperio de Alejandro, se quedó Antípatro
como regente del Imperio. Seleuco, el fundador de la dinastía de los
seléucidas, convirtióse entonces en sátrapa de Babilonia. La muerte de Antípatro
en 319, rompió el equilibrio alcanzado en 321.
Antes de morir,
Antípatro había designado como sucesor al general Polipercón. A ello se
opuso Casandro, el hijo de Antípatro. Casandro se vio apoyado por
Eurídice, una nieta de Filipo II de Macedonia, que se había casado con su tío
Filipo Arrideo, hermano de padre de Alejandro. Pero, sobre todo, el principal
apoyo de Casandro fue el de Antígono Monóftalmos. A Polipercón sólo lo apoyó
Eumenes. Polipercón acabó siendo desterrado y Eumenes muerto en el transcurso
de la guerra. Eurídice y Filipo Arrideo fueron envenenados por Olimpia, la
madre de Alejandro, que había vuelto del exilio. Seleuco huyó a Egipto, pues se
sentía amenazado por Antígono Monóftalmos, el dueño entonces de Asia. Casandro
asentó su dominio en Grecia y en Macedonia, restableciendo la paz en 311,
aunque a costa de ordenar el asesinato (con la complicidad de Olimpia) de
Roxana, la esposa de Alejandro, y del hijo póstumo de éste que había concebido
con esa princesa bactriana.
El equilibrio se rompe
de nuevo ante las ambiciones de Antígono Monóftalmos, quien desea restaurar la
unidad del Imperio de Alejandro bajo su mando. En el transcurso de esta lucha
destacó Demetrio Poliorcetes («asediador de ciudades»), el hijo de Antígono. En
la batalla de Ipsos (Ipsus), en Frigia, en agosto de 301, el casi
octogenario Antígono perdió la vida, fracasando su sueño.
Ni Seleuco ni
Ptolomeo tenían influencia alguna en Grecia y en Macedonia. Después de la
muerte de su padre, Demetrio Poliorcetes se hizo durante un tiempo dueño
del Mediterráneo oriental. Se adueñó de Atenas, grandes porciones de la Grecia
central, Tesalia y Macedonia. Fundó la ciudad de Tesalónica o Salónica (= Therma,
al sur de Macedonia, al este de Pella y al norte de la Calcídica), por el
nombre de su esposa. En 298 murió Casandro. Entretanto, Lisímaco, en Tracia,
apoyado por Pirro, joven rey del Epiro, se opuso a las conquistas de Demetrio
Poliorcetes. Éste, finalmente, fue hecho prisionero por Seleuco en 268,
muriendo en cautividad tres años después. Lisímaco encontró la muerte, en 281,
en la batalla de Ciropedión (junto a la ciudad jonia de Magnesia, cerca de
Éfeso, a orillas del Meandro), derrotado por Seleuco. Éste proclamóse rey de
Macedonia y preparó la conquista de Grecia. Pero en aquel mismo año de 281, al
poco de pasar a Europa, fue asesinado por Ptolomeo Cerauno, hijo mayor de
Ptolomeo de Egipto, quien había fallecido dos años antes. Con Seleuco
desaparece el último de los diádocos.
*De la rebelión de
los Macabeos (168 – 164) surgió el Estado Asmoneo (140 – 64), que sobrevivió
hasta la conquista de Siria por Pompeyo Magno en el 63 a. C.
*Las monarquías
helenísticas, que surgieron después de los diádocos, se constituyeron en
monarquías despóticas de carácter oriental, a pesar de la fuerte presencia
cultural griega. Esa idea absolutista de la forma de gobierno, no se
fundamentaba tanto en las tradiciones persa y egipcia, cuanto en la creencia
griega en los derechos inherentes a toda personalidad individual sobresaliente.
Algunos filósofos griegos, tales como Platón y Jenófanes, habían apoyado esa
forma de gobierno. Ahora bien, los griegos no consideraban que el Estado fuese
propiedad del soberano. Sin embargo, los intereses del Estado habían de
prevalecer sobre los de los particulares. En cuanto a Macedonia, la realeza, en
época helenística, continuó siendo una monarquía popular mantenida por la
fidelidad del pueblo.
*Por lo que atañe
al origen y comienzo del culto al soberano en los reinos helenísticos, hay que
tener en cuenta las palabras del historiador y teólogo inglés Arthur Darby Nock
(1902 – 1963), cuando afirma que la «divinidad del soberano helénico se basa en
su superioridad». Alejandro llegó a interpretarse a sí mismo como imitador de
Heracles. En 332, al consultar el oráculo de Amón en Egipto, los sacerdotes le
saludaron delante del templo de Amón-Ra, en Tebas, como a hijo del dios Ra. Lo
que ocurrió dentro del templo no lo sabemos. Es posible que desde entonces
Alejandro se considerase como hijo del dios Amón-Ra (= Zeus). Se rodeó de
actitudes y signos que reflejasen una adoración divina hacia su persona. Pero,
durante su vida, no se hizo de ello una institución. En Bactriana, en 327,
fracasó el intento de exigir la proskynesis, esto es, el gesto de
prosternarse o arrodillarse ante el rey persa.
*synoikismós:
en el Imperio seléucida, agrupación de varias comunas y localidades pequeñas
formando una ciudad. Frecuentemente se trataba de núcleos de población no
griega.
*katoikíai:
en el Imperio seléucida, colonias estables dispuestas como una ciudad,
fortificadas, aunque sus habitantes no tenían plenos derechos de ciudadanía.
*cleruquías:
colonias militares desde la época de Alejandro Magno, quien fundó varias en
Bactriana. Las había, sobre todo, en el Imperio seléucida, muy helenizadas,
aunque también en el Egipto ptolemaico, donde la helenización fue mucho menor.
Sus pobladores eran los clerucos.
*politeúmata:
cuando los habitantes no griegos, aunque libres, como los judíos, de una ciudad
helenística, especialmente Alejandría de Egipto, se organizaban de acuerdo con
sus propias leyes y costumbres, aunque no contaban con plenos derechos
(especialmente desde la dominación romana) y tenían que respetar las leyes
superiores vigentes.
*Sistemas monetarios
Monedas griegas Monedas romanas
-------------------------------- --------------------------------------------------
1 talento = 60 minas 1
áureo (oro) = 25 denarios (plata)
1 mina = 50 estateros (oro) 1 denario
= 4 sestercios
1 estáter = 2 dracmas (plata) 1
sestercio (cobre + zinc) = 2 dipondios
1 dracma = 6 óbolos (bronce) 1 dipondio
(cobre + zinc) = 2 ases
1
as (cobre) = 4 cuadrantes
*El carácter
internacional de la vida cultural durante el periodo helenístico, es un hecho
incuestionable. No obstante, en todas partes hubo círculos que pretendieron
defenderse de la influencia griega. Un buen ejemplo es la revuelta de los
Macabeos contra los reyes seléucidas. Pero de ninguna manera se puede afirmar,
en opinión de Helmut Köster, que el pueblo judío como tal se pusiera a la
defensiva contra la helenización. Al contrario, la mayor parte del pueblo se
helenizó profundamente. No en vano llegó a ser el cristianismo un movimiento
totalmente helenizado, precisamente porque el camino hacia el Helenismo estaba
ya trazado dentro del judaísmo.
*La evolución
de la lengua griega hacia la koiné. En el siglo V a. C. los
principales dialectos griegos eran los siguientes: a) el jónico, que se hablaba
en la parte central de la costa W de Asia Menor y en el Egeo; b) el ático,
estrechamente emparentado con el jónico, y que se hablaba en Atenas y en el
Ática; c) el eólico, en el N de la costa W de Asia Menor, en la isla de Lesbos,
en Beocia y en Tesalia; d) el dórico, al S del Peloponeso y en el SO de la
costa de Asia Menor, así como en las islas de Rodas, Cos y Creta; e) otros
dialectos dóricos de Grecia central y occidental, muy emparentados entre sí,
como el de la Élide y el aqueo; f) el arcadio-chipriota, que se hablaba en el
interior del Peloponeso y en Chipre.
