miércoles, 17 de marzo de 2021

EL ASNO DE ORO, de APULEYO


Apuleyo (ca. 125 – ca. 164 o ca. 180/192)

Apuleyo, escritor en lengua latina, nació en Madaura, la moderna Henchir Mdaurush, en Argelia, en los confines de las antiguas regiones de Numidia y Getulia. Madaura era una pequeña ciudad de la provincia romana de África. Siendo todavía de corta edad, fue enviado a Cartago a estudiar Gramática y Retórica. Su curiosidad intelectual impulsóle a viajar a Atenas, donde se entregó al estudio de diversas disciplinas, púsose en contacto con representantes de la llamada Segunda Sofística y cultivó la filosofía. Su «platonismo» consistió en una amalgama del misticismo de Platón con el interés del propio Apuleyo por lo irracional, en una interpretación mistérica del mundo. Siempre se interesó por todo lo relacionado con las religiones mistéricas. Después de unos diez años después de salir de su patria, en la treintena de su vida, Apuleyo regresa, pletórico de cultura y de inquietudes espirituales. Se dedica a dar celebradas conferencias en griego y en latín, especialmente en Cartago. Su éxito es extraordinario. Esta carrera se va a ver frenada por un suceso que cambiaría su vida: yendo camino de Alejandría, cae enfermo, hace un alto en Oea (Trípoli), hospedándose en casa de los Apios, donde recibe de su antiguo camarada de estudios Sicinio Ponciano, quien se lo lleva a su casa. Aquí es seducido y se enamora de la todavía atractiva Pudentila, viuda y madre de Sicinio. Se casa con ella, pero los familiares de Pudentila lo llevan a juicio, con el pretexto de que su objetivo ha sido desheredarlos. El juicio se llevó a cabo en Sábrata, en el invierno del 158-159. Apuleyo nos ha proporcionado numerosos datos de su vida en su Apología, en realidad, retocado, el discurso que pronunció ante el tribunal. Fue absuelto. De lo que no hay duda es que el juicio se celebró antes de que escribiese su novela El asno de oro. En 164 se pierde el rastro de su vida. La fecha de su muerte no puede determinarse. En cuanto a su novela El asno de oro, algunos la fechan entre el 159 y el 164, mientras otros la retrasan hasta el 180-192.

De la historia del protagonista, Lucio, la Antigüedad nos ha transmitido dos manuscritos: uno en griego (Lucio o el asno, también conocido con el título griego de Onos), y otro en latín, en once libros, obra de Apuleyo (Metamorfosis o también Asinus aureus). El texto de Apuleyo, además de las desventuras de Lucio, narra numerosas historias, en la línea de las «fábulas Milesias», de las cuales la más importante y conocida es el «cuento de Amor y Psique».

No ha sido posible determinar si el Onos es anterior o posterior al Asinus aureus.

Pero, en el siglo IX, Focio, Patriarca de Constantinopla entre 878 y 886, nos informa en su Biblioteca de que ha leído unas Metamorfosis (en griego) de un tal Lucio de Patras, en varios libros (obra que no ha llegado hasta nosotros), por lo que surge así una tercera obra en discordia. Mientras que algunos estudiosos consideran a Lucio de Patras como el autor de la obra, otros entienden que Lucio es el nombre del protagonista del relato.

Los investigadores sucesivos no se ponen de acuerdo sobre la relación existente entre las tres obras. Francisco Pejenaute Rubio resume la cuestión concluyendo que lo más acertado es atenerse a la tesis tradicional: hubo una obra en griego que trataba de metamorfosis y cuyos dos primeros libros versaban sobre la metamorfosis de un joven, llamado Lucio, en asno; su existencia la conocemos únicamente por el testimonio de Focio, y de tal obra (perdida con posterioridad a este Patriarca de Constantinopla) derivarían, por un lado, el Onos del Pseudo-Luciano (llamada también Lucio o el asno), y, por otro, el Asinus aureus de Apuleyo.