La literatura
griega sólo empleó los dialectos jónico, eólico, dórico y ático. La épica más
antigua (Homero) y una parte de la lírica y de la antigua prosa de Asia Menor
(Heródoto e Hipócrates), están escritas en dialecto jónico. El eólico está
circunscrito a la isla de Lesbos (Safo). La lírica coral está escrita en
dórico. A partir del siglo V a. C. se fue formando la prosa ática, que
pronto llegaría a ser dominante desde el punto de vista literario. También el
dialecto ático, debido al predominio de Atenas en la política y en la economía,
llegó a ser la lengua hablada griega más importante en el ámbito del comercio y
de la diplomacia. Este mismo dialecto ático fue convertido por Alejandro Magno
y sus sucesores en la lengua oficial de la Administración, llegando a ser, por
tanto, la auténtica lingua franca universal del mundo helenístico. De
este «ático jonizado» surgió la koiné, es decir, la lengua «común» de la
época helenística y romana. Con el paso del tiempo y la evolución del
lenguaje, la koiné se fue diferenciando cada vez más de la prosa ática.
*La lengua de
la literatura. La koiné como idioma coloquial del comercio y de la
Administración evolucionó, como es lógico, según sus propias leyes, sin que la
lengua literaria ejerciera una influencia inmediata sobre ella. También
existían escritores que escribían sus obras en una «koiné superior»,
esto es, en una especie de lengua coloquial elegante.
El movimiento
arcaizante de la lengua literaria durante la primera época imperial
(principalmente durante el Principado de Augusto), el llamado aticismo,
imponía unas normas a las que no se amoldaba la koiné escrita.
Mientras que el
lenguaje familiar se alejaba cada vez más de la prosa ática clásica, el aticismo,
que dominaba de manera creciente el lenguaje literario, se volvía a acercar al
ideal de la lengua clásica y convertía a la prosa literaria ática en norma de
toda la literatura escrita. El aticismo, en cuanto movimiento, surgió en
el siglo I a. C., como reacción contra el «asianismo», esto es, el
estilo retórico nacido en Asia Menor en el siglo III a. C. El aticismo
se impuso como estilo literario predominante a partir de la polémica de Cicerón
contra el asianismo.
El rétor (profesor
de Retórica) e historiador Dionisio de Halicarnaso, que ejerció su actividad en
Roma a partir del año 30 a. C., propuso a Demóstenes como ejemplo y convirtió
la imitación de los clásicos en norma de la oratoria cultivada. En el siglo II
d. C., el griego Herodes Ático (101 – 177), hombre muy acaudalado y mecenas de
las artes, llegó a ser uno de los principales representantes de la llamada
segunda sofística, convirtiéndose en el más brillante maestro del estilo ático.
Entre los ejemplos
de escritores que emplearon el idioma de la koiné literaria, destacan
los historiadores Polibio (ca. 200 – 120 a. C.) y Diodoro Sículo (ca. 90 – ca.
30 a. C.). También está próximo a esa lengua Plutarco (45 – 125), Filón de
Alejandría y Flavio Josefo. En cuanto a Luciano de Samosata (ca. 120 – 180),
aunque admiraba la literatura clásica, no se recataba de poner en ridículo al
aticismo exagerado. Asimismo, el filósofo estoico Epicteto escribía en el
lenguaje coloquial.
*El lenguaje de
los escritos cristianos primitivos y la koiné. Los autores de los primeros
escritos cristianos lo hicieron casi sin excepción en la lengua familiar y
corriente de su época, esto es, en la koiné. Debemos mantener de manera
inequívoca, afirmaba Helmut Köster en 1980, que el lenguaje de la literatura
cristiana se enmarca dentro del desarrollo del griego como lengua vulgar
hablada, evolución que abarca desde el comienzo de la época helenística hasta
el griego moderno vulgar o dimotikí.
El lenguaje del NT
apenas tiene que ver con el griego literario de su tiempo.
Los escritos
cristianos primitivos muestran, en grado diverso, ciertas influencias de los
tecnicismos de la filosofía popular, de la retórica, de la historiografía e
incluso de la prosa ática, que conviven con el lenguaje coloquial.
La Carta a los
hebreos está más cerca de la prosa literaria ática que los demás escritos
del NT. En el resto del NT predomina el lenguaje corriente, la koiné.
Lucas, por ejemplo, autor del Tercer Evangelio y de los Hechos de los
Apóstoles, conoce perfectamente la koiné culta, es decir, la lengua
escrita y hablada de los griegos cultivados. También el apologeta Justino, ca.
mediados del siglo II, emplea una koiné culta influenciada por el estilo
ático. Por su parte, Clemente de Alejandría (ca. 150 – ca. 220) es un estilista
y un maestro de la prosa literaria, a la que domina tan perfectamente que se
permite no respetar las reglas de un aticismo rígido. La mayor parte de los
escritores neotestamentarios no llegaron a cruzar, al contrario que Lucas, el
umbral de la lengua literaria. San Pablo se mueve totalmente dentro del
lenguaje coloquial. Además de las epístolas paulinas, pertenecen también al
lenguaje popular los evangelios de Marcos, Mateo, Juan y el Apocalipsis, así
como los escritos apócrifos de la primera época cristiana conservados en lengua
griega. En el Evangelio de Marcos las características de la koiné vulgar
son tan flagrantes que su lenguaje no podía atraer a las clases medias
semieducadas. Por eso mismo Mateo, que escribió también en una koiné sin
pretensiones especiales, tuvo que introducir numerosas mejoras en los giros de
su modelo. Mateo, que en esto se parecía a Pablo, consiguió escribir tal como
hablaba la mayoría de la gente. Por su parte, el Cuarto Evangelio está escrito
en una koiné sencilla y normal.
*El NT y las
lenguas semíticas.
Todos los
libros neotestamentarios, sin excepción, fueron escritos originalmente en
griego.
Por lo demás, tampoco se ha podido demostrar que ningún otro escrito griego
del cristianismo primitivo haya sido traducido del hebreo o del arameo.
Asimismo, no cabe
la menor duda que tanto en el NT como en los Padres apostólicos y en algunos
escritos apócrifos, existe, en conjunto, una gran cantidad de semitismos. La
dificultad estriba en la constatación de un semitismo en un caso concreto, y en
el juicio sobre su peculiaridad y origen.
Los diferentes semitismos
que aparecen en los escritos neotestamentarios son los siguientes:
1. Hebraísmos. Los semitismos pueden
producirse cuando un texto ha sido traducido al griego directamente del hebreo.
En este caso se trata propiamente de hebraísmos, y se hallan en el NT
sólo en las citas que reproducen una traducción griega del AT, por regla
general de la Septuaginta (los Setenta o Biblia griega).
2. Arameísmos. Ciertos semitismos pueden
producirse al traducirse al griego un texto arameo, que era la lengua usual de
la población no helenizada de Siria y de Palestina. Estos semitismos se
denominan con más exactitud arameísmos. Donde aparecen con más
frecuencia es en los Evangelios. Jesús hablaba en arameo, lo mismo que la
comunidad cristiana primitiva de Palestina (en realidad, se trataba de un
dialecto del arameo imperial de la Persia aqueménida). Todo el material que
se remonta a Jesús, a esa comunidad cristiana primitiva de Palestina o las
comunidades posteriores de Siria que hablaban arameo, fue traducido alguna vez
al griego antes de que llegase a formar parte de un escrito cristiano primitivo
(especialmente, los escritos neotestamentarios). Generalmente, aquella
versión en griego fue realizada en una fase de la tradición mucho más antigua
que el momento al que pertenecen las fuentes griegas de los Evangelios que se
nos han conservado. Marcos fue quizás el único que usó fuentes traducidas
directamente del arameo.
3. Biblicismos. El cristianismo primitivo
heredó del judaísmo la Septuaginta, esto es, la Biblia en griego,
traducida del hebreo y del arameo (ver nota 1). El lenguaje de las sinagogas
helenísticas estuvo muy influenciado por la Septuaginta. Los biblicismos,
que en último término suelen ser «hebraísmos», puesto que se remontan a la
Biblia hebrea, se encuentran todavía en la producción tardía de la literatura
cristiana primitiva, pues hay que tener en cuenta que la Septuaginta o Biblia
griega del judeo-helenismo continuó siendo el libro sagrado de la cristiandad.
4. Bilingüismo. La causa de toda una serie
de semitismos radica quizás en que la lengua vulgar en la que se producen se
practicaba en un ambiente bilingüe. Paganos y cristianos, así como judíos que
hablaban griego o arameo, o ambos idiomas, convivieron estrechamente en muchas
ciudades de Siria y Palestina.
5. Préstamos del hebreo y del arameo
aparecen en la lengua griega, debido a las razones más diversas.
*Los orígenes del género biográfico se remontan al
Perípato de Aristóteles en Atenas, de tal manera que la finalidad de las
biografías o trabajos biográficos preparatorios, era presentar en forma de
«vida» (bíos) los principios de las doctrinas filosóficas, de las normas
de conducta (éthos) y de la formación del carácter (páthos).
*La biografía como género literario es una
creación del Helenismo, y la razón de su creciente importancia estriba en el
descubrimiento helenístico de la personalidad individual y de su significación.
*Otro género literario helenístico a tener en
cuenta es la aretalogía, esto es, la narración de los hechos prodigiosos
de un dios o de un héroe. La aretalogía no procede directamente de un interés
biográfico, aunque se halle estrechamente relacionada con la concepción
helenística de la personalidad individual. Para la sensibilidad griega, las
actitudes humanas especiales o extraordinarias no eran en el fondo otra cosa
que los poderes divinos manifestados en los acontecimientos del presente. Es
una creencia típicamente helenística, la cual se remonta a finales del siglo IV
a. C., que el poder divino se manifiesta de manera inmediata en los grandes
poetas, filósofos y gobernantes.
*Los comienzos de la novela griega, como
género literario, se remontan al siglo II a. C. La novela es una típica
expresión literaria helenística del conocimiento de la existencia humana. La
novela reconcilia al ser humano con el destino, que a menudo parece privar de
sentido a la vida misma, pues el género tiene siempre un final feliz. De la biografía
llega a la novela el relato del nacimiento, o la procedencia milagrosa,
y la descripción de la actitud moral ejemplar del héroe o de la heroína. La
relación de la virtud y del carácter (pathos) con el modo de vivir y con
el destino es algo que la novelística ha tomado de la biografía filosófica.
Jenócrates († 315 a. C.).
Filósofo griego, discípulo directo de Platón, a cuya muerte se hizo director de
la Academia de Atenas. Inspirándose en la demonología de su maestro, distinguió
entre démones (plural de daimon = demonio) buenos y malos (estos
últimos se movían en el mundo sublunar). De hecho, relativizó la distinción
entre dioses y démones. Su
pensamiento contribuyó a profundizar en la evolución de la concepción dualista
del mundo en la cosmología y en la antropología del periodo helenístico. La
demonología de Jenócrates recoge las manifestaciones de Platón sobre las dos
almas del mundo: una buena y otra mala, respectivamente responsables de las
actuaciones de los démones buenos y
malos.
Filón
de Larissa
(ca. 159 – ca. 84 a. C.). Filósofo griego, natural de esa ciudad de Tesalia.
Miembro de la Academia platónica. Con él comenzó la superación del escepticismo
moderado que se había iniciado con Arcesilao y continuó con Carnéades, ambos en
pugna con la Stoa. Fue maestro de Cicerón. Le sucedió, al frente de la
Academia, Antíoco de Ascalón.
Antíoco
de Ascalón
(ca. 140/125 – ca. 68 a. C.). Filósofo helenístico. Nació en esa ciudad costera
del Levante mediterráneo, al N de Gaza. Sucedió a Filón de Larissa al frente de
la Academia platónica en Atenas. En continuación con lo emprendido por su
antecesor, rompió definitivamente con el escepticismo y con la pugna con la
Stoa. Inició una nueva época, pues desde entonces los pensadores vinculados a
la Academia se denominaron «platónicos». Al mismo tiempo, la Academia como
escuela filosófica concreta radicada en Atenas, comenzó a perder importancia.
Filón
de Alejandría (ca. 20 a. C. – ca. 45
d. C.). Filósofo judío helenizado. Máximo ejemplo de que la base del
pensamiento del periodo helenístico tardío había llegado a ser una especie de
estoicismo platonizante. Su método exegético, el alegórico, es estoico, al
igual que su interpretación de las figuras del AT como virtudes. Su idea de
Dios ofrece también rasgos estoicos: Dios es inmutable y eterno; es la fuerza
básica del cosmos en cuanto persona (Filón no logra despojarse de los rasgos
personales de Dios en el AT). Asimismo, Filón identifica a Dios con la
naturaleza, y el logos, como en el
estoicismo, es la potencia divina que todo lo penetra. A pesar de ello, la
cosmovisión de Filón, especialmente su antropología, es platónica. El mundo
visible, tal cual es transmitido por los sentidos, no sólo es transitorio, sino
que se caracteriza por predicados negativos. El alma (o el espíritu) tiene su
origen en el mundo divino. Mientras el espíritu habita en el cuerpo, se halla
preso entre las redes de la existencia terrena, de la que debe liberarse. La
percepción verdadera de la esencia de la realidad no es posible a través de los
sentidos. Sólo el espíritu humano puede conocer a Dios y al logos, para lograr la liberación del
mundo visible a través de la sabiduría y el ejercicio de la virtud; sólo así
vencerá el espíritu al cuerpo y será capaz de retornar a su patria, el mundo
celeste. Filón no considera simplemente el mundo material como la causa del
mal, del vicio, sino que concibe al cuerpo como un lugar absolutamente extraño
por contraste con la patria celestial y como una vestimenta impropia para el
alma divina. Otro elemento platónico de la cosmología de Filón es que Dios creó
en primer lugar el mundo de las ideas como el prototipo del mundo visible.
Filón concibe el logos tanto en
términos platónicos como estoicos. Según la Stoa, el logos es el poder que gobierna el Universo todo; pero en sentido
platónico es también la imagen de Dios, según la cual el hombre ha sido creado.
Por esta razón, el ser humano pertenece a Dios en su verdadera esencia y es
fundamentalmente diferente del mundo visible.
Epicuro
de Samos (341 – 270 a. C.). Filósofo
griego. Sólo se conservan de él tres cartas doctrinales. Establecióse en Atenas
en 306, donde fundó una escuela, «El Jardín». Todas las percepciones
sensoriales son verdaderas. Atomista. Materialista. Su filosofía pretende ser
un sustituto de la religión. Creía en los dioses, aunque éstos no tienen nada
que ver con los hombres. De ahí que careciera de sentido adorarlos, invocarlos
u ofrecerles sacrificios. Independencia absoluta del individuo. Todo ha de
subordinarse al individuo. El proceso de los acontecimientos naturales sigue
unas leyes derivadas del movimiento de los átomos. Los dioses son innecesarios.