A pesar de que hay estudiosos que niegan la existencia de la «novela» como género literario en la Antigüedad, Emilio Alarcos Llorach (Salamanca, 1922 – Oviedo, 1998), ateniéndose a la cualidad esencial que debe poseer tal forma literaria, esto es, la de entretener al lector, sí está a favor de la presencia de «novelas» en la Antigüedad, contando entre las últimas escritas el Satiricón de Petronio, El asno de oro de Apuleyo y las Etiópicas de Heliodoro de Emesa. Para ese mismo lingüista y filólogo español, por la misma razón, no considera novelas ni la Recherche de Marcel Proust ni el Ulises de James Joyce. Por su parte, Pejenaute Rubio indica que los principales antecedentes de la novela helenística estarían en la Odisea, en la épica griega y en la historiografía helenística. Junto con esta última, hay que tener en cuenta, por su proximidad, a la biografía. La denominada Novela de Alejandro (Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia), del Pseudo-Calístenes (quien vivió en Alejandría en el siglo II o III), podría ser considerada como puente entre la novela, la historiografía y la biografía. Entre los relatos biográficos con tendencia ejemplarizante, destaquemos la Ciropedia de Jenofonte (escrita en torno al 370 a. C.), la Vida de Pitágoras del pensador neoplatónico Porfirio (Tiro, ca. 234 – Roma, 305) y la Vida de Apolonio de Tiana, de Filóstrato de Atenas (ca, 170 – ca. 245), dedicada a ese pensador pitagórico originario de Capadocia.

Otros precedentes de la novela son la poesía erótica de época helenística (con Calímaco a la cabeza) y el drama, especialmente la Comedia Nueva del ateniense Menandro (ca. 342 – ca. 292 a. C.).

El estudioso alemán Otto Weinreich (1886 – 1972) describe la novela griega como un hijo bastardo, fruto de una historia de amor entre la vieja Épica y el relato caprichoso de la Historiografía helenística; este hijo bastardo sería, por su parte, encantador y habría sido bautizado por las Musas del Drama y de la Poesía Erótica.

Frente a la tendencia de buscar precedentes de la novela griega en distintas formas literarias, el estudioso norteamericano Ben Edwin Perry (1892 – 1968) ha defendido que la novela es hija de su tiempo y que sólo pudo nacer en el seno de la sociedad helenística. Para él, apoyándose en la apreciación de Aristóteles de que ni el verso ni la prosa caracterizan estrictamente a un género literario, Épica y Novela serían el mismo género literario, aunque de épocas diferentes. La Épica homérica es reflejo de una sociedad homogeneizada, que permite que un individuo pueda convertirse en héroe, como representante de una sociedad con una comunidad de costumbres, tradiciones e ideales. A ese tipo de sociedad tribal le sucede otra, encarnada en la ciudad-estado griega, más compleja y sofisticada, que exige nuevas manifestaciones culturales: la Poesía Lírica, el Drama, la Prosa filosófica, la histórica y la científica. Pero todavía en la ciudad-estado se ofrecen lazos que mantienen la cohesión y la comunidad cultural de sus miembros: de ahí el surgimiento de la Tragedia ateniense. Ahora bien, cuando la ciudad-estado explota, como consecuencia de la Guerra del Peloponeso y de la posterior intervención de Filipo II de Macedonia y de su hijo Alejandro, surge la diversidad multiforme de la ciudad helenística, renaciendo la Épica en forma ahora de Novela. La Novela es, así, la forma literaria más laxa, menos definida, la más abordable por un público culto en cierta medida, pero ajeno a los grandes temas que servían de lazo entre los ciudadanos, como ocurría en la Tragedia ática.

El testimonio más antiguo en relación con el título es el de San Agustín, quien se refiere a nuestra novela con la de nominación de Asinus aureus (Ciudad de Dios, XVIII, 18, 1).

El latinita francés René Martin (nacido en 1932), en un artículo de 1970 titulado «Le sens de l'expression asinus aureus et la signification du roman apuléien» (Revue des Études latines, nº 48, págs. 332 – 354), ha sido de los que más han insistido en que el título de la novela de Apuleyo es un título en clave que esconde un mensaje. El protagonista es un tal Lucio, quien, tras beber una pócima equivocada ofrecida por una mujer, se metamorfosea en asno, pasando por una serie de duras tribulaciones, hasta que, gracias a la intercesión de la diosa Isis, recuperará su forma humana, si bien habrá de consagrarse para siempre al culto de esta gran deidad femenina.