No existe una realidad espiritual fuera del mundo material -al cual también
pertenece el alma- compuesto de átomos. La religión y la piedad no pueden
relacionarse con poderes trascendentales. El fin del hombre sabio es la
verdadera felicidad (eudaimonía) y la
amistad. Ambos conceptos eran interpretados de manera religiosa, esto es, como
conceptos asociados a una religión puramente terrenal, concretada en una
determinada forma de asociación, donde se cultivan aquéllas. El Jardín ofrecía
concomitancias con las asociaciones mistéricas, llegándose incluso a divinizar
a su fundador. Todos los actos de la comunidad, de la asociación, iban
encaminados a fortalecer al individuo, a proporcionarle la eudaimonía y la imperturbabilidad del alma. Mientras que las
religiones mistéricas prometían una salvación más allá de la vida terrena, la
meta religiosa de la verdadera felicidad epicúrea era concebida sólo para el
más acá. El epicureísmo como una especie de armonía nihilista. Gracias a ella
el sabio podía hacer realidad en su propia vida la inexistencia de todos los
afectos y vivencias. Superación de la muerte, que no debe preocupar nada al
hombre, ya que cuando la vida es la
muerte no es, y a la inversa.
Stoa. Escuela filosófica helenística fundada por Zenón de
Citio (ca. 333 – ca. 264 a.C.), oriundo de esa ciudad de Chipre. Hacia el 300
llegó a Atenas, donde enseñaba en un pórtico del ágora, la Stoa Poikile; de ahí el nombre de este movimiento filosófico. A su
muerte le sucedió como jefe de la escuela Cleantes (ca. 331 – 232 a. C.),
nacido en Aso (Assos, Assus), ciudad de Eolia, al NO de Asia Menor. El tercer
dirigente de la escuela fue Crisipo († ca. 205 a. C.), natural de Soloi (Soli,
Pompeiopolis), en la costa de Cilicia. El estoicismo, desde el principio, fue
cosmopolita y panteísta. Preeminencia de la ética: la virtud es el único bien
que existe. Bienes materiales, ambiciones políticas y pasiones humanas son
falsificaciones y perversiones del destino moral del hombre. La ética estoica
se desliga de todas las motivaciones externas y empíricas que están presentes
en la estructura social del mundo y en los deseos del hombre. Para Zenón de
Citio, el único fin (telos) de la
acción humana es vivir de acuerdo con el logos
(razón); para Crisipo, vivir de acuerdo con la naturaleza (physis). Aquí no se entiende por «naturaleza» el mundo natural y
visible, sino la «naturaleza» específica del hombre, esto es, el logos o discernimiento racional, que se
identifica con la razón que gobierna el cosmos. Para la Stoa, «de acuerdo con
la naturaleza» = «de acuerdo con la razón». La cosmología de la Stoa se inspira
en dos fuentes: la fe en el destino concebido astrológicamente y los
conocimientos de las ciencias naturales. De aquí surge una visión cosmológica
estrictamente determinista y materialista del curso de los acontecimientos. No
obstante, el orden del cosmos no es un determinismo sin sentido, sino un
conjunto perfecto de leyes en el que todo está ordenado de manera perfecta.
También debe recordarse que, para la formulación de su cosmología, la Stoa
recurrió a los conceptos astrológicos universalmente válidos (que en el siglo II
a. C. se confundían con los astronómicos). Por lo que atañe a la psicología, es
la doctrina de los afectos (pathos).
Todos los afectos -deseo, temor, placer, arrepentimiento, compasión- pertenecen
a los estados enfermizos del alma, de los que debe liberarse el sabio para
alcanzar la impasibilidad (apatheia o
ataraxia). El filósofo se convierte
en el médico del alma. El estoicismo, como el epicureísmo, piensa que sólo lo
que concierne al individuo debe ser tomado en consideración. La Stoa es en gran
parte responsable de que se formara en el Helenismo el ideal del sabio. Aunque la Stoa coincide con el epicureísmo en que
la meta del hombre es la felicidad (eudaimonía),
esto es, que el individuo viva de acuerdo consigo mismo, superando así el
imperativo del destino, la diferencia estriba en que mientras Epicuro predicaba
que el sabio debe retirarse del mundo, el sabio estoico se distingue por su
relación paradójica con las cosas del mundo. La Stoa plantea una suerte de
teología panteísta, en la que Dios y el mundo son una misma cosa. Aunque
materialistas como los epicúreos, los estoicos no se imaginaban el curso del
mundo como un proceso mecánico. Aceptaban un principio racional, el Logos, que
todo lo gobernaba. La Stoa desarrolló el método alegórico con el fin de
presentar su nueva concepción del mundo. A ello le movió una veneración por los
dioses tradicionales, al menos en Zenón de Citio. Se trataba de reinterpretar
los mitos. Ello permitió el surgimiento, por vez primera en la Antigüedad, del
método clásico de interpretación (sobre todo en los textos homéricos), adoptado
después por los teólogos judeohelenísticos (Filón de Alejandría) y cristianos
(Justino Mártir) en la exégesis bíblica. En la evolución de la Stoa ocupa un
papel destacado Panecio de Rodas (ca. 180 – 111 a. C.), quien puso el acento en
una enseñanza ética orientada hacia una conducta práctica que se apoyaba en
Sócrates, Platón y Aristóteles. Su influencia en Cicerón fue muy grande.
Posidonio
de Apamea (135 – 50/45 a. C.).
Pensador estoico, científico, político e historiador griego natural de esa
ciudad de Siria. Creía que el diámetro del Sol era 39 veces y media mayor que
el de la Tierra, mientras que según cálculos anteriores era mucho más pequeño
(hoy sabemos que ese diámetro es 109 veces el terrestre). Estimó la distancia
del Sol a la Tierra en 6.545 veces el diámetro terrestre (en realidad es 11.741
veces). Como historiador, Posidonio considera que la Historia camina guiada por
la divina providencia (este concepto estoico sustituye a la týchē – tyche [casualidad, suerte, destino] de Polibio como última causa de
la Historia), pero, por otra parte, es una permanente prueba de la continua
decadencia de la cultura y la moralidad. Como filósofo se vinculó a la Stoa,
acogiendo, además, en su sistema categorías esenciales del dualismo platónico
(ver: Jenócrates). En su cosmología distinguía dos mundos: el celestial,
supralunar, imperecedero o inmutable, y el sublunar, sujeto a cambios
permanentes y a la desaparición. Quizás fuese el iniciador de la antropología
tricotómica: el espíritu humano
procede del Sol; el mundo intermedio, la Luna, le provee de alma, que, a su vez, se mantiene unida
al cuerpo terreno del mundo sublunar
comunicándole la capacidad vital. Al morir el hombre, el espíritu se libera del alma
y vuelve a sus orígenes solares. Posidonio, como filósofo estoico, recogió
muchos elementos presocráticos, platónicos y aristotélicos, distanciándose
claramente de Epicuro.
Diógenes
de Sínope (ca. 400/390 – 328/323 a.
C.). Filósofo griego, natural de esa ciudad de Paflagonia, en la costa S del
Mar Negro. Fundador de la Escuela cínica. Le llamaban el «perro» (Kyon - Kȳon), por su falta de pudor y su decisión a la hora de rechazar
los valores culturales y las convenciones dominantes. Su frugalidad e impudor
era una forma de rechazo frontal de las convenciones. La filosofía cínica, en
lugar de dedicarse a la formación y proclamación de una doctrina, se
concentraba en la creación y exhibición de ejemplos drásticos de comportamiento
práctico. De la predicación del filósofo mendicante surgió la «diatriba» (=
«pasatiempo»). A lo largo del siglo III a. C. el método de discusión de la
«diatriba» desbancó al diálogo platónico como estilo filosófico. La «diatriba»
se dirigía a los no iniciados.
Evemerismo. Teoría
hermenéutica de la interpretación de los mitos creada por Evemero de Mesenia
(340 – 260 a. C.) en su obra Hiera anágrafe (Inscripción sagrada), de la
que solamente quedan resúmenes, y según la cual los dioses paganos no son más
que personajes históricos de un pasado mal recordado, magnificados por una
tradición fantasiosa y legendaria. Helmut Köster, en 1980, afirmaba que la
doctrina de Evemero de Mesenia sobre el origen de los dioses fue la que más eco
tuvo en la Antigüedad. Aunque se la consideraba una forma de ateísmo, Köster se
resiste a calificarla de ateísmo radical. La interpretación de Evemero se
remonta a Homero, para quien los dioses se comportan, obran y sienten de manera
similar a los hombres. Pero quien más influyó en Evemero fue Hecateo de Abdera
(natural de esa ciudad marítima al SO de Tracia, en el límite con Macedonia)
(ca. 350 – 290 a. C.), quien había recogido la idea egipcia de que los dioses
de Egipto habían sido anteriormente reyes, fundadores de Estados, impulsores de
leyes y maestros de los hombres. Pero Evemero dio un paso más atrevido que
Hecateo de Abdera. Urano, Cronos y Zeus, junto con sus respectivas esposas,
Hestia, Rea y Hera, también habían sido reyes en la antigüedad. Las luchas
míticas de los dioses contra los titanes no son más que las luchas e intrigas
palaciegas de los reyes y potentados. Evemero caracteriza al propio Zeus con
los rasgos de Alejandro Magno. En síntesis, Evemero destronó a los dioses.
Asimismo, los degradó, convirtiéndolos en héroes. Por lo tanto, debían ser
adorados como tales héroes o como soberanos divinizados. La antigua fe en los
dioses viose sustituida en la época helenística por la fe en las estrellas y en
la astrología, por la creencia en los démones
(demonios, buenos o malos) y en la magia.
*La extraordinaria importancia que alcanzó la
astrología durante el periodo helenístico se debe a tres factores: a) la
penetración de la astrología babilónica, pues es en Mesopotamia donde se halla
el origen de este culto a los astros; b) los avances de la astronomía, sobre
todo en Alejandría, hasta el punto de que incluso puede hablarse de una
astrología practicada sobre una base científica; c) la relevancia que la nueva
religión filosófica del Helenismo, especialmente el estoicismo, concedió a los
astros.
Además de Hiparco de Nicea, eminente astrónomo
griego que vivió temporalmente en Alejandría y enseñó fundamentalmente en Rodas del 160 al 125 a. C., quien estaba
convencido de la verdad de la astrología, también circuló un libro en ese mismo
siglo II, con el nombre de Hermes
Trismegisto, muy relevante en el campo de la literatura hermética
posterior.
La
astrología se presentó desde el principio en el Helenismo como un sistema
científico consecuente, pero sólo pudo imponerse porque sirvió de marco a una
nueva interpretación religioso-filosófica del mundo. Con la crisis y
descomposición de la pólis y el
consiguiente aumento del cosmopolitismo y del universalismo, los dioses
locales, protectores de la ciudad-estado griega, dejaron de tener relevancia,
siendo sustituidos por divinidades de carácter universalista.
Para
la formulación de su cosmología, la Stoa recurrió a los conceptos astrológicos
universalmente válidos. La astrología ofreció el marco para presentar a los
antiguos dioses bajo nuevas formas de poder universal. Zeus se convirtió en
Júpiter; Afrodita en Venus; Cronos en Saturno y Hermes en Mercurio. Los días de
la semana se fijaron según los planetas, el Sol y la Luna. Los griegos dieron
preeminencia al Sol, frente a los babilonios, que se lo concedieron a la Luna.
En época roma se habla ya de «Sol invencible» (Sol invictus), el símbolo más poderoso del paganismo frente al
cristianismo.
La
imagen del mundo construida por la astrología de la época helenística introdujo
una noción negativa, que después no fue posible eliminar o exorcizar: la heimarmene (heimarménē), esto es, el «destino». El vocablo deriva de un verbo
griego que significa «recibir la parte que le corresponde a uno». Ya la
tragedia griega había hablado de la ananke
(anánkē), es decir, la «necesidad»
imprevisible, poder misterioso de la vida humana. Aristóteles definió la anánkē como «aquello que es contrapuesto
al movimiento de la libre elección» (Metafísica,
libro V, cap. 5, 1015 a). Pero la anánkē
no es un poder que convierta la vida humana en absurda y sin sentido. Impide
únicamente que el hombre pueda hacer un cálculo previo de su vida,
convirtiéndola así en vida auténtica, llena de secretos, y situando al hombre
en su verdadera condición humana.
En
el Helenismo, por el contrario, heimarménē
y anánkē se confunden e intercambian.
Con ambos vocablos se alude a un poder que predetermina la vida humana con un
cálculo perfecto. Se trata de la diosa que posee el poder definitivo sobre
todas las cosas, el destino que está en las estrellas. Filón de Alejandría fue
muy crítico con ambos términos. Para él, «al destino (heimarménē) y a la necesidad (anánkē)
los convierten [los babilonios] en dioses y de esta forma llenan la vida humana
de una gran impiedad, pues enseñan que … los cuerpos celestes determinan tanto
el bien, como su opuesto, para todo ser viviente». Lo que Filón nos está
diciendo es que la concepción helenístico-astrológica del «destino» y de la
«necesidad» no deja margen alguno para la libertad, pues la imagen del mundo de
la astrología entrega al hombre en manos del destino. La creencia en las leyes
de las estrellas, a las que estarían subordinados los hombres, propició un
determinismo astrológico cada vez más extendido. De igual manera se extendió la
magia.
Orfismo. Sus orígenes no están claros. Sobre el propio
Orfeo, cantor de Tracia que vivió en tiempos de Homero, sabemos muy poco. Los
comienzos del orfismo se hallan en estrecha conexión con la formación de mitos
en la Grecia arcaica. Algunas teogonías del siglo VI a. C. eran órficas.
Existen testimonios del siglo III a. C. de misterios órficos completos. El
misticismo órfico evolucionó sobre todo en el sur de Italia, antigua sede de
los pitagóricos. Es posible que, en esta región, en el siglo IV a. C., se
fusionaran el orfismo y el pitagorismo. La teología órfica tiende hacia el
monoteísmo. La fórmula «sólo hay un dios» aparece por vez primera en un texto
órfico del siglo III a. C. Pero también se mantiene, aunque con otra forma, la
especulación politeísta de las antiguas teogonías órficas. La influencia más
profunda del orfismo se ejerció a través de la doctrina de la transmigración de las almas, así como
con las ideas sobre el infierno y el castigo después de la muerte. El orfismo y
el neopitagorismo parecen haber sido catalizadores para la formación y
divulgación de la idea de la inmortalidad en época helenística. Platón había
sido el primero en adoptar las concepciones órficas sobre los castigos
ultraterrenos en conexión con sus explicaciones sobre la justicia y la
retribución.
*Durante el periodo helenístico se desarrolló un proceso
sincretista de la religión, entendiendo por tal una mezcla gradual de la
religión griega con las religiones orientales. Los trasvases fueron
permanentes, tanto como consecuencia de los movimientos de las personas como
por influencia de la cultura y de la filosofía. Los reyes helenísticos
favorecieron la helenización religiosa, aunque respetaron por regla general los
cultos locales. Por su parte, mercaderes, esclavos, marinos y soldados
provenientes de Oriente, llevaron a Grecia y a las islas del Egeo muchos cultos
de su patria de origen. El desarrollo sincretista, además, estuvo marcado por
tres factores: a) la helenización de las religiones orientales; b) la penetración
de los conceptos que dominaban la nueva experiencia religiosa del Helenismo en
las más diversas religiones de origen griego y oriental; c) la reinterpretación
en la línea de la cultura universal de antiguos conceptos religiosos heredados,
aunque separados de la tradición local originaria.