Ya el primer traductor de la novela al castellano, Diego López de Cortegana, arcediano de Sevilla en el primer cuarto del siglo XVI[1], viene a decirnos en su Proemio que Lucio, convertido en asno, representaría al hombre sometido al pecado y a la más baja materialidad, que no encuentra su salvación hasta su encuentro con la divinidad.

No es casual que, desde el principio, el autor haga una referencia al mundo egipcio (el relato va a ser escrito sobre un papiro egipcio con una fina caña crecida junto al Nilo). Ahora bien, ¿qué relación cabe establecer entre Isis y el título (Asinus aureus) de la obra? En el culto de Isis, el enemigo implacable de Osiris, el esposo de la diosa, es Seth, hermano del propio Osiris. Es importante señalar que Seth está representado en ese culto por un asno de color rojizo (mostrándose así la animadversión de los antiguos egipcios por ese color), que pasa a ser considerado como representante del mal y del pecado. Numerosos autores latinos emplean aureus para designar un campo cromático próximo al rojo o rojizo, pero es el propio Apuleyo quien ofrece el ejemplo más definitivo: al describir el cuello del papagayo (que, como es sabido, parece llevar un collar rojo/rojizo), emplea la siguiente expresión: «ceruicula eius minio uelut aurea torque cingitur», que el latinista español Santiago Segura Munguía (1922 – 2014) traduce por «su cuello está ceñido y coronado por un anillo de color minio, una especie de collar rojizo».

Es decir, si, tal como hemos indicado, en el culto iniciático de Isis/Osiris, la encarnación del mal, Seth, está representado por un asno rojizo, y, por otro lado, sabemos que los iniciados en tal culto, en determinadas circunstancias, no debían tocar ni un asno ni nada que tuviera oro, la fórmula asinus aureus en la pluma de un autor como Apuleyo podía servir muy bien de clave para una novela en la que lo cómico queda transcendido al mundo de lo religioso.

El protagonista, Lucio, se transforma en asno al poco de llegar a la ciudad de Hipata, en Tesalia, por error en la elección de una pócima que le suministra su amante, Fotis.

La novela ofrece tres partes claramente diferenciadas: a) Lucio cuenta las peripecias anteriores a su metamorfosis (I, 1 – III, 23); b) Lucio-asno deambula por diversas ciudades en manos de distintos amos (III, 24 – XI, 12); c) Lucio narra los acontecimientos posteriores a la recuperación de su forma humana. Cómo viaja desde Grecia hasta Roma, se consagra al culto de Isis, mantiene una estricta castidad, ejerce como abogado e incluso alcanza la dignidad de decurión[2] quinquenal.

El asno de oro, en cuanto a su estructura, es tanto una novela cerrada como una novela abierta. En cuanto novela cerrada, parte de una situación inicial, esto es, la transformación de Lucio en asno, y, a través de una serie de peripecias intermedias, desemboca en una situación final, la recuperación de la forma humana, complementaria de la inicial. En cuanto novela abierta, en su trama central van insertándose múltiples historias, que atañen tanto al personaje principal como a muchos otros secundarios, historias que son, a su vez, narradas por algunos de esos personajes secundarios. La más célebre de esas narraciones es el cuento de Eros (Cupido) y Psique (IV, 28 – VI, 24).

Las hipotéticas relaciones de la novela con el cristianismo han sido abordadas por diferentes estudiosos, especialmente por el francés Léon Herrmann (1889 – 1984). El problema está en que, si bien Herrmann cree que Apuleyo era cristiano, no lo considera autor del Asinus aureus. Al finalizar la novela con el enaltecimiento de Isis, cabe la posibilidad de que Apuleyo intentara contrarrestar la propagación del cristianismo en el Norte de África durante el siglo II.

 

 



[1] En el prólogo latino con el que encabeza su versión, López Cortegana indica que su traducción se publicó en Sevilla en 1513, aunque lo únicamente seguro es que su traducción apareció en esa ciudad en torno a 1525, superando en calidad y fidelidad a cuantas versiones aparecieron en los distintos países europeos. La edición del poeta Matteo Maria Boiardo (1441 – 1494) al italiano apareció en Venecia en 1518, aunque es probable que estuviese terminada entre 1478-1479.

[2] Miembro del Consejo local o Senado de una ciudad provincial en el Imperio romano.


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