El fenómeno sincretista supremo fue la creación
intencionada de una nueva religión universal en el ámbito helenístico, a base
de elementos de procedencia tanto griega como oriental.
*A partir de Alejandro, los dioses de las naciones
y de las ciudades independientes perdieron influencia en la política exterior.
También perdieron progresivamente influencia y poder político los santuarios
centrales de las anfictionías (ligas estatales), tanto en las regiones orientales
como en las antiguas regiones griegas.
*En la época helenística pasó a un segundo plano la
importancia política de los santuarios oraculares. Sólo el oráculo de Apolo en
Delfos (en la Fócida) conservó hasta finales del siglo II a. C. una parte de su
influencia política exterior. Otra excepción era el oráculo del célebre templo
de Apolo en la ciudad de Dídima (Didyma), unos 20 km al S de Mileto.
Por el contrario, experimentaron un nuevo esplendor
las profecías de las sibilas. Las más célebres fueron la Sibila Eritrea
(ciudad de Jonia, frente a la isla de Quíos) y la Sibila Cumana (por la ciudad
de Cumas, en la Campania). Los libros sibilinos, donde se recogían desgracias y
cambios trágicos en el destino del mundo, con tendencia crítica de orígenes orientales
hacia la cultura griega y romana imperante, influyeron en la literatura
apocalíptica posterior, tanto entre los judíos como entre los cristianos.
En época helenística y romana, el éxito de un
oráculo dependía de su postura respecto de las necesidades de su tiempo, siendo
éste el dilema de Delfos, demasiado apegado a la tradición. El único oráculo
que supo acomodarse a su época, no sólo en los procedimientos formales, sino
también en lo teológico, fue el de Apolo en la ciudad jonia de Claros (Klaros),
en Asia Menor (cerca de Colophon, entre Esmirna y Éfeso). También proliferaron
falsos profetas, oportunistas y deseosos de ganancias, como Alejandro de
Abonuticos (Abonoteichos, ciudad de Asia Menor situada en Paflagonia y ribereña
del Mar Negro / también se llamó Ionopolis).
*Asclepio. Era el dios sanador del panteón
griego. Cada santuario a él dedicado contenía uno o dos templos consagrados al
dios (Asclepeion). Su culto proviene de Tesalia, pero a partir del siglo V a.
C. el centro de su culto se trasladó a Epidauro, en el Peloponeso. Los asclepeia
(plural de asclepeion) más importantes estuvieron, además de en
Epidauros, en la ciudad de Kos y en Pérgamo. Estos santuarios se hallaban fuera
de la ciudad. Constituían verdaderos recintos sanitarios, con servicio
hospitalario y de atención médica. Estos inmensos recintos albergaban templos
(dedicados a Asclepio, a su hija Hygieia, a Apolo y a Artemisa), casas de baños,
una biblioteca, un teatro, un gimnasio, un estadio, salas para los
tratamientos, incluida la llamada ábaton (donde el dios se aparecía en
sueños a los que buscaban curarse), y una residencia de huéspedes (katagógion),
que en Pérgamo disponía de 160 habitaciones. Se dispensaban tratamientos
médicos sistemáticos y curaciones psicosomáticas (con paños, deportes, lecturas
y conferencias). Los instrumentos quirúrgicos eran sofisticados. En ocasiones,
los sacerdotes se oponían a la administración de la medicina científica. Los
enfermos muchas veces no distinguían entre medicina y curanderismo, aunque
predominó la primera. Asclepio era el más popular y el más humano de los dioses
griegos, muy querido por los pobres, necesitados y enfermos. Se le asociaban
curaciones milagrosas. Sus templos recibían constantes donaciones y ofrendas.
La curación de los enfermos, que eran tratados como individuos, exigía casi
siempre un estado «puro» del paciente, entendido como una exigencia de tipo
moral. Asclepio era el «salvador» (Sōtēr), el bienhechor y el «amigo de
los hombres».
*Los misterios de Eleusis y Samotracia. El
concepto de «misterios» (μυστήρια) se utiliza a partir del
siglo V a. C. para designar las ceremonias sagradas en el culto de Deméter, de
los Cabiros (enigmáticas divinidades ctónicas [telúricas, del inframundo]) y de
otras divinidades. También existía la palabra ὄργια («orgías» = «ceremonias
rituales»), que se empleaba sobre todo en referencia al culto a Dioniso. Por
último, otro concepto más genérico es el de «iniciación» (τελετή). El
culto de Deméter en Eleusis (ciudad del Ática) tuvo una importancia definitiva
en la evolución del concepto griego y helenístico de los misterios.
El santuario de Deméter en Eleusis estaba situado a
30 km al W de Atenas. De todo el panteón, Deméter, aunque de origen minoico,
era la más griega de todas las deidades y tenía un profundo arraigo popular.
Era la «madre de los cereales». Su festividad principal era la fiesta de la
siembra de primavera, las tesmoforias. La leyenda cultual de Deméter (hieròs
lógos) se nos ha conservado en un himno homérico del siglo VII. Es preciso
conocer el mito de Deméter y su hija Perséfone (consultar). Por desgracia
tenemos un conocimiento fragmentario de las ceremonias y ritos asociados a los
misterios de Eleusis. La Sala de Iniciación de los Misterios era el Telesterion,
un especio cerrado que en su forma más amplia tenía unos 60 x 55 m con una
techumbre sustentada por 42 columnas, sujeto a diferentes fases constructivas,
desde Pisístrato, ca. el 525 a. C., hasta la reconstrucción de Marco Aurelio en
el 170 (ver el PowerPoint de la arquitectura griega). Los ritos y ceremonias constaban
de tres fases: iniciación, consagración y consagración superior. Como
preparación de las ceremonias se practicaba el ayuno, y durante aquéllas se
consumía una bebida de cebada. En la consagración superior, el «hierofante»
(esto es, «el que muestra algo sagrado»), que era el más alto funcionario del
culto en Eleusis, presentaba un objeto sagrado (probablemente, una espiga). El
iniciado participaba de esta forma en los secretos divinos de la naturaleza que
cada año se renueva y vuelve a hacer crecer los frutos del campo. Parece ser
que lo especial en Eleusis consistía en que el rito tenía que ver con el ámbito
de la muerte y su superación.
Santuarios mistéricos los había también en la
ciudad de File (Phyle, hoy Fyli), al N de Atenas; en el Peloponeso, en
Megalópolis, dedicados a las grandes diosas de esta ciudad; en Licosura
(Lycosura, en el distrito de Parrhasia, cerca del monte Licaeus), ciudad del S
de Arcadia, dedicados a la diosa Despoina, hija de Deméter y Posidón; y en la
ciudad de Andania, al N de Mesenia, muy cerca de la frontera con Arcadia. Los
de Megalópolis y Lycosura estuvieron influenciados por los misterios de
Eleusis; los de Andania por los de Phyle.
Otros misterios griegos muy famosos eran los
celebrados en el santuario de los Cabiros (divinidades ctónicas [telúricas, del
inframundo] adoradas antes de que los griegos procedentes de la isla de Samos
colonizasen Samotracia, ca. el 700 a. C.) en la isla de Samotracia. Se
difundieron mucho, sobre todo a Jonia y a las islas del Egeo, por el empeño
propagandístico de sus sacerdotes, a diferencia de la actitud de los de
Eleusis.
*Dioniso. La religión mistérica griega más
importante fue la de Dioniso. Sólo estaba destinada a los iniciados, siendo,
por tanto, muy exclusiva. El culto a Dioniso en Grecia es el resultado de la
convergencia de dos tradiciones cultuales. 1. La primera es aquella que
sitúa el culto a Dioniso en Tracia. Su madre era Sémele (Semele), la diosa
tracio-frigia de la tierra. En estas regiones Dioniso fue primordialmente un
dios de la fertilidad y del crecimiento de los frutos del campo. En este culto
sólo participaban mujeres. En pleno invierno se celebraban las fiestas
orgiásticas de Dioniso, donde las mujeres caminaban en tropel por las arboledas
y las montañas boscosas. Se practicaba la omofagia (descuartizar vivo a un
animal y comérselo crudo). Las sacerdotisas de Dioniso eran las bacantes
(Dioniso = Bákchos, en latín, Bacchus = Baco). Eurípides, en Las
Bacantes, nos ha dejado un monumento imperecedero de este culto. 2. La
segunda tradición cultural es la que hace proceder a Dioniso de Frigia (de ahí
el nombre lidio de Bacchus). Aquí Dioniso es un dios de los árboles
frutales y también del vino. Su festividad principal es la fiesta de la
primavera («Antesterias»). Su símbolo es el falo, aunque nunca se representó a
Dioniso como una deidad itifálica.
Como hemos dicho, ambas tradiciones cultuales
convergieron en Grecia en un único culto a Dioniso. Éste, en época helenística,
era el más popular de los dioses, junto con Asclepio.
En lo que atañe a los misterios dionisiacos,
participaban tanto hombres como mujeres, hierofantes y bacantes. Lo mismo
sucedía en las orgías. Sacerdotes y sacerdotisas dirigían las diversas
agrupaciones (thíasoi) que participaban en los misterios dionisiacos.
Aunque en Asia Menor el culto a Dioniso era menos exclusivista, en Grecia el
culto de los misterios dionisiacos sagrados estaba apoyado en profundas
concepciones místicas. Sobre todo, en la Magna Grecia, el culto era tan
exclusivo (sin desdeñar su afán misionero), que Roma, en 186 a. C., promulgó el
famoso Senatus Consultum de Bachanalibus, tratando de frenar los
misterios dionisiacos. La influencia de este senado-consulto duró varios
siglos. También estuvo muy extendido el mito de la muerte y resurrección de
Dioniso, el cual servía de nexo de unión para la esperanza de la inmortalidad.
Serapis e Isis.
Mito de Isis: Osiris y Set son hermanos gemelos.
Set descuartiza a Osiris y arroja los pedazos al Nilo. Neftis, la esposa de
Set, junto con Isis, lloran la pérdida y emprenden su búsqueda. Encuentran a
Osiris y recomponen los trozos. Isis despierta su falo y queda encinta,
pariendo a Horus (Harpócrates = Horus niño). Anubis entierra el cadáver de
Osiris, que se convierte en rey de los muertos, mientras que Horus reina sobre
los vivos.
En época helenística, de la unión de Osiris y de
Apis (el buey sagrado, de época preptolemaica, adorado en Menfis) surge el dios
Oserapis. Fue Ptolomeo I Soter quien llevó el culto de Oserapis a Alejandría,
otorgándole rasgos griegos. El nombre de Oserapis se helenizó y se convirtió en
Serapis (Sarapis). El motivo principal de la creación de este nuevo culto fue
que los Ptolomeos deseaban legitimarse como sucesores de los faraones por medio
de la adopción de una deidad egipcia. Al mismo tiempo, la diosa Isis fue
introducida en el séquito de Serapis, adquiriendo una enorme influencia, hasta
el punto de triunfar sobre cualquier otra diosa o dios. Serapis, Horus y Osiris
cedieron el primer puesto a Isis. Acompañante de Isis es Anubis con la cabeza
de chacal. Pero el aspecto de Isis fue desde comienzos de la época helenística
completamente griego. Su imagen, modelada por artistas helénicos, expresaba
belleza, majestad, armonía y benevolencia. En ocasiones fue representada con
los rasgos de Afrodita.
En cuanto a la iniciación en los misterios de
Isis, la principal fuente de información nos la proporciona el escritor
latino Apuleyo (ca. 125 – 180), nacido en la ciudad norteafricana de Madaura
(Madaurus, en el interior de la provincia romana de Numidia, en la actual
Argelia, a unos 100 km de la costa mediterránea). Esa fuente literaria es una
espléndida novela, las Metamorfosis o El asno de oro,
concretamente en los libros IX y XI. Pero Apuleyo no dice nada sobre lo que le
ocurría al iniciado en el interior del templo (en el adyton) donde
tenían lugar las ceremonias secretas. Es seguro que se trataba de un rito en el
que se experimentaba la muerte y un nuevo nacimiento. Pero esto no tiene lugar
como efecto de una participación en el destino de la divinidad, pues en el mito
no existen presupuestos para ello. En efecto, Osiris murió y fue señor del
mundo subterráneo, pero jamás se dice de él que resucitase. Además, Osiris no
desempeñaba función alguna en el rito. El texto de Apuleyo nos dice que la señora
del reino de los muertos es Proserpina, esto es, Isis. ¿Qué clase de obra
ejecuta Isis en favor de aquel que se acerca hasta su umbral en un camino que
no simboliza la muerte como tal, sino un viaje cósmico, es decir, el «viaje
celestial del alma» o el descensus ad inferos? A los que han sufrido
una «muerte voluntaria», Isis los sitúa como a renacidos en un nuevo camino de
vida y de salvación. Pero ello no significa ni inmortalidad ni resurrección a
una vida eterna, sino más bien que el ya iniciado ha muerto a la vida anterior,
obteniendo así la posibilidad de una nueva vida al servicio de la diosa.
Esta nueva vida es una experiencia del ser, en la que el iniciado está seguro
de formar una unidad con la diosa que domina el mundo todo (incluso el Averno).
De ahí que el iniciado esté bajo la protección de Isis después de la muerte. La
nueva vida alcanzada en la iniciación tiene, pues, su contrapartida en una
existencia después de la muerte. [Cuando San Pablo dice que los bautizados han
muerto con Cristo y que deben caminar en una vida nueva, roza estrechísimamente
las expresiones de los misterios de Isis]. La iniciación a los misterios de
Isis estaba reservada a unos pocos elegidos, pues los gastos financieros de la
iniciación eran cuantiosos. El cristianismo, por el contrario, democratizó el
misterio y lo independizó de cualquier condicionamiento de tipo material.
Cada templo dedicado a Serapis era llamado Serapeion
(plural: serapeia). En la época imperial romana hubo serapeia en
numerosas ciudades, destacando los de Pérgamo, Éfeso y Mileto. Estos santuarios
no albergaban una pequeña cella en su interior, sino que eran edificios
concebidos como recintos para asambleas, en ocasiones, como en Pérgamo, con
capacidad para más de mil personas.
*El culto a Cibeles, la Magna Mater,
tiene su origen en Pesinunte (Pessinus), ciudad de Frigia, en Asia Menor. Era
una diosa salvaje de la fertilidad. Su culto iba acompañado de ritos
orgiásticos, donde se practicaba la autocastración. El amante de Cibeles es
Atis (Agdistis), quien también se castra en señal de luto a causa de su
infidelidad. Cuando los griegos, en la época arcaica, adoptaron el culto a
Cibeles, eliminaron los aspectos más salvajes del mismo. La única ciudad griega
en la que Cibeles es la diosa principal era Esmirna. La época helenística
asiste a un renacimiento del culto a Cibeles, aunque exiguo en Grecia. Sí tuvo
éxito en Roma, donde desde el 204 a. C. se permitió su culto, potenciado
después por el emperador Claudio. En Roma, la gran fiesta de la primavera,
dedicada a Cibeles, duraba del 15 al 27 de marzo. Los ritos de iniciación eran
probablemente un misterium, aunque los conocemos fragmentariamente. Es
posible que el 24 de marzo, el dies sanguines, se procediese a una
ceremonia de autocastración de los galli, sacerdotes de Cibeles de rango
inferior. También debió practicarse otro rito, llamado originariamente en
Frigia taurobolio, esto es, una «corrida de toros» en honor a la Magna
Mater, aunque desde comienzos de la época imperial el taurobolio se
traslada a Roma, como confirman testimonios de los siglos II y III. El
sacerdote bajaba a una fosa donde se sacrificaba un toro, subiendo después,
ensangrentado, con los testículos del animal, que eran consagrados. El sentido
del taurobolio se hallaba aquí en el poder simbólico de la sangre, que
borra las culpas y confiere al iniciado un nuevo nacimiento.
*Sabacio. Era un dios frigio (y tracio) de
Asia Menor, relacionado con Dioniso, como muestra su culto orgiástico. Conocido
por la Grecia clásica, su culto se extendió por el Occidente romano en época
helenística. Su culto tenía rasgos propios de los misterios. También se
trataba de un culto muy sincretista. En Asia Menor se le identificó a veces con
el «dios supremo», Hýpsistos, un culto monoteísta que observaba el
sábado. En el 139 a. C. fueron expulsados los judíos de la ciudad de Roma por
haber intentado identificar a Sabacio con Júpiter, creyendo los romanos que ese
Sabacio era Yahveh, aunque ello no puede demostrarse.
*Fue Richard August Reitzenstein (1861 – 1931),
filólogo y teólogo protestante alemán, el primero en atribuir a las religiones
mistéricas una teología específica y una terminología mistérica concreta. La
crítica que se le ha hecho ha sido, sobre todo, que, bajo la denominación de
«religiones mistéricas», se refería a un fenómeno unitario universalista. Esta
crítica se resume en cuatro puntos: a) muchos «misterios» no eran
manifestaciones religiosas; b) la diversidad de ritos y concepciones
religiosas de los misterios, impiden hablar de una teología y de una
terminología válidas para todos ellos; c) la tesis de la procedencia oriental
de los misterios es extraordinariamente cuestionable, a excepción del de
Mitra, de origen iranio, cuyo culto se difundió en época romana, sobre todo
entre los soldados; d) los misterios más antiguos conocidos son los de
Eleusis y los de Samotracia, los cuales, aunque sus orígenes no fueran griegos,
fueron helenizados en la época arcaica; además, en la época helenístico-romana
las ideas en torno a los misterios proceden de Grecia y no del Oriente.
Para una serie de cultos orientales que se
transformaron en cultos mistéricos helenizados, la definición ligada a la
palabra griega mystērion no es suficiente para describir sus peculiaridades
propias.
Entre las peculiaridades de los misterios
del periodo helenístico, sobresalen: 1) sólida organización de cada
comunidad, a la que los miembros se hallaban rígidamente sujetos; 2) admisión a
través de ritos de iniciación; 3) participación en asambleas regulares en las
que tenían lugar celebraciones sacramentales, como por ejemplo ágapes, de
acuerdo con ritos fijos; 4) obligación de mantener determinados preceptos
morales, y, a veces, también ascéticos; 5) apoyo mutuo de los miembros; 6) obediencia
al dirigente de la comunidad o del culto; 7) cultivo de diferentes tradiciones
sujetas a la disciplina del arcano.
El nivel social de los participantes en estos misterios
de la época helenística, incluía sobre todo a miembros de la clase media, aunque
también de las capas inferiores; raramente participaban ricos y personas
distinguidas. Las asambleas solían celebrarse en casas particulares.
Para Helmut Köster, el cristianismo primitivo es
una religión mistérica, no un mystērion en sentido griego o un misterio
más como los que hallamos en el Helenismo. Ahora bien, la historia del
cristianismo primitivo muestra la diversidad regional que atañía a las
distintas comunidades. Por ejemplo, las distintas versiones de las «palabras de
la consagración» en la eucaristía, terminarían fundiéndose en una única fórmula
válida. Al principio del cristianismo, no puede hablarse de una interpretación
unitaria de la tradición; más aún, ni siquiera de una tradición unitaria. Si
para algunas agrupaciones cristianas el banquete eucarístico era una
celebración mistérica que garantizaba la inmortalidad personal, para otras era
un ágape comunitario orientado a la venida del salvador mesiánico. Cuando la
destrucción de Jerusalén en el año 70, hacía tiempo que las comunidades
cristianas se habían desligado organizativamente de la comunidad cristiana
originaria hierosolimitana. Varios centros se aseguraban su preeminencia a
nivel regional: Antioquía, Éfeso, Cartago y Roma. Algo parecido ocurrió entre
los judíos, quienes después del año 70 eligieron Jamnia (Yamnia, al S de Jaffa
– Haifa – Joppe) como sede del Sanedrín y donde
se creó, ca. el año 72, una academia rabínica por el gran erudito y rabino
Yohanan ben Zakkai, que estuvo funcionando hasta ca. el año 140. Fue entonces
cuando el Sanedrín se trasladó a la ciudad de Hawsha (Husha, a unos trece km al
E de Jaffa).
Los
adoradores de Dioniso, Sabacio, Mitra, Isis y la Magna Mater, pertenecieron a ese grupo de «religiones mistéricas»
helenísticas, entre las que debe contarse el cristianismo primitivo (con sus
muchas sectas y grupos), parte del judaísmo de la diáspora e incluso el
judaísmo ortodoxo. Este último se reconstituyó, como hemos dicho, en Jamnia
después del año 70.
Por
tanto, la expresión «religiones mistéricas» no puede vincularse sin más,
desde el punto de vista teológico, al concepto de misterio (mystērion). Lo que es evidente es que en el
periodo helenístico nos encontramos con una serie de creencias muy extendidas y
compartidas por la filosofía popular, los misterios,
la magia y muchos círculos que se mantenían fieles a los antiguos dioses: la
cosmología, la fe en el destino, la creencia en el alma y la inmortalidad, la
demonología y la convicción de la existencia de fuerzas superiores. El lenguaje
en el que se hablaba de estas cuestiones no era una terminología especial de
las religiones mistéricas, sino que era en general el mismo lenguaje
religioso-filosófico del Helenismo. Se trataba de unos modos de expresión
religiosa propios de una época que tendía a interpretar mística y
religiosamente los conceptos filosóficos y científicos y que mostraba un
interés casi desorbitado por lo recóndito y misterioso. Cuando los
cristianos se sirvieron también de este lenguaje, se expusieron, como es
lógico, a la sospecha de ser una religión mistérica más. De hecho, ellos mismos
designaban su ceremonia cultual central, la Eucaristía o Cena del Señor, como mystērion (en latín, sacramentum), lo mismo
que, a veces, también el mensaje de Jesús.
Septuaginta.
También llamada Biblia de los Setenta, de los LXX o Biblia griega. Según una
leyenda, recopilación en griego koiné
(la lengua «común» de la época
helenística y romana) de los textos hebreos y arameos de la Biblia hebrea
(aunque escrita ésta última en su mayor parte en hebreo, el llamado texto
masorético, hay algunos escritos, como el Libro de Daniel, el Libro de Esdras y
algún otro, redactados en arameo). La Septuaginta fue una empresa de traducción
llevada a cabo por expreso deseo del rey helenístico egipcio Ptolomeo II
Filadelfo (285 – 246 a. C.), quien, supuestamente, hizo traer desde Jerusalén
hasta Alejandría a 72 sabios judíos con esa finalidad. Hubo repetidas
revisiones de la Septuaginta, así como traducciones posteriores. Los LXX constituyen,
en cualquier caso, una valiosa comprobación de la exactitud del texto hebreo
masorético oficial, que también experimentó revisiones. La Septuaginta se
convirtió en la Biblia de los primeros cristianos